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En una reciente conferencia
organizada por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, el
economista Miguel Broda señaló que “las crisis son el paraíso para el próximo
ministro de Economía”. Ante el auditorio compuesto por los principales
empresarios del país, el gurú ortodoxo se explayó: “Es más fácil reconstruir
una casa cuando más destruida está que cuando simplemente está agujereada”. Por
eso, el “analgésico y antiinflamatorio” plan del ministro Axel Kicillof, al
evitar que la economía argentina se destruya en 2015, fue considerado por Broda
como un escollo para que el próximo gobierno aplique “un programa de shock
inicial” para implementar el “inexorable ajuste”.
La idea de la crisis como oportunidad para el ajuste no es original de
los ortodoxos criollos. A comienzos de los noventa, desde ámbitos académicos
sajones se señalaba que “las crisis y emergencias pueden mejorar el bienestar y
por lo tanto son deseables, porque pueden animar a líderes y a los ciudadanos a
aceptar medidas de ajuste” (Drazen y Grilli, “The Benefits of Crises for
Economic Reforms”, The American Economic Review).
En la historia argentina se puede rastrear también la utilización de
las crisis económicas como oportunidad para la aplicación de programas
económicos de corte conservador. La crisis del treinta fue aprovechada para
derribar al gobierno de Yrigoyen e implementar un plan económico que descargaba
los costos de esa crisis sobre las mayorías populares. El Rodrigazo fue
diseñado por técnicos neoliberales encumbrados en el Ministerio de Economía
durante el gobierno de Isabel para provocar un descalabro socioeconómico que
justificara el posterior programa de Martínez de Hoz. La corrida cambiaria e
hiperinflación que se llevó puesto al gobierno de Alfonsín fue también la
oportunidad para que gran parte de nuestra sociedad aceptara la privatización
de empresas y los despidos masivos a comienzos del menemismo.
A falta de una crisis real que despida al gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner, algunos fundamentalistas del ajuste ortodoxo se dedican
a inventarla. Curiosas teorías monetarias que pasan por alto la diferencia
entre un Banco Central y uno comercial para anunciar la quiebra del BCRA;
prédicas extravagantes contra las deudas en pesos e intrasector público para
justificar la obediencia a los mandatos del juez Griesa; costos salariales
inflados para promover una megadevaluación; prédica antisubsidios que
prenuncian un extraño tarifazo antiinflacionario; invasiones de chinos que
ocupan nuestros puestos de trabajo. Todas esas sentencias son algunas de las
creativas formas encontradas para legitimar el cambio del rumbo económico por
un futuro gobierno.
La metodología tampoco es nueva; ya la dictadura de Aramburu contó con
la colaboración de Raúl Prebisch, quien planteó que el gobierno de Juan Perón
había dejado a la Argentina en “la crisis más aguda de su desarrollo
económico”. Para estar prevenidos, vale recordar la respuesta de Arturo
Jauretche en El plan Prebisch. Retorno al coloniaje: “La crisis del doctor
Prebisch es la crisis óptima, la mejor crisis del mundo, la crisis perfecta, la
que nadie podrá superar ni demostrar, porque sólo existe en la imaginación del
doctor Prebisch y en los tenebrosos propósitos de quienes la utilizarán como
pretexto para desmantelar el país y sumirlo en la verdadera y permanente crisis
económica y espiritual que caracteriza a toda factoría”.
*Publicado en Página12
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