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lunes, 16 de abril de 2018

LOS LACAYOS DE LOS ASESINOS

Imagen de "Gentiuno"
Por Roberto Marra

Mundo occidental y cristiano”, “civilización occidental”, “primer mundo”, “mundo desarrollado”. Esas son las denominaciones con las que se autodefinen los “dueños del mundo”, tratando de mostrar rasgos de una ideología que, tambien según sus propias descripciones, son el espejo donde debiéramos mirarnos para encontrar el ansiado camino hacia la “libertad”, otra vaga explicación de los amos planetarios para encausar nuestros pensamientos derechito hacia sus cárceles ideológicas.
No hace falta demasiada capacidad intelectual para notar sus verdaderas intenciones que, en algunos casos, hasta las explican con el descaro de quienes se saben impunes por la concentración de poder que acumulan desde hace siglos. Otras veces, solo actúan, ejercen con bestial crudeza sus “violencias necesarias”, disciplinamientos rutinarios de los pueblos que se atreven a desobedecer sus planes.
Mientras violan cuantas leyes hipócritas se hayan aprobado en esas organizaciones inútiles que les otorgan legitimidades a sus actos deleznables, mientras destruyen ciudades, acaban con culturas milenarias, arrasan economías prósperas y aplastan rebeldías justas con la muerte de centenares de miles de personas, lo justifican todo con inventados “peligros para la humanidad” jamas probados.
La muerte sirve, según estos fabricantes del infierno, para terminar con las “maldades” de gobernantes que osan enfrentarse a sus órdenes imperiales. Que no son otras que la de asumirse como esclavos y aprobar sin más sus planes de saqueos de las riquezas naturales, único objetivo que los mueve, primordial explicación para cada uno de sus escenas de perversión explícita.
Alrededor de los amos, siempre están los imprescindibles lacayos para sostener tanta ruindad. Son ellos quienes comunican con placer los éxitos de sus “señores”, festejando cuanta tropelía sirva para acabar con los atrevidos populistas y sus desechables seguidores, mediante discursos obsecuentes y repugnantes adhesiones a los peores actos que se puedan siquiera imaginar, con el único fin de permanecer en el poder de sus respectivos países, donde reproducen a escala las mentiras, el saqueo y los desmanes que aplauden a sus “jefes espirituales”.
El jefe local de esta banda de atracadores, es el primero y orgulloso defensor de los actos del Imperio al que sirve. Él y sus gerentes gobernantes, alentando la destrucción de otros pueblos (y del nuestro), también son responsables ante la historia por tanta muerte sin sentido (como no sea el de dominar a quienes todavía no pudieron), con “clases” de impunidades asesinas que ejercen aquí y ahora.
Promueven el odio como método para acabar con la resistencia de los que aun conservan rasgos de verdadera humanidad. Establecen reglas para terminar con las rebeliones de los pueblos escarnecidos. Castigan duro al que pretenda alzar la voz de la razón frente a tanta indignidad. Y pisotean los derechos más elementales, mientras se prometen felicidades postergadas, invariablemente, para “tiempos mejores”.
Mirando para otro lado, la “gente” continúa obnubilada con falsedades tan evidentes como la existencia del sol y la luna. Prefieren ver lo que no existe, escuchar lo que no se oye y repetir lo que no se piensa. La muerte parece demasiada lejana y solo sirve para derramar alguna lágrima de cocodrilo ante la apabullante verdad de un niño muerto por los misiles imperiales, mientras desde las pantallas de la mentira organizada se elaboran conjeturas sin sentido, justificando con una pestilente frivolidad cómplice, la destrucción de la vida y el final de la verdad.

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