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En Shanghai, símbolo del crecimiento chino de
las últimas dos décadas, el pasado domingo cerró la Conferencia
Monetaria Internacional. Una de las notas más salientes fue la
exposición del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi,
quien advirtió que la recuperación de la Eurozona será "muy gradual".
El italiano Draghi –que fue el máximo ejecutivo para Europa de Goldman
Sachs entre 2002 y 2006– habló sin miramientos sobre los ajustes para
los pueblos de la Europa continental. El banquero sólo ve "pequeñas
señales de una posible estabilización" para "una recuperación muy
gradual que empiece a finales de este año". Instó a los gobiernos del
Viejo Continente a seguir con los planes de ajuste para "inspirar
confianza". Nada dijo de cuáles son los costos: el nivel de desocupación
pasó el 12% en la región, en Italia tiene a los jóvenes en el 42,2% de
desempleo, mientras que en España y en Grecia las cifras son
catastróficas (27% de desocupación promedio y más de la mitad de los
jóvenes desempleados). Para ponerlo en números y no en porcentajes, la
Eurozona tiene 20 millones de personas sin trabajo, la mayoría de las
cuales tienen altas capacitaciones laborales.
Acerca de las incertidumbres de la economía argentina pueden decirse
muchas cosas, pero cuando se ve el violento nivel de distribución
regresiva de los ingresos en Europa (y también en Estados Unidos) deben
valorarse un poco más las certezas. Esto es, hay que entender que el
camino de la Argentina sigue a contrapelo de las políticas dictadas por
los centros financieros (que siempre son privados y públicos)
internacionales. De allí que estos días la presidenta haya anunciado
aumentos en asignaciones universales, familiares, previsionales y a su
vez prepara una batería de medidas para estimular la demanda agregada
vía aumento de los ingresos de los asalariados y los sectores más
postergados.
CINCO SIGLOS ¿IGUAL? Cuando se pretende definir si lo que vive Argentina
se debe a la decisión política o al viento de cola, si es una década
ganada o desaprovechada, más allá de las pasiones, conviene reparar en
la situación de América Latina. Cualquiera que recargue la batería de su
teléfono celular sabe que su batería es de iones de litio, un mineral
que cada vez tiene más aplicaciones. Pues bien, América Latina y el
Caribe tienen dos tercios de las reservas mundiales de litio. Y de otros
minerales considerados estratégicos: 42% de plata, 38% de cobre, 33% de
estaño, 21% de hierro, 18% de bauxita y 14% de níquel.
En materia energética, la región tiene un tercio de la producción
mundial de bioetanol, cerca del 25% de biocombustibles y 13% de
petróleo. Tiene el 30% del total de los recursos hídricos renovables del
mundo y el 20% de la superficie de bosques naturales del planeta. Hay
que subrayar que América Latina tiene algo menos del 10% de la población
mundial (590 millones de habitantes sobre una población total del
planeta del orden de los 7000 millones) pero cuyo consumo en materia
energética y metalífera es mucho menor a su producción e infinitamente
menor a sus reservas. Es decir, es claramente exportadora en estos
rubros en una época donde los precios internacionales de estos productos
crecieron notablemente. Podría sumarse a estos rubros, la gran
capacidad de áreas sembradas y de aumento –promedio, no en Argentina– de
los rodeos para la elaboración de carnes rojas. Así se completaría el
cuadro de gran capacidad exportadora de productos primarios.
A diferencia de los años sesentas y setentas donde la región vivía el
deterioro de los términos de intercambio: importaba productos elaborados
industrialmente, caros, y vendía productos de escasa elaboración,
baratos; en la actualidad, la gran capacidad exportadora de China, con
un abaratamiento de las tecnologías de producción, permitieron un cambio
en las oportunidades. Cambios que no florecieron naturalmente, desde
ya, y ese es el gran debate con quienes tienen una visión neoliberal y
pretenden desdeñar la importancia de que, por ejemplo, en Venezuela,
Bolivia y Ecuador, la gran recuperación económica se deba a la decisión
política de nacionalizar el petróleo y el gas.
Pero nadie diría, con sensatez, que el desarrollo se logra aprovechando
una estructura productiva y exportadora sustentada sólo en recursos
naturales y no en ventajas competitivas dinámicas. La región, en
promedio, tiene una baja inversión en infraestructura, exploración y
valor agregado. Está muy atrasada en materia de innovación, ciencia y
tecnología.
DESAFÍOS. Quizá la institucionalización de los cambios no vaya todo lo
rápido que reclaman estos más de diez años políticos en la mayoría de
los países de la región. Sin embargo, se trabaja. Desde junio de 2012,
el venezolano Alí Rodríguez está a cargo de Unasur. Rodríguez, viejo
militante revolucionario, fue el hombre designado por Hugo Chávez para
pilotear la estatización de PDVSA. Unos meses antes de la asunción del
venezolano, Unasur le había encomendado a CEPAL un estudio profundo
sobre la utilización y el potencial de los recursos naturales en los 12
países que integran ese organismo. La semana pasada se conoció el
resultado del trabajo, que tuvo como economista jefe a Antonio Prado, el
secretario ejecutivo adjunto de CEPAL. Conviene reparar un poco en
quién es el brasileño Prado. Además de ser un cuadro del Partido de los
Trabajadores, tiene un currículum como economista que le permitió, en su
país, integrar el Consejo Nacional para el Desarrollo de la Ciencia y
la Tecnología hasta integrar el Banco para el Desarrollo Económico y
Social. Su especialidad, si es que tiene una, está relacionada a los
cambios tecnológicos en la industria y su impacto en el desarrollo
económico.
