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viernes, 16 de marzo de 2018

SEQUÍA DE MEMORIA

Imagen de "El Cronista"
Por Roberto Marra

Se vino la sequía. La del agua y la monetaria. El “campo”, esa denominación falsificadora de la realidad compleja de lo rural, está comenzando a molestarse por los problemas climáticos y la inequidad (ya histórica) en los alcances de la “presión fiscal”, eterno caballito de batalla de este sector social atravesado por posiciones oligárquicas que no responden al origen de la mayoría de sus integrantes, pero donde gran parte de los cuales se han mimetizado casi siempre con los poderosos integrantes de esa clase conformada en los orígenes de la Nación.
La realidad golpea la puerta de los chacareros menos ricos con la cachetada clásica del neoliberalismo, dirigida a quienes menos poder tienen, para otorgarle aun más a quienes ya poseen demasiado. A los factores climatológicos se les suman las políticas destinadas a proteger los intereses de los amigos e integrantes del Poder, esa vieja “familia” rural de prosapia tan oscura como rapaz.
Entonces comienzan las protestas. Que necesitan ayuda por las sequías, que por la disminución de las exportaciones, que por las deudas a las “cooperativas” (que cooperan muy poco) y mutuales, que por la imposibilidad de pagar los arrendamientos a los verdaderos dueños de lo rural. Aparece otra vez el tema de la segmentación de las retenciones, las mismas que rechazaron con ferocidad cuando el tratamiento de la modificación de la tristemente célebre “125”.
Nada nuevo bajo el sol. Simples y lógicas reacciones frente a lo inevitable y avisado. Pero el ser humano tiene una muy mala costumbre, que es, justamente, acostumbrarse muy rápido a lo bueno, creyéndolo perpetuo. Con un aditamente, tal cual es la negación de los orígenes, las razones de esa etapa virtuosa que aprovecharon como nadie en nuestro País.
Las 4x4, los departamentos para la nena o el nene, los lujos excesivos de sus casas en los pueblos, son, tal vez, solo imaginarios creados por quienes veían el rápido empoderamiento economico de estos sectores sojeros, alimentados por precios internacionales muy provechosos y también, aunque jamás lo reconocerán, por los subsidios que no dejaron nunca de tener, a pesar de sus oposiciones furiosas al Gobierno que se los otorgaba.
Hay que reconocer una “virtud” en el actual (des)gobierno: su rapidez para realizar los daños. Nadie como este montón de nepóticos soberbios hubiera podido lograr en tan poco tiempo que, hasta parte de sus aliados más pertinaces, les reclamaran por los resultados nefastos de sus políticas. Ninguno tan eficaz para endeudar sin destino a la Nación, arrastrando con ello, incluso, a quienes les dieron sustento real, desde la Pampa Húmeda, para avasallar los derechos de las mayorías en nombre de la avara acumulación de riquezas que pretendían extender al infinito.
Pero nada es eterno en este Mundo, y la pared de la maldita realidad aparece también elevándose ante los otrora acérrimos creyentes del prosaico credo del “cambio” antipopulista. Será muy difícil que lo admitan los integrantes de esta especie de sub-clase, tan compleja de definir, que conforman los productores rurales. Tan difícil como que reconozcan que salvaron sus tierras, crecieron sus producciones y elevaron sus riquezas gracias a aquellos que, tozudamente aun, insisten en que “se robaron todo”.

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