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La convocatoria a “desratizar
el Poder Judicial”, enunciada por el fiscal German Moldes la pasada semana
asume reminiscencias históricas y sociales muy ligadas a las metáforas con las
cuales se han estigmatizado, históricamente, a determinados colectivos y se han
montado las bases para su posterior persecución. El hecho que el fiscal Moldes
haya sido denunciado por el extinto Alberto Nisman como uno de los responsables
de proteger a los encubridores de la Causa AMIA, en la cual lo “judío” aparece
como un elemento central, resignifica la terminología adoptada para cuestionar
a jueces y fiscales que no comparten sus criterios inquisitoriales.
“Ratas judías” fue una de las formas de catalogación mediante la cual
se inició el proceso de deshumanización que concluyó en las cámaras de gas.
Gran parte del proceso de exterminio incluyó un pesticida utilizado a fines del
siglo XIX para la desratización de vagones de ferrocarril y bodegas, el Zyklón
B, elaborado por la compañía IG Farben, consorcio de tres empresas alemanas
entre la que se destacaba la conocida Bayer. La analogía zoológica y la
fumigación que conlleva el vínculo con los roedores fue recuperada
creativamente por Art Spiegelman, el reconocido autor de la historieta Maus,
relato de un sobreviviente para graficar y denunciar la vida de sus padres en
los campos de concentración, instaurados por el nazismo. Las dos partes de Maus
–“Mi padre sangra historia” y “Allí empezaron mis problemas”– se convirtieron
en 1992 en la primera historieta en obtener un premio “Pulitzer”, otorgado por
transmitir en forma artística y desgarradora la deshumanización (“ratización”)
que requieren ciertos modelos de dominación para cometer sus crímenes
desligados de la ética y de sus efervescencias culpabilizadoras. Cuando se
define al otro como una rata y se convence al entorno de esa “cualidad” se
llega al estadio en que el otro ya no merece el mas mínimo espacio de
compasión.
La primer etapa de todo proceso de discriminación requiere del
“etiquetamiento”. Y este incluye convertir al otro, al enemigo, al inferior, al
oponente, en algo no humano. El “otro” ya no es la expresión de una diferencia,
un conflicto, un debate, una discusión, una “brecha”, un oponente político. El
“otro” –ahora, para Moldes– se convirtió en algo no humano. En una rata. En
algo que puede/debe desratizarse. Lo que de ninguna manera puede llegar a ser
cuestionable porque “nos salva”, nos libra del peligro que la peste bubónica
supone. El contagio. Las ratas contaminan. Así dicen los gatos nazis a los
ratones judíos, en Maus. Desratizar es de alguna manera mejorar la especie. O
–en la versión “Comodoro Py”– contribuir a un Poder Judicial sin múridos. Ante
la peligrosa presencia de los roedores, es dable pensar en la utilización de
del Zyklón B vernáculo, entre los pasillos y despachos de quienes no pretenden
someterse a la hegemonía neoliberal del poder.
Desratizar es aceptar una Justicia donde los ganadores son los
encargados de definir quiénes son las ratas y quiénes son los hombres. Y en ese
trámite no hay “enfrentamiento”, no hay un Otro con el cual difiero o entro en
conflicto. El otro es una rata. Y con las ratas no se discute. Solo se las
desratiza. Desratizar es una convocatoria a eludir el conflicto político. Es
también una forma de clausurarlo. Ya no hay brecha. Ya no hay diferencias. Hay
sólo hombres versus ratas.
El sociólogo canadiense Erving Goffman analizó durante décadas el
mecanismo por el cual algunos grupos sociales se dedican a estigmatizar a otros
mediante clasificaciones inferiorizadoras. Dichos grupos utilizan “etiquetas”
para reducir y esencializar a otros grupos y/o individuos para que sean
reconocidos por una única cualidad o característica, generalmente negativa.
Esos rotulamientos despectivos –una vez que se difuminan, se instalan y se
instituyen como sentido común– aceleran una discriminación menos conflictiva,
más “aceptada” por el entorno social, y por lo tanto más propicia para las
segregaciones, las exclusiones y todas las violencias asociadas.
