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lunes, 28 de mayo de 2018

MUCHO MÁS QUE DOS

Imagen de "Perfil.com"
Por Roberto Marra

Somos mucho más que dos”, dice Mario Benedetti en uno de sus más populares poemas. Una descripción que cabe para valorar la magnitud de las multitudes reunidas en las manifestaciones realizadas en esta época por quienes entienden el momento que les toca vivir, las razones que provocan sus males y las necesidades que se derivan de ellas. Son cantidades, pero también calidades de ciudadanos, atravesados por las historias que ya soportaron o les contaron, suficiente conocimiento para temer lo que se viene si no se reacciona a tiempo.
A la espontaneidad de esas rebeldías lógicas, no logran acoplarse con la misma celeridad los dirigentes, algunos de los cuales cabalgan sobre los reclamos populares obligados más por el empujón de las masas que por sus convicciones tantas veces enlodadas en espúrios arreglos cupulares. Los más astutos avizoran el fin de sus liderazgos si no se avienen a sostener las protestas poniéndose al frente de ellas. Los otros, simplemente se hunden todavía más en los brazos del Poder que los soborna.
Pero están los auténticos, los que nunca flaquean ante los poderosos, los que jamás entregan sus convicciones por el miserable oro prebendario de los despóticos corruptores. Casi nunca reconocidos por los propios beneficiarios de sus luchas, pocas veces escuchadas sus palabras de advertencias, apartados de los mandos de las organizaciones a las que intentan autentificar con sus acciones.
Mil veces mencionados como corruptos, maldecidos por los mismos usufructuarios de sus actuaciones, embarrados por los medios con historias tan descabelladas como embaucadoras de las conciencias, son corridos de la escena para evitar sus inteligencias, para destruir sus influencias y terminar con sus legados.
Increíblemente, a esos empujones de los avaros del Poder y sus lacayos más cercanos, se les suman algunos temblorosos obsecuentes de otros tiempos, de cuando los líderes ahora vilipendiados estaban en su apogeo. Son los que estaban escondidos detras de máscaras de falsedades, disfrazados monigotes trasvestidos como lo que nunca serán, acurrucados bajo el ala protectora de quien sea, con tal de mantener sus hipócritas prebendas.
Ahora, ante el avance impiadoso de los ladrones de la historia, comienzan sus acercamientos a los rincones donde el Pueblo busca converger para barrer la basura neoliberal que lo sojuzga. Otra vez tiran las líneas para pescar en el revuelto río de los movimientos populares. Enseguida se presentan como la cara “sana” de la política opositora, los “auténticos” representantes de las ideas que siempre traicionaron.
El engaño solo puede funcionar por la aceptación de los engañados. La repetición de los sucesos debiera actuar como antídoto eficaz contra esta “malaria” politiquera que provoca la mortal fiebre del desprecio hacia la verdad y el odio a sus más lúcidos defensores. Una verdad que, aunque no sea única, es la congruencia de las que andan desperdigadas en los miles de esperanzados manifestantes que, “codo a codo”, sienten la voz del poeta soñando que “la gente viva feliz, aunque no tenga permiso”.

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