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Este tema de los maestros, sus huelgas y los “solidarios”
oferentes para sus reemplazos, nos pone a pensar que devela un problema mucho
más grave y que tiene origen en los paradigmas sociales, en los modelos a
seguir que se impulsan desde lo más alto.
Se cuenta que allá por los '60, Aníbal Troilo buscó al gran
cantor sureño Oscar Del Cerro para que integre su orquesta, propuesta que fue
rechazada por el cantor, para el asombro del mismo Troilo, el ambiente musical
de la época y los amigos en común. Se dice también que Del Cerro habló
largamente con el bandoneonista para explicar los motivos de su increíble
determinación (recordemos que cantar con Troilo era, para cualquier cantor de
aquellos años, lo más parecido a la gloria y un pasaje seguro a la perduración
artística), que pensaba que la orquesta "era demasiado para él" que
"Usted maestro, lo tuvo a Marino, a Floreal, a Rivero, y ese es un traje
demasiado grande para mí". Troilo le habló de la admiración que sentía por
él, pero el cantor finalmente declinó la oferta y los admiradores de Troilo y
Del Cerro nos perdimos la posibilidad de escucharlos juntos.
Quizás haya sido un caso de humildad extrema o de actitud
medrosa ante una oportunidad de tal envergadura, o tal vez -y podemos conjeturar
que por ahí pudo venir la mano- de la conciencia exacta que tenía Del Cerro
sobre lo que significaba tomar una vacante que tan superlativos cantores habían
ocupado. Claro que no lo sabemos, ni podemos emitir juicio certero, pero parece
un claro ejemplo del valor que se le daba a los paradigmas y a la exacta medida
de los lugares que ocupamos o estamos capacitados para ocupar.
Trasladando la anécdota a este tiempo, se puede inferir que
el valor del paradigma como "ejemplo a seguir" sigue existiendo. Lo
que definitivamente ha cambiado es la calidad y contenido de los modelos que se
siguen. Es decir, cuando la máxima dignidad de la Nación la ocupa un “vivo de
tienda”, un “chorito” audaz que no puede articular dos frases seguidas sin que
se las dicten, no es de extrañar que algunos ciudadanos crean que pueden sustituir
el trabajo formador de un docente. Que porque se saben las tablas o leyeron
algún librito de historia pueden reemplazar a una persona que se ha preparado durante
años, para la difícil tarea de transmitir conocimientos, para aquello que
Aristóteles consideraba la "tarea suma entre todas las tareas" (de
allí que en su antigua etimología, maestro venga de "Magister", que
significa "El que es más, el que puede dar"). Así, mientras más rasos
y deteriorados sean los paradigmas de un modelo social, peores serán sus
admiradores y más fatales los resultados.
Tal vez ahí está la gran batalla cultural que se sigue
perdiendo y el territorio a reconquistar, porque el ejemplo de lo ocurrido con
los "rompehuelgas" tiene un carácter simbólico demasiado importante
como para reducirlo al ámbito de una lucha gremial. Es mucho, muchísimo más que
eso. Es la estrategia de una clase que quiere recuperar la supremacía sobre la
ilustración y el conocimiento, para que no cualquier “negrito” pueda llegar a
la universidad o hablar de historia con sentido crítico. De eso quizás se
trate, del retorno del Billiken, en formato nacional.
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