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miércoles, 20 de septiembre de 2017

LA LIBERTAD ES MÍA, MÍA, MÍA

Imagen de "Psuv"
Por Roberto Marra

Todos recordamos la famosa frase pronunciada por el entonces Presidente de la Nación, Carlos Menem, cuando le indicaron que no podía aceptar esa famosa Ferrari que le había obsequiado un empresario italiano, por ser incompatible con su función. ¡“Es mía, mía, mía...”!, dijo, como si fuera un chico al que le quisieron quitar un juguete.
Más de dos décadas después, otro presidente, entonces un empresario muy favorecido por aquel otro mandatario, profundizador de aquellas mismas ideas conservadoras y neoliberales, parece estar repitiendo, por lo bajo y sin que se lo escuche decir abiertamente, esa misma frase, pero esta vez referida a la libertad de expresión.
Para lograr el acceso y el mantenimiento en el poder político, el sistema comunicacional ha sido su mejor arma. Años antes de que llegara a esta instancia gubernamental, la autodenominada “prensa independiente” fue minando las bases populares que sostenían un programa virtuoso de empoderamiento masivo de derechos, para lograr la adhesión a este nuevo engendro político de las élites de siempre.
Ahora, ya con la mitad de su mandato cumplido, parecen estar necesitando una profundización de sus medidas. No ocultan que las van a tomar. Las anuncian con fervor para despues de las elecciones. Pero, sabedores que sus consecuencias serán drasticamente negativas para la población, necesitan cubrir ese futuro nefasto con almibaradas opiniones de sus socios mediáticos, para convencer a las mayorías con mascaradas de futuros irreales.
Vienen por todo, incluso por nuestra libertad de opinión. Se cae definitivamente la careta que ocultaba, tras una sonrisa de ocasión, el gesto diabólico de las fauces bestiales de un sistema destinado a terminar hasta con el mínimo atisbo de oposición real, aunque solo sea en lo mediático.
Ahora comienzan, con el uso de su billetera inacabable, a comprar las voluntades de los dueños de los pocos medios que no les son fieles. Lentamente van despejando su camino hacia el absolutismo, apagando las voces representativas de un amplio sector de la ciudadanía, que quedará mediáticamente inerme frente a las atrocidades de un Poder que todo lo puede.
¡“Mía, mía, mía”!, seguirá gritando por lo bajo el poderoso de turno. Seguro que muchos no sienten que les vulneran sus derechos, por el odio irracional hacia quienes solo opinan diferente. Pero, más temprano que tarde, se darán cuenta que, al igual que aquel famoso poema alemán, cuando vengan por ellos, ya no quedará nadie que pueda decir nada.

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