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martes, 4 de junio de 2013

LA DESESTABILIZACIÓN COLOR VINO TINTO

Imagen bloguerosrevolucion.ning.com
Por Walter Goobar*

Embriagada con la desaparición de Hugo Chávez, y tras una nueva derrota electoral, la derecha venezolana levanta una ola de provocaciones, estimula el caos, la violencia y el desconcierto tras el perverso objetivo de dividir al país y llevar al poder a Henrique Capriles, el derrotado candidato que reúne dos virtudes: por una parte, logró por primera vez en años alinear a la atomizada oposición y, por la otra, está cortado a medida por las usinas intelectuales de Washington. 

El sibilino relato empleado para deslegitimar al gobierno de Nicolás Maduro tiene poco de original y forma parte de un guión preestablecido que no por casualidad cuenta con un texto de cabecera del politólogo estadounidense Gene Sharp, titulado “De la dictadura a la democracia” y traducido a 30 idiomas, que se ha convertido en la nueva Biblia de los desestabilizadores en los cinco continentes. Las recetas de Sharp -–que trabaja en la Albert Einstein Institution–, constituye un manual del Perfecto Golpe de Estado. 

Concebido como un manual de autoayuda para opositores,  Sharp propone 198 "armas no violentas" que van desde el uso de colores y símbolos hasta funerales simulados y boicots. Su contribución al derrocamiento de Slobodan Milosevic, en Serbia, en 2000, lo catapultó a toda Europa del Este, Sudamérica y Medio Oriente. De acuerdo con Sharp, la estrategia del "golpe suave" puede desarrollarse por etapas jerarquizadas o simultáneamente de la siguiente manera.

