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lunes, 13 de febrero de 2017

EMPRESARIOS Y… EMPRESARIOS

Imagen de El Destape
Por Roberto Marra

En épocas de paritarias negadas o devaluadas, los trabajadores se enfrentan a un doble apriete. A la tradicional poca disposición de los gobiernos neoliberales a permitir aumentos de salarios y mejoras en las condiciones de trabajo, se agrega la “espada de Damocles” del desempleo latente, que empuja a aceptar cualquier cosa, con tal de sobrevivir al ataque especulativo empresarial, sector siempre dispuesto a despedir a sus explotados, como extraño método de “desarrollo”.
Es que los grandes empresarios (por el tamaño de sus empresas, no por su moral) tienden a tener conductas más propias de “modernos” esclavistas que de propietarios de empresas. Su ideal consistiría, tal vez, en emplear personas que solo hagan sus trabajos en silencio, ganando lo mínimo para sobrevivir y que nunca reclamen nada.
A esos límites tienden las decisiones económicas que toma el gobierno de las élites y los Ceos. Con esas premisas lanzan sus proclamas antiinflacionarias, para las cuales siempre será necesario “sacrificarse” para que, en un futuro imposible de determinar, accedamos a los beneficios de tanta entrega (la nuestra) y tanto lucro (el de ellos).
Raros industriales estos,  que aceptan la apertura de las importaciones con alegría, a sabiendas que destruirá lo poco de nacional que todavía conserva la producción. Junto a sus aliados incondicionales de los monopólicos sectores agrarios, saben que sus empresas no sufrirán nunca el castigo de tanta introducción de productos extranjeros, protegidos por ser, ellos mismos, quienes dictan las políticas que sustentan el actual proceso de liquidación de la Nación.
En la vereda de enfrente están los pequeños empresarios, que saben de la importancia del mercado interno para su subsistencia y desarrollo. Conocen de estas mismas maniobras destructoras de sus esfuerzos, que han arrasado con ellas más de una vez.
 
Falta, tal vez, la imprescindible comprensión de la necesidad de la unidad con sus propios trabajadores, a quienes deberán dejar de ver meramente como sus empleados, para poder hacer frente a la injusticia de un sistema perverso que se los tragará a todos sin piedad.
Será solo entonces, cuando se organice semejante unidad de acción, el momento del cambio real. Uno que dé vuelta para siempre la página de una historia que no deja de repetirse, atrapando a trabajadores y pequeños empresarios por igual en odios y rencores falsos, inventados por el mismo enemigo que los arrastra a la miseria y la desaparición, utilizando el poderoso aparato mediático del olvido.

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