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miércoles, 25 de abril de 2018

CIUDAD SIN ALMA

Imagen de "Guillermo Zysman"
Por Roberto Marra

La ciudad es mucho más que una acumulación de edificios en forma incoherente. La ciudad tiene derechos. Sus habitantes (todos) tienen que, solo por vivir en ella, ser partícipes de las decisiones que pudieran afectar sus intereses individuales y colectivos. La complejidad de las políticas que demanda una entidad de dimensiones tan grande en lo territorial y atravesada por complicados sistemas infraestructurales, además de la diversidad social que la compone y las dificultades en obtener los recursos para su mantenimiento y progreso, hace necesario abordar cada uno de los problemas o necesidades con la participación de todos los ciudadanos, artífices y destinatarios de todo lo que se decida.
Esta verdad de perogrullo, no pasa más que como una expresión de deseos poco tenidos en cuenta a la hora de la toma de decisiones de los gobiernos municipales. Suelen pregonarse, falsamente, como método demagógico de convencimiento de su población, fantasiosos “Planes Urbanos”, con presentaciones exuberantes, repletas de promesas y maquetas virtuales, escondiendo siempre objetivos de grandes negocios inmobiliarios, verdadera meta final de cada uno de los denominados “proyectos de participación público-privado”.
En Rosario, más de una década después del comienzo de uno de esos “planes de desarrollo”, el famoso “Puerto Norte” no pasa de ser un “monumento” al fracaso, simple amontonamiento de edificios que, producto de inversiones poco claras en sus orígenes, solo sirvió para un millonario negocio (¿o negociado?) de pocas (siempre las mismos) empresas constructoras e inmobiliarias.
Le sirvió, sin embargo, a los ocupantes del Palacio de Los Leones, para tomarse algunas fotos y presentar semejante adefecio antiurbano como una pobre reproducción de un Manhattan de bolsillo, como un atractivo turístico más de contemplación paisajística, destinados a simples paseos entre edificios casi deshabitados.
Ahora se acerca otro de esos tantos proyectos, no por casualidad presentados por las mismas empresas, pero ya directamente en el propio microcentro de Rosario. Los mismos grandes beneficiados de siempre, anulando las posibilidades de pensar una urbe mucho más lógica, amigable, de escala humana y respetando la historia que sostuvo su nacimiento y crecimiento.
Nada importa, cuando de ganar dinero se trata. Avasallando cuanto reglamento exista, anulando con el codo lo firmado no hace demasiado, pisotendo la historia ya derribada de los viejos monumentos de una arquitectura en vias de extinción, se aprestan a “discutir” en el Concejo la aceptación o no de este nuevo proyecto de la indignidad edilicia.
El “poderoso caballero” rondará por allí. Las manos se levantarán o no en base a devaríos discursivos que poco o nada aclararán sobre el trasfondo del hecho que se aprestan a “debatir”. Con la ausencia real de la ciudadanía, envueltos en ese halo de representatividad aparente que pareciera asegurar la presencia de nuestra palabra, nos comunicarán, un día, que se han realizado “importantes modificaciones al proyecto original” que, metros más o metros menos, terminará por otorgarle a los dueños reales de las decisiones, el poder para acabar con otro espacio de una ciudad a la que le están matando el alma.

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