Al presentar este documento, Prado advirtió: "Históricamente la región
no ha logrado traducir los períodos de bonanza exportadora de sus
recursos en procesos de desarrollo económico de largo plazo. Los países
enfrentan hoy el reto de captar e invertir eficientemente las rentas
extraordinarias del ciclo de precios actual con criterios de
sustentabilidad social y ambiental." Para tomar dimensión de cuáles
fueron los cambios de los que habla Prado, el documento ofrece un cuadro
que toma el índice de precios internacionales en materias primas entre
enero de 2003 y mayo de 2011. En petróleo, gas y carbón, los precios
aumentaron el 350%, mientras que en metales crecieron el 420 por ciento.
Como no es un documento aséptico, sino que se basa en la estatización de
muchos de los recursos en cuestión, esta publicación repasa cuáles son
los diferentes instrumentos jurídicos y económicos de que disponen los
Estados latinoamericanos y caribeños para apropiarse y distribuir las
rentas extraordinarias. Los violentos ataques de los medios de
comunicación que son la nave insignia de los cambios que se operan en
este continente prefieren ignorar cuál es la realidad y los potenciales
que aún tiene América Latina para lograr la ansiada soberanía y que
todavía cuenta con la presencia de grandes multinacionales que se quedan
con la parte del león.
INVERSIONES. Amén del poderío político que tienen las empresas
transnacionales, cuentan con tecnologías de punta, experiencia y
capitales. Sin embargo, nadie podría desconocer que Bolivia, por caso,
no sacó provecho de la nacionalización de los hidrocarburos aun
enfrentando a grupos poderosísimos. Evo Morales, el pasado 1 de mayo, a
siete años de la nacionalización del petróleo y el gas, contó que los
ingresos del Estado plurinacional crecieron de 350 a 5000 millones de
dólares. Por otra parte, las alternativas de asociación con otras
naciones (el caso de China es el más emblemático) permite tener un menú
diferenciado de asociación para inversiones de largo plazo. No es un
secreto que Estados Unidos y la Comunidad Europea insisten –con relativo
éxito– en que proliferen las asociaciones de libre comercio en América
Latina. Algo que va a contramano de los planes de desarrollo a largo
plazo, ya que las ventajas comparativas en materia de recursos
financieros y tecnológicos son completamente desfavorables para esta
región del planeta.
Y cuando los neoliberales insisten con la necesidad de atraer la
inversión extranjera directa como la forma idílica de financiar el
desarrollo, conviene detenerse no sólo en la composición de los
capitales que llegan (de alta volatilidad, expuestos a los vaivenes de
las finanzas de los países centrales) sino también en cuál es el flujo
de utilidades de las grandes compañías con sedes en esos países
centrales.
No puede desconocerse, como baten parche los medios conservadores, que
América Latina fue, desde la crisis de 2009, un mercado receptor de
capitales. En efecto, en 2012, llegó la friolera de 170 mil millones de
dólares (6,7% más que en 2011), pero nunca se aclara que van al mercado
financiero y, muchos de esos dólares, así como entran, salen. No se
trata en realidad de "inversión extranjera directa" (IED) sino de flujos
financieros que buscan rentabilidad y algo de sosiego, algo que no
encontraron en estos años de zozobra y bajas tasas en los países
centrales. Alicia Bárcena, la directora ejecutiva de la CEPAL, al dar
cuenta de este crecimiento del flujo de dinero externo, afirmó que es
muestra del buen momento de la región. "Sin embargo –remarcó–, no vemos
indicios muy claros de un aporte relevante de la IED a la generación de
nuevos sectores o a la creación de actividades de alto contenido
tecnológico, considerando que uno de los principales desafíos que
enfrenta la región es un cambio en su estructura productiva". Salvo en
Brasil (la locomotora de la región) y México (con un TLC con Estados
Unidos y Canadá que lleva 19 años) ese dinero no va al sector
manufacturero.
Se da la gran paradoja de que desde 2006 hasta 2011, ese flujo de
capitales fue de alrededor de 100 mil millones de dólares y las rentas
generadas por la llamada IED representa el 92 por ciento. Es decir, no
hay inversión de largo plazo. Entra mucha plata. Las empresas que la
traen tienen altísima rentabilidad y buena parte de ese dinero vuelve a
las casas matrices: el 55% se va de la región y el 45% se reinvierte.
El caso argentino es complejo porque no hay IED y desde noviembre de
2011 hay fuertes restricciones para remitir utilidades al exterior. