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lunes, 25 de mayo de 2015

LA INDUSTRIA COMO EJE

Imagen southatlantic.com.br
Por Federico Vaccarezza *

En los últimos años, hemos venido asistiendo a la transformación de un sistema mundial unipolar con preeminencia del poder estadounidense hacia una emergente multipolaridad con ejes en Rusia y China. No es una situación menor, dado que la transición sistémica genera tensiones y transformaciones en las estructuras políticas, jurídicas, económicas y sociales que hacen a un orden establecido y a la estabilidad global.
Interpretando los lineamientos teóricos del académico y diplomático argentino Juan Carlos Puig, podemos afirmar que este fenómeno emergente permite una ampliación de los márgenes de maniobra en la política internacional para los países sudamericanos y consecuentemente genera una influencia directa en la reconfiguración de esquemas de integración latinoamericana. La Unasur es un claro ejemplo.

Pero cuando hablamos de integración latinoamericana hay que tener en cuenta que, en este ámbito, conviven hoy quince estructuras supraestatales y subregionales que abordan diversas esferas y competencias, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿frente a esta nueva reconfiguración del sistema internacional no es acaso posible comenzar a pensar en el objetivo de impulsar un esquema de integración único que pueda subsumir en su interior a los restantes catorce? ¿Qué nos impide dialogar entre no- sotros con el objetivo de adoptar una postura y una visión regional común para definir su lugar presente y futuro en el sistema internacional?

Por otro lado, si algo ha sido común en las diversas experiencias integradoras latinoamericanas es la premura con la que nos disponemos a hablar de libre comercio y lo tímidos que hemos sido en elevar propuestas de una Política Industrial Común como eje de la integración económica regional. Esto último podría representar un verdadero giro copernicano en los objetivos y propuestas integracionistas.

Si hemos dilucidado claramente los efectos de las políticas comerciales sobre el patrón de desigualdades regionales y también en el interior de los estados, ¿cómo es que no hemos creado los mecanismos de integración regional que busquen contrarrestar estos efectos en base a una Política Industrial Regional Común con metas de convergencia con el objetivo de reducir las desigualdades?

Si algunos basándose en análisis parciales consideraran que no sería posible a nivel sudamericano, ¿sería al menos factible considerarlo a nivel subregional? ¿Qué nos impide dejar de lado los individualismos en pos de un objetivo histórico mucho más grande?

El avance hacia una política industrial común no implica el retorno a un proteccionismo restrictivo que limite los objetivos de comercio de los países miembros sino dar entidad a la política industrial común como un eje de la integración regional con el objetivo de cerrar definitivamente la brecha histórica de atraso relativo de los países de la región en relación a los países desarrollados.

Probablemente, no sea que los países sudamericanos busquen estrechar vínculos con las potencias emergente (o re emergentes) que les permitan ampliar su margen de maniobra en una transición firme al multipolarismo sino que, aún no hemos considerado genuinamente la opción de fortalecer y priorizar los lazos internos en base a la producción mancomunada. Aunque son muchos los desafíos de un proceso de integración regional, también son abundantes los estímulos para abordar el mismo.

* Licenciado en Relaciones Internacionales. Magister en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTRef).
Publicado en Página12

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