1ª etapa: ablandamiento, empleando la Guerra de Cuarta Generación: desarrollo de matrices de opinión centradas en déficit reales o potenciales, cabalgamiento de los conflictos y promoción del descontento, promoción de factores de malestar, entre los que destacan: desabastecimiento, criminalidad, manipulación del dólar, lockout patronal, denuncias de corrupción, promoción de intrigas sectarias y fractura de la unidad.
2ª etapa; deslegitimación: manipulación de los prejuicios anticomunistas, impulso de campañas publicitarias en defensa de la libertad de prensa, derechos humanos y libertades públicas, acusaciones de totalitarismo y pensamiento único, fractura ética-política.
3ª etapa; calentamiento de la calle: cabalgamiento de los conflictos y fomento de la movilización de calle, elaboración de una plataforma de lucha que globalicen las demandas políticas y sociales, generalización de todo tipo de protestas, exponiendo fallas y errores gubernamentales, organización de manifestaciones, trancas y tomas de instituciones públicas que radicalicen la confrontación
4ª etapa; combinación de diversas formas de lucha: organización de marchas y tomas de instituciones emblemáticas, con el objeto de coparlas y convertirlas en plataforma publicitaria, desarrollo de operaciones de guerra psicológica y acciones armadas para justificar medidas represivas y crear un clima de ingobernabilidad, impulso de campaña de rumores entre fuerzas militares y tratar de desmoralizar a los organismos de seguridad
5ª etapa; fractura institucional: bajo el eufemismo de "las revoluciones de colores", Sharp sistematiza las experiencias adquiridas en bien elaboradas maniobra de desestabilización política em los cuatro puntos cardinales. Todas tienen un guión preestablecido.
Según este gurú de los golpes de Estado suaves, "el triunfo de una revolución colorida depende de la debilidad interna del gobierno atacado o de su incapacidad de entender lo que está en juego y de no proceder con firmeza para rechazar las maniobras desestabilizadoras". Su objetivo, como se evidencia en los países en donde han triunfado, es el de implantar un orden por completo favorable y proclive a los Estados Unidos, a la Unión Europea y a la OTAN.
El primer caso de una pretendida revolución de color (en verdad una contrarrevolución) se presentó en 1989 en la antigua Checoslovaquia cuando los disidentes y opositores sustituyeron el gobierno existente mediante una maniobra que denominaron la "revolución de terciopelo". Los personajes que dirigieron el hecho rápidamente mostraron su verdadero rostro y convirtieron a la República Checa en un país incondicional a los intereses de Washington y al capitalismo, lo que han rubricado con la implantación de un modelo abiertamente neoliberal y privatizador, con su participación militar en las guerras imperialistas en el Oriente medio, con su racismo contra los gitanos y su respaldo a la política anticubana de Estados Unidos y la Unión Europea que se sustenta en la pretendida defensa de los "derechos humanos".
Con posterioridad se han presentado otras "revoluciones coloridas". Entre las exitosas se pueden mencionar la Revolución Bulldozer de 2000 en Serbia (un nombre poco vistoso que al parecer se originó por el papel que desempeñaron los choferes que manejan este tipo de vehículo), la Revolución Rosa en Georgia en 2003, la Revolución Naranja en Ucrania en el 2004 y la Revolución de los Tulipanes en Kirguistán en el 2005. Entre las fracasadas están la Revolución Blanca en Bielorrusia, la Revolución Verde en Irán y la Revolución del Twiter en Moldavia.
En América latina la estrategia del "golpe suave" se ha registrado a través de cinco modalidades. Ha triunfado en Honduras (2009) y Paraguay (2012), pero ha fracasado en Venezuela (2002), Bolivia (2008 y 2012) y Ecuador (2010).
Todos estos acontecimientos tienen muchas cosas en común.
Los movimientos que las encabezan se suelen pintar a sí mismos como democráticos, liberales y enemigos de la dictadura y el totalitarismo, lo cual resulta significativo porque siempre se generan en lugares en los cuales, por variadas razones, no se ha podido implantar de manera clara y directa el proyecto neoliberal o se encuentran gobernantes incómodos y poco obedientes a los designios de los Estados Unidos y del sistema financiero internacional. De igual forma, una particularidad notable de las "revoluciones de colores" es que en ellas no intervienen en forma directa las fuerzas armadas, como en los golpes clásicos, ni fuerzas militares de tipo convencional, con lo que queda la impresión de que los gobiernos son derrocados por la lucha heroica de jóvenes desarmados que enfrentan con voluntad y coraje a un régimen opresivo.
Esas "revoluciones de colores" son impulsadas por jóvenes aparentemente despolitizados que se muestran disconformes con un gobierno determinado y reciben el inmediato respaldo de la prensa autodenominada "independiente", que se encarga de amplificar sus demandas y de denunciar al gobierno escogido para ser derrocado. Se inicia entonces una campaña mediática, planificada y constante, que presenta a los "revolucionarios" como expresión de un nuevo tipo de movimientos sociales y de inéditas formas de protesta, que no buscan el derrocamiento violento de un gobierno sino su sustitución aparentemente pacífica por la vía electoral, y los muestra como pluralistas, pacíficos y respetuosos de los métodos democráticos, mientras al mismo tiempo cataloga como dictatorial y autoritario al gobierno que se pretende sustituir.
Llegados al poder, los nuevos gobernantes rápidamente muestran su verdadera cara antidemocrática y antipopular e incurren en peores niveles de corrupción de los que denunciaban, aplican a rajatabla los dogmas neoliberales y abren las puertas de sus países a las multinacionales.
Todo este guion ya conocido y repetido es el que se ha intentado implantar en Venezuela desde hace varias semanas.
La labor golpista y desestabliizadora se multiplicó desde el momento en que se supo oficialmente del triunfo de Nicolás Maduro.
La experiencia de Ucrania, Georgia, Ecuador y la de Bolivia, que experimentaron la fuerza del "golpe suave", confirma el uso que los conductores de la desestabilización hacen de climas construidos por medio de la manipulación de criterios informativos. La revolución vino tinto (color de la camiseta de la selección venezolana de fútbol), con la que soñaban Capriles y Washington fracasó, pero sólo por ahora. Porque a lo largo de la Historia, está probado que la derecha aprende más rápido que la izquierda.

*Publicado en Tiempo Argentino

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