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viernes, 7 de abril de 2017

SOBORNOS CHORIPANEROS

Imagen de Mis Fotosecuencias
Por Roberto Marra

El chorizo, ese noble embutido que ameniza (o amenizaba) nuestros asados domingueros, se ha convertido, por imperio de la intolerancia gubernamental, en un modo de denostación hacia los concurrentes a las manifestaciones populares. El choripán, la más auténtica comida rápida argentina (ampliamente superior a cualquier hamburguesa yanqui, hay que decirlo), es expuesto como soborno para promover la concurrencia a las marchas de protestas.
Este sencillo y popular alimento se ha convertido en el caballito de batalla de las hordas de señoras gordas participantes de las manifestaciones de la elegancia chic, consumidoras solo de bocaditos de fino caviar y sushi, por supuesto. El odio se transforma así, en cómica parodia, donde carcamanes engreídos pretenden aplastar la realidad con ridículos mensajes de desprecio clasista, disfrazado de honorabilidad.
Pero como no solo de pan (y chorizos) vive el hombre, la forma de transporte también forma parte de estas mendacidades. Alquilar un colectivo para llegar a los actos también es mostrado como parte del ritual corrupto de las masas arrastradas por líderes inescrupulosos y venales. Un mediático politiquero de doble apellido llegó incluso a decir que a cada manifestante se le paga 500 pesos, además del transporte y la comida. Con lo cual las manifestaciones de estos días habrían costado la friolera de ¡750 millones de pesos!
El payasesco discurso se aseguró antes, con el tableteo mediático de que “se robaron todo”, simple frase de imposible verificación real, pero de fácil y efectiva adhesión para los amplios sectores que buscan verdades a medida de sus odios ideológicos.  Mucho más fácil que pensar, es repetir. De ahí la enorme cantidad de adherentes  ganados entre los permanentes admiradores de las “clases altas”, que han dejado de lado los choripanes para morder con desgano apasionado el sushi de la vergüenza moral a la que son arrastrados.
Sin choripanes, ni colectivos, ni coca, ni vino, sin embargo son algunos de esos sectores de la clase media quienes sí terminaron sobornados por la maquinaria perversa de un Poder que, mientras tanto, se regodea en su altar de corrupciones ocultas, con los manjares robados a las mayorías empobrecidas, negándoles encima, el más simple de sus humeantes y grasosos derechos: el chorizo.

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