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sábado, 2 de diciembre de 2017

CUESTA ABAJO

Imagen de "www.noticiauno.com.ar"
Por Roberto Marra

Los representantes políticos de la ciudadanía suelen olvidarse que lo son. Muchas más son las veces que ignoran la responsabilidad de ser las voces del Pueblo, que las que recuerdan que ha sido la voluntad de mayorías, circunstanciales pero válidas, las que han hecho que estén donde están. Es casi autómático el cambio de actitud al asumir sus cargos, convirtiéndose, muchos de ellos y ellas en auténticos amnésicos de sus obligaciones con lo votado.
Es justo decir también que, por el lado de los ciudadanos, hay una apatía y permisividad que abona esa actitud despreciativa del mandato que debieran cumplir los mandatarios, si fueran honestos y leales, claro. Cierta laxitud y mucho lavado de cerebros mediático, terminan por otorgar un cheque en blanco para que decidan los electos, en vez de los electores, destinatarios evidentes de cualquier medida que se tome en los ámbitos del poder político.
Entonces suceden hechos como la votación de dos ordenanzas opuestas en sus concepciones en el Concejo Municipal de Rosario. Con la caradurez propia de los usurpadores de representatividad que son, cambian una regla votada por unanimidad prohibiendo el uso del glifosato dentro del ejido urbano de la ciudad, por otra donde se permiten productos más peligrosos todavía que el mencionado.
No se cuidan de permitirnos ver como los poderosos dueños de la producción agraria ejercieron tales presiones mediáticas y personales hasta lograr un cambio absoluto en sus votos, con la ridícula disculpa de haber tenido poca información en la primera votación. Semejantes idioteces solo pueden sostenerlas quienes no tienen altura moral para ejercer sus cargos, generando la sospecha de que algunas valijas circulan nuevamente por el Palacio Vasallo.
Aunque nos genere asco, la posición de los lobistas sojeros no causa extrañeza alguna. Su desprecio hacia la población ajena a sus negocios (y negociados) es parte de su condición de miserables asesinos del ambiente y, por su depredación, de la vida humana también.
Sin embargo, más enervación produce la acción degradante de la política de los concejales que votaron tamaño despropósito. Mucho más repele esa sarta de mendacidades para sostener sus votos, acompañados por los otros actores fundamentales para el logro de semejantes despropósitos: los medios de comunicación, cómplices indispensables de las muertes cotidianas provocadas por esa producción agraria fumigadora de los suelos y las verdades.
Pero ahí seguirán, levantando las manos de la indignidad para gobernar siempre para el Poder, nunca para el Pueblo. Ahí van, cuesta abajo en su derrotero de inmoralidades, ni siquiera sintiendo la vergüenza de haber sido elegidos para terminar no siendo lo que sus promesas generaron en tantos ilusos, que lloran ahora el viejo tiempo de la ética que, con estos concejales, nunca volverá.

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