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Algunos ponen en duda que haya existido esa
pintada festejando la proximidad de la muerte de Evita, pero lo
indudable es que esa frase refleja fielmente el odio que sentía un
sector de la sociedad hacia esa mujer y que se materializó tras el
sangriento golpe de Estado militar de 1955 –al que algunos insisten en
denominar simplemente Revolución Libertadora, como si no reconocerla
como dictadura lavaría la sangre de los bombardeos y fusilamientos–, con
la destrucción y mutilación de bustos y retratos de Evita, así como el
secuestro y las vejaciones que sufrió su cadáver.
Se habrá escrito o no esa frase en una pared de Buenos Aires. Casi no
importa la veracidad del hecho. La historia se ocupó de demostrar que
graficaba acertadamente el odio de una clase hacia lo que representaba
–representa– Evita. Tanto odio como el que se reflejaba en el léxico
antiperonista hacia sus enemigos de clase: "cabecitas negras", "grasas",
"gronchos", y hasta el término "aluvión zoológico" usado para definir
la llegada del peronismo al poder central.
Odio, en toda su dimensión.
Una buena pintura de ese sentimiento y su justificación por parte de un
"selecto" grupo de antiperonistas furiosos se puede leer en Los profetas
del odio, de Arturo Jauretche –editado en 1956–, donde analiza la
actitud de intelectuales de aquella época que festejaron el sangriento
final del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, como Eduardo Mallea,
Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada.
En estos días, una intelectual fervientemente antikirchnerista describe
en un ensayo escrito para un semanario "al odio, como un mal de época".
Beatriz Sarlo, de ella se trata, encuentra en los gobiernos de Néstor
Kirchner y Cristina Fernández a los culpables del odio que se desparrama
en los últimos años sobre la sociedad argentina. "El fuerte
personalismo del estilo presidencial en el ejercicio del poder", un
"liderazgo intolerante", aparecen en este ensayo como el huevo de la
serpiente del odio reinante.
Para un sector de los denominados "formadores de opinión", el odio es
responsabilidad del kirchnerismo, así como la tan mencionada
"crispación" de una sociedad que aparece en la última década generando
enfrentamientos en un país que, según esta hipótesis, siempre vivió las
controversias en paz, sin sangre, sin bandos ferozmente enfrentados.
La crispación, así como el odio, es un sentimiento que el kirchnerismo
creó en la Argentina, como una suerte de Frankestein formado con las
peores partes del peronismo y el populismo.
Así como el "viva el cáncer" fue culpa de Evita y sus acciones, el "que
se muera la yegua" que se gritó en las recientes marchas opositoras por
"la institucionalidad y la concordia de los argentinos", es culpa de
Cristina.
"Coágulo, hacé justicia! Todo llega...", escribió en su cuenta personal
de Facebook un candidato a concejal y militante del Frente Progresista
Cívico y Social, que en la provincia de Buenos Aires encabezan Ricardo
Alfonsín y Margarita Stolbizer. Juan Franco Morales envió a la red esa
frase cuando se hizo pública la necesidad de una intervención quirúrgica
de la Presidenta de la nación. Por la difusión que tuvo el tema y la
justificación que hizo el candidato de su deseo de muerte de CFK, sus
pares de Cañuelas le pidieron la renuncia como candidato.
"Me retracto, que no se muera, así paga en vida por todo lo que hizo",
escribió –a modo de aclaracioón– el ex candidato, que igualmente estaría
en las boletas del Frente Cívico y Social, ya que participó el las
primarias del 11 de agosto y las boletas ya están confeccionadas.
Un ejemplo del odio que a diario satura Internet. Los sitios
antikirchneristas ofrecen un colorido muestrario de frases de odio hacia
Néstor, Cristina, sus ministros y todo aquel que adhiera al
kirchnerismo. Algunos intentan ocultar tanto odio de parte de los
"bienpensantes" y "defensores de las instituciones", como ocurre
habitualmente en el sitio de Internet del diario La Nación – "tribuna de
doctrina", nunca lo olvidemos–, donde las notas sobre la salud de la
Presidenta están cerradas a comentarios de los lectores. Lo hace “debido
a la sensibilidad del tema”, aclara el diario. Lo cierto es que las
veces en que los lectores de tan correcto diario pudieron expresar su
opinión, los comentarios iban del festejo a los deseos de una muerte
lenta y dolorosa.
La presidenta no es la única destinataria de tanto odio.
El gravísimo accidente que provocó la muerte de la diputada Margarita
Ferrá de Bartol y dejó gravemente herido al gobernador sasnjuanino José
Luis Gioja, mostró este fin de semana que el odio antikirchnerista
supera las barreras ideológicas. "Cuando venís barranca abajo se te caen
hasta los helicópteros", tuiteó el candidato a diputado nacional del
Frente de Izquierda en la provincia de Buenos Aires Néstor Pitrola.
Luego, supuestamente, se arrepintió: "Desconociendo la gravedad del
accidente ocurrido al gobernador Gioja envié un desafortunado tuit, por
el que pido disculpas y envío condolencias", volvió a tuitear el
dirigente del Partido Obrero. ¿Qué nivel de gravedad habilita reirse de
un accidente?, es una pregunta que Pitrola puede responder en algún acto
de campaña.
El productor del programa de Jorge Lanata en Canal 13 y empresario
periodístico Gabriel Levinas fue más allá que Pitrola y escribió en su
cuenta en Twitter: "No se puede llevar tanto oro arriba de un
helicóptero, Gioja." Luego, escribió otro: "Se cayó un avión con el capo
de la mafia y sus secuaces. Murió uno de ellos. Los demás y el capo se
salvaron. No hagan chistes." Finalmente recurrió a las mismas
"disculpas" que el candidato del Frente Cívico y Social, Juan Franco
Morales, y escribió que no le "desea la muerte" a Gioja sino "que lo
metan preso".
Parece un recorrido habitual de los bienpensantes. Primero el deseo y el
festejo de la muerte, y si el comentario cae mal, pedir la cárcel.
Odio. ¿Por qué tanto odio? Sus razones profundas merecen, sin duda un
trabajo mucho más extenso y profundo que esta simple columna. Desde aquí
se puede plantear el problema y ensayar algunas respuestas, pero es un
tema que se merece un amplio debate. Quizá para algunos no sea
necesario. La respuesta es que la culpa la tiene el kirchnerismo, como
en los cincuenta la tuvo el primer peronismo. Así, quienes festejan el
accidente de Gioja o desean la muerte de la Presidenta son una suerte de
víctimas de la década kirchnerista. No les queda más remedio que odiar.
Piden institucionalidad, y odian.
Reclaman respetar a quienes piensan distinto, y odian.
Exigen libertad de prensa, y odian.
No les queda más que odiar.
*Publicado en Tiempo Argentino
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