EL FINAL DE LAS MÁSCARAS

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Por Roberto Marra

Fiel a la base publicitaria de su llegada a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, el “Hada buena” Vidal se mostró en todo momento conservando un tono suave y monocorde en sus discursos, vacíos de contenidos concretos, pero siempre con repetidas expresiones de llamados a la “unión de los argentinos” y otras linduras por el estilo.

Eficientes marketineros, los “grupos de tareas” publicitarios del “mejor equipo”, lograron crear un personaje a la medida de los deseos públicos impuestos, conformados tras años de insistencia mediática sobre crispaciones y soberbias atribuidas a su odiada contracara política.

Actriz consumada, la señora Vidal exhibió, hasta ahora, una expresión de bondad permanente, con una semi-sonrisa de Gioconda y miradas de aparente comprensión de los padecimientos ajenos. Pero, lejos del “Amor después del amor” de Fito Páez, después de esta aparente tierna etapa de empatía con el Pueblo, vino el desprecio, el odio y el ataque a sus reclamos.

Se desató allí la verdadera Vidal, la que estaba escondida tras esa máscara de “colombina” de este carnaval para pocos que padecemos, para mostrar sus uñas embrujadas de pasión antipopular. Al igual que su mentor nacional, la paciencia no parece ser su fuerte, desatando su furia con amenazas y mostrando ilegales zanahorias para disolver la unidad de los maestros que luchan por la dignidad de sus salarios.

La fábrica de mentiras y mentirosos continuará sus intentos por encubrir los bajos instintos de estos falsos profetas de la nobleza y la generosidad. Recompondrán las máscaras, retocarán sus sonrisas giocondinas, surgirán nuevas palabras en su breve diccionario del desprecio a lo popular y aparecerán algunas dádivas para apaciguar los ánimos de los trabajadores.

Detrás de todo eso, tras las bambalinas de un escenario ocupado por los gerentes del Poder, los medios siguen con sus provocaciones al sentido común, destruyendo la verdad de la miseria que ya toca a nuestras puertas, intentando postergar la inevitable comprensión de la realidad que sus perversos mandantes crearon.

Solo están buscando tiempo. Tiempo para profundizar su poder, escondidos en sonrisas como las de Vidal o saludos a la nada de Macri. Tiempo para apoderarse de lo que aún no pudieron. Tiempo para consagrar como inevitable la aceptación de la pobreza de las mayorías. Tiempo que el Pueblo está obligado, por demanda de la historia y de la vida, a no otorgarles más.