EL ÁGORA DE LAS CALLES

Imagen de El Día de Gualeguaychú

Por Roberto Marra

Suenan tambores de repulsa a las políticas económicas del gobierno nacional. Centenares de miles de personas en la calle no parecen originadas en caprichosas demandas comandadas por el enemigo “populista” del gobierno, menos aún producto de decisiones de las cúpulas cegetistas, más proclives a las componendas con los poderosos que a liderar a sus (supuestos) “compañeros”.

Es que, como todos sabemos y la historia confirma, los absurdos ajustes economicistas tienen el límite duro de las necesidades de sobrevivencia, ante lo cual las reacciones se tornan incontenibles. Muy lejos de atender estas razones, los gerentes convertidos en ministros negadores de la realidad, reconvierten sus discursos sin modificar las políticas y, mucho menos, sus consecuencias.

Gatopardistas por antonomasia, cubiertos por una pátina de simulada honradez, valor que ni siquiera comprenden, reformulan sus medidas antipopulares intentando convencer a los afectados de culpas ajenas  a sus propias decisiones, presentadas siempre con publicidades destinadas a mentes de jardín de infantes.

Ante tanta disimulada perfidia, el triunvirato de cuasi-empresarios cegetistas elude su supuesta representatividad, con discursos cómplices del Poder y desdeñoso de los reclamos de los trabajadores. Con la insolencia de los soberbios, siembra culpas por el episodio de la huida del palco, para minimizar un costo que se les está tornando irreversible.

La conocida retahíla conservadora de la inutilidad de un paro, no por repetida, deja de tener influencia en la sociedad, gracias a la estudiada mediatización de las opiniones de los profetas del sacrificio ajeno. Los tres panelistas de la degradación sindical los acompañan, balbuceando fechas, como si se tratara de apuestas en un bingo, mientras la calle bulle buscando respuestas a sus bolsillos devastados.

Nada, en política, es tan lineal como para pensar en finales anticipados o bruscos cambios favorables a los trabajadores por parte de los Ceos del Poder. Pero el primer paso para despertar, es abrir los ojos. Y ver que la soledad se desvanece cuando la muchedumbre comienza a caminar en un solo sentido. Y que la democracia retoma su sensatez cuando el Pueblo asume su condición en el ágora de las calles.