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jueves, 27 de julio de 2017

PROSCENIO LEGISLATIVO

Imagen de "Página12"
Por Roberto Marra

El teatro es una de las más antiguas formas de expresión de la cultura de los pueblos. Surge, en principio, como ceremonias de culto a los dioses, con dramatizaciones que expresaban la espiritualidad colectiva de entonces. El carácter de manifestación sagrada es la base del surgimiento del teatro en todas las latitudes.
Sin embargo, aquí, en nuestro País, algunos autoencumbrados miembros del Poder Legislativo Nacional, han desarrollado un nuevo concepto para ese bello y tradicional modo de manifestación cultural, muy alejado de ese noble orígen espiritual.
Con libretos escritos en las oficinas de los medios dominantes, asesorados por un ridículo personaje que la va de erudito en engaños y mentiras, se presentan cada día en el escenario parlamentario para desarrollar actuaciones que envidiarían Mastroiani y Gassman.
Gritos, llantos, salidas y entradas de escena inesperadas, largas arengas planfetarias y miradas amenazantes, forman parte del arsenal histriónico de estos bufones de la política, a la que transforman en despreciable, por efecto de sus delirantes personificaciones.
Pero lo importante no está en lo que se muestra, sino en los objetivos ocultos tras esa pátina de miseria actoral. Los medios son los encargados de elaborar el caldo perverso de mendacidades que nos hacen tragar cada día, repitiendo una y otra vez las comedias legislativas, mientras el Poder Real camina sin obstáculos hacia el menoscabo de todos los derechos, el dominio absoluto de la economía y la exclusión de millones de ciudadanos.
Despidos masivos, aumentos tarifarios, destrucción de la industria nacional, desaparición de las producciones regionales, endeudamiento sin límites ni objetivos productivos, conforman ese cóctel de miserias que han preparado para emborracharnos de dolor y falsedades.
Niñez sin alimentos, adultos sin trabajo, salud menoscabada, educación sin futuro, vejez sin remedios, son y serán los resultados de estas asqueantes dramatizaciones legislativas que, lejos del carácter sagrado del originario teatro, solo servirán para encumbrar en el proscenio a los autores de un guión que terminarán aplaudidos por sus propias victimas.

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