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jueves, 23 de noviembre de 2017

ALIMENTANDO CHANCHOS

 
Por Roberto Marra
Lo que sucede, en cualquier ámbito y materia, no solo es producto de la acción de quien promueve y ejecuta un plan, sino también de quienes acompañan, ya sea apoyando o, simplemente, observando sin intervenir. Es cuando se suele decir, vulgarmente, que “la culpa de lo que pasa no es solo del chancho, sino de quien le da de comer”.
Aunque mucho más complejo que la descripción de ese popular dicho, sin embargo nos permite acercarnos a una realidad que atraviesa a la sociedad argentina. Porque nadie puede pensar, seriamente, que el actual gobierno nacional actúa con el desparpajo ilegal con que lo hace sin que medie un apoyo abierto o solapado de gran parte de la población y, lo que es más llamativo, de un número también importante de sectores que están paralizados ante los avasallamientos permanentes a los que se los somete.
El cimbronazo que provocó en la mayoría de los seguidores del anterior gobierno, todavía no les ha permitido tomar altura para ver mejor lo sucedido, sus causas originales y sus responsables. Pero, ni lerdos ni perezosos, los acostumbrados a las comodidades del poder y los vacíos de convicciones, rapidamente saltaron la valla y se colocaron en la vereda de enfrente de lo que hasta hace poco parecía que defendían.
La pérdida de espacios institucionales no es cosa menor. Con menos representantes en el Congreso, con personajes de dudosa moral que cambian de bando político como de camisa, la desorientación entre los partícipes de las ideas progresistas se acrecienta. La “panquequería” se ha vuelto un negocio muy rentable en esos ámbitos legislativos, tanto como el denuncismo judicial y la eliminación de los mejores hombres y mujeres de ese Poder.
Pero hay un “ellos y nosotros” que no cambió. Hay un abismo que separa estas dos corrientes fundamentales que atraviesa nuestra historia desde siempre. Hay una duda permanente derivada de las traiciones y las “transferencias” de muchos personajes, casi idolatrados en otros tiempos, al bando de los poderosos.
Y también hay una enorme cantidad de soñadores que no quieren abandonar sus ilusiones de construir una Nación más justa. Son mucho más que los títeres politiqueros de ocasión. Son, además, convencidos de una historia que ayudaron a generar. Están apabullados, doloridos, tristes y desorganizados. Pero están, son, existen.
No es mera carne de cañón electoralista, sino capacitada y conciente muchedumbre todavía desperdigada, pero capaz de unificarse si encuentran la señal que los oriente y a los líderes que la enarbolen. Ahí es cuando valdrá la pena alimentar al “chancho”. El enflaquecido “chancho” de la libertad y la esperanza.

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