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viernes, 25 de mayo de 2018

EL AMANECER POSTERGADO

Por Roberto Marra

Cada amanecer es diferente. Cada uno trae la novedad inaplazable de lo diferente. Pero lo inevitable de un nuevo día es, a veces, postergado por la porfía maliciosa de quienes se piensan superiores, incluso ante la naturaleza. Hasta de eso son capaces los intérpretes de las pretensiosas e inarmónicas sinfonías del dolor y el odio, los que aplastan los deseos populares y someten a la esclavitud de las ideas basadas en el desprecio a la razón.
La historia de la humanidad es la historia de los enfrentamientos entre dominadores y dominados. La libertad se convirtió así, en el objeto del deseo más preciado por los embestidos por quienes parecen poderlo todo, solo hasta que se descubre que existen resquicios en las paredes de sus tiranías por donde trepar hasta saltar por encima de ellas y terminar con sus postergaciones.
La diferencia la hacen los intérpretes de esta obra eterna que alterna entre drama y comedia. La aparición de los sentimientos libertarios de los pueblos necesita de actores principales, esos que trazan una raya entre el antes y el después, los que marcan el camino y determinan los tiempos y los modos. Son los imprescindibles hacedores de las conciencias, creadores de utopías sin fronteras, inventores de proclamas de objetivos ciertos, conductores leales de los oprimidos y verdugos implacables de los opresores.
Entonces aparecen un Belgrano, un Moreno y un Castelli. Entonces la palabra libertad retoma su sentido auténtico y elude la apropiación miserable de su significado por los traidores y los temerosos. Es el momento de la creación infinita, del desparpajo de los valientes, del despertar de las ideas y de los pueblos, únicos hacedores de las verdaderas revoluciones. Es el cambio de época que eclosiona en un amanecer distinto, una primavera en pleno invierno, el florecimiento de una nueva cultura.
Claro que habrá quienes intenten nublar esa esperanza recién nacida. Hasta podrán, incluso, postergarla por décadas y siglos. Pero la semilla estará allí, en el humus fértil de una Patria que no ha terminado de nacer. Estará en el alma de los buenos hombres y las buenas mujeres, los sencillos albañiles de una construcción que derribaron tantas veces como fue reiniciada, porfiados actores de la bicentenaria “ópera prima” que no admiten que le bajen el telón a la ilusión de un nuevo día. Tal como en aquel Mayo portentoso, donde asomó, casi imperceptible, el cálido sol de la libertad. Ese mismo que ahora, tenemos que reconquistar.

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