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lunes, 14 de noviembre de 2016

LA DESMEMORIA

Imagen Dreamstime
Por Roberto Marra

La memoria es un instrumento que nos permite transitar la vida con algunas certezas. Los recuerdos nos ayudan a encontrar mejores respuestas a la hora de definir nuestros actos, disminuyendo la probabilidad de cometer los mismos errores del pasado. Pero en el “País del Nomeacuerdo” reinante, trágica imitación de esa poesía inolvidable de María Elena Walsh, parece que un extraño viento, cargado de lamentos y pesadillas fatales, nos viene atravesando, forjando una sociedad mayoritariamente amnésica.
Los jubilados no se acuerdan por qué pudieron serlo, los trabajadores no se acuerdan que sus salarios estaban por encima de la inflación, los maestros no se acuerdan de que ya no tuvieron que hacer carpas blancas, los jóvenes no se acuerdan que tuvieron la posibilidad de llegar a la Universidad, el ama de casa no se acuerda que sí pudo soñar con jubilarse, las madres no se acuerdan que sus hijos tenían alimentos y salud asegurados, los profesionales no se acuerdan que ya no tenían que convertirse en taxistas, los comerciantes no se acuerdan que les compraban como nunca, los industriales no se acuerdan que jamás produjeron tanto, los automovilistas no se acuerdan que pudieron cambiar sus autos, los bancarios no se acuerdan que superaron con creces al mínimo no imponible, los inquilinos no se acuerdan que pudieron construir sus viviendas, los viajeros no se acuerdan de las vacaciones que por fin pudieron disfrutar, los nostalgiosos no se acuerdan de la reaparición de los trenes, los enfermos no se acuerdan de los medicamentos gratuitos, los actores no se acuerdan que nunca se produjo tanto cine, las mujeres no se acuerdan de los derechos que se les reconocieron, los deportistas no se acuerdan que se les otorgó becas, los camioneros no se acuerdan que les asfaltaron rutas y les construyeron autopistas, los gremialistas no se acuerdan que siempre tuvieron paritarias, los obreros no se acuerdan de la felicidad del trabajo seguro, los empleados estatales no se acuerdan de la estabilidad de sus cargos, los productores agrarios no se acuerdan que acumularon fortunas ensiladas (bueno, estos si se acuerdan y se ríen del resto)…

Enamorados de los embajadores de las desgracias, los desmemoriados pretenden ignorar lo que vivieron y sintieron, con tal de satisfacer sus rencores de imposibilitados de inteligencia. Insuflados sus egos olvidadizos por efecto del rencor promovido desde el Poder, terminan derribando los puentes al mundo que alguna vez soñaron, y despreciando a quienes construyeron esos puentes.
El raro mecanismo de autoflagelación por efecto del olvido, tiene millones de adeptos en nuestro País. Como enceguecidas mariposas nocturnas, vuelan directo al fuego de la indigencia y el abandono seguros, acicateados por mensajes alienantes de los agentes perversos del mal, los mediáticos reproductores de estigmas y mentiras que así intentan asegurar sus poderes miserables y el de sus amos locales e imperiales.
Pero ningún fuego se extingue del todo y ninguna planta deja de producir sus semillas. En algún rincón recóndito de las almas de cada uno, están olvidados los recuerdos, pero capaces todavía de retomar los prodigiosos caminos de reconstrucción de la memoria popular. Entonces podremos cantar, como la inolvidable Poeta de los Niños que… “Hice un nudo en el pañuelo, Pero me olvidé después, Que no era la única vez, Y volví cantando”.

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