Fue así como se logró convencer a la sociedad alemana del peligro del
judío, el gitano y/o el comunista. Primero fue necesario “construir” un sujeto
que sea digno del desprecio y el odio. Fue imprescindible instaurar una pátina
de maldad sobre el grupo social etiqeutado. Y, frente a la peste de las ratas y
a la evidencia de la maldad, solo queda “la defensa propia”. Es decir,
desratizar. Para que sea posible asesinar pueblos originarios hay que
catalogarlos –primero– de salvajes. Y hubo que justificar –paralelamente– que
cortarle sus orejas era una evidente forma de civilización. Para esclavizar
afrodescendientes con cierta legitimidad fue necesario nominarlos –y convencer
de dicha caracterización– como sub-humanos, bestias de carga, cuerpos aptos
para ser comprados y vendidos. Para enviar a personas con síndrome de Down a
las cámaras de gas fue requisito catalogarlos inicialmente como portadores de
“vidas que no merecen ser vividas”. Para detener musulmanes hay que
“construirlos” –a todos– como terroristas. Para perseguir inmigrantes
latinoamericanos hay que agruparlos como narcotraficantes actuales o
potenciales. Para golpear a un individuo gay hay que instituirlo como
integrante de un grupo de enfermos y pervertidos. Para lograr (poder) torturar
una embarazada –en la ESMA o en cualquier otro centro de detención– fue
imprescindible asociar a esa mujer con el “cáncer subversivo que corroe la
sociedad”. Para continuar con la permanente sangría de femicidios es necesario
persuadir a los varones (de ayer y de hoy) acerca del carácter de maldad
intrínseca, debilidad y “brujidad” de la condición femenina.
Después de Auschwitz la asociación con las ratas y la desratización no
parece ser el discurso engolado y republicano que suelen vociferar quienes
postulan el escéptico mundo de las normas. Pierre Bourdieu detalló hace unas
décadas que toda clasificación (que hacemos) nos clasifica. Es decir: las
formas que tenemos de ver el mundo, de nombrarlo, de caracterizar a los otros
es la forma con la cual nos identificamos. Y la violencia simbólica –la de las
palabras– es el territorio donde histórica y recurrentemente, se afilan las
armas persecutorias de la violencia material. Siempre.
* Sociólogo, periodista, ex director ejecutivo de la DAIA y presidente
del Llamamiento de Argentinos Judíos.
Publicado en Página12
EL PODER JUDICIAL SUFRE O GOZA DE UNA POLITICA DE PALO Y ZANAHORIA
ResponderEliminarY QUE A LA FRASE LA CABEN INTERPRETACIONES.
Macri volvió a emitir deuda y parece nomás que sigue lavando dinero Con offshores activas, corrupcion libre de cualquier objeción judicial.
O corrupción judicial? jueces presionados, jueces que renuncian, jueces puestos por decreto.
Hay ollas populares en numerosas provincias.
Organizaciones sociales que son tratadas como delincuentes, rodeadas las ollas populares por fuerzas de seguridad. Porque piden un trabajo digno, basta de despidos y que se disminuya esta pobreza de golpe generada.
Represión de manifestantes, golpes, balas de goma apremios ilegales. ,
Mauricio endeuda a la Argentina más de lo planificado en este año.
Ajuste, mas despidos, la entrega de empresas estatales a privados.
Corrupción sin objeción judicial, CEO negociados y arbitrarias licitaciones que enriquecen , funcionarios, empresarios amigotes, la burla de todos con enrroque de funcionarios y siguen apareciendo offchores de M.M. y sus CEO-funcionarios .
Los medios indulgentes y ocultadores.
Mientras los periodistas opositores incluso, valientes relatores de la realidad que pasa el pais gente simplemente con ética profesional, son casi totalmente margimados, debido a la existencia de una corporación mediatica y ha que son corridos de los espacios de la tv y radio publica.
Periodistas vendidos que emiten editoriales totalmente a favor de este descalabro de confiscación de derechos y remate de los bienes del estado de todos los argentinos, editoriales a favor de la arancelacion de las universidades o pro privatzacion.
Las redes sociales tomadas por trols pagos incluso desde el gobierno, que insultan y pegan frases xenofóbicas y de persecución política, el INADI debilitado Y sufriendo inseguridad laboral