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lunes, 21 de mayo de 2018

VENEZUELA, LA INDEPENDIENTE

Imagen de "venezuelanalysis.com"
Por Roberto Marra

La construcción de verdades a medida de los intereses de quienes las expresan, es uno de los grandes “descubrimientos” que han logrado evitar el avance de la historia hacia estadíos superiores para los pueblos. Esas afirmaciones falsas son expresadas con una parafernalia de absurdos envueltos en el papel de fantasía de discursos estudiados por expertos en comunicaciones sociales, denigrantes seres pensantes dedicados a corromper la verdad para degradarla y pisotearla en el barro de la ignorancia colectiva.
Cuentan ahora con un arma sublime, las redes sociales, convertidas en paradigmas de la mentira organizada para sostener el Poder en manos de quienes siempre lo tuvieron. Amplían sus verborrágicas falsías a traves también de la vieja televisión, gracias al monopolio ejercido en base a los muchos billetes que facilitan y blanquean las sonrisas embusteras de “comunicadores” de sapiencias menores a los orangutanes, pero elevados a la condición de “estrellas” del “periodismo”.
Si hay un lugar donde todo esto se ha ejercido con un esfuerzo descomunal, es Venezuela. Esta Nación es el objetivo de estos tiempos de infinitas patrañas y engaños, tratando de derribar a uno de los pocos gobiernos que no les responden a los mandatos imperiales y las conveniencias de sus agentes locales, vendepatrias disfrazados de ciudadanos preocupados por derechos humanos que pisotearon y degradaron mientras pudieron gobernar.
Por supuesto, actúan con el acompañamiento de los nuevos “líderes” del neoliberalismo surgidos tras el derribo de la oleada popular que le había dado respiro cierto a la población de Nuestra América hasta hace poco tiempo. Más “papistas que el Papa” (aunque lejos de Francisco), son las voces que se elevan para exponer al gobierno bolivariano y chavista como una dictadura feroz.
No hay demostración que valga para estos energúmenos dedicados a prohijar golpes de estado, invasiones, destrucción económica, ahogos financieros y estigmatizaciones del Presidente de aquella República. El asedio es sin tregua, sin observar la más mínima de las reglas de convivencia entre estados soberanos. Es lógico, dada su pertenencia al “selecto” grupo de “estadistas preocupados por la democracia”, en realidad, miserables sirvientes de los dueños del circo de la hipócrita calumnia que los sustentan.
Ahora, cuando otra elección ha terminado con el triunfo aplastante del candidato Maduro, lejos de reconsiderar (aunque sea por estrategia) las formas de sus ataques a la verdad, recrudecen las “pos-verdades” fabricadas a medida, sostenidas sin sonrojos por los perdedores, que gritan fraude como lo han hecho siempre que perdieron. Y muy lejos de estudiar la compleja realidad venezolana para opinar con mayor certeza, ridículos aprendices de la in-comunicación hacen alarde de conocimientos que no tienen para afirman lo que nunca entendieron.
El camino venezolano para ese intento de modificar la eterna historia de pobrezas y miserias, lo eligieron ellos, después que Chávez despertó a Bolívar. No es una cita grandilocuente ni un discurso retórico con la simple intención de validar una figura política. Porque la historia demuestra que siempre existen los hombres y mujeres grandes, capaces de cambiar los rumbos que parecían insoslayables, trocando la desmoralización por optimismo y la inmoralidad por lo virtuoso.
Lo que sigue no será menos crudo que lo hasta ahora acontecido. Venezuela será todavía más atacada, su gobierno no dejará de ser ridiculizado por los medios, su pueblo no podrá librarse de la guerra desgastante de sus conciencias. Pero tiene un reaseguro, una semilla sembrada por aquel que le dio nuevas esperanzas, que terminará germinando hasta convertirse en los sencillos frutos de sus vidas mejores. Y en el escudo protector de una independencia que se deben desde hace más de doscientos años.

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