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Ahora sí que estamos asistiendo a la expresión definitiva de un hecho
histórico: se pueden destruir pueblos, derribar aviones, los fondos buitre y el
capital financiero pueden intentar destruir la barrera de la soberanía, etc.,
que no existe ninguna instancia mundial, organismo internacional o potencia
geopolítica que pueda intervenir de modo determinante.
Asistimos al eclipse definitivo
de los mecanismos políticos de regulación y a la reconfiguración de un nuevo
tipo de realidad geopolítica, donde se insinúan las primeras alianzas. Desde
cualquier móvil o pantalla se pueden filmar todo tipo de masacres, sin
necesidad de apelar al “velo” de la Segunda Guerra Mundial frente a la imagen.
Hace años, en una intervención en Buenos Aires, me permitía asegurar que de
ahora en más el horror mismo velará el horror. La comunidad internacional se
disuelve en la sociedad del espectáculo. ¿Significa esto que estamos en la
época del “Otro que no existe”, donde ninguna barrera o brújula ética mantiene
aún su eficacia simbólica?
Por un lado es evidente que sí,
por otro se debe constatar que esta ausencia del Otro de la regulación
simbólica está atravesada por el gran Otro del capital y el circuito de la
mercancía, la única realidad que no se desvanece en el aire. No sólo la guerra,
la matanza, la extensión del dolor no la afectan sino que más bien la
consolidan. Una prueba definitiva de esta disolución de la comunidad
internacional, que aún conservaba su impronta kantiana de aspiración a la paz,
es que el nombre judío, símbolo de una universalidad abierta, no clausurable en
ninguna identidad y vinculado con las grandes gestas emancipatorias del
Espíritu, pueda ser apropiado o quiera ser apropiado por una razón de Estado
estrictamente militar. ¿En qué se convertirá el mundo cuando se confirme la
vertiginosa caída de los organismos internacionales en su capacidad reguladora?
Tal vez de esta “animalidad” lograda hablaba el filósofo Kojêve en El fin de la
Historia. Qué gran apuesta sería conseguir mostrar que en Latinoamérica late
otro modo de mantener la presencia del mundo en sus posibilidades abiertas, por
fuera del deseo de los grandes poderes de habitar el planeta como bestias.
*
Psicoanalista y escritor. Consejero cultural de la Embajada Argentina en
España.
Publicado
en Página12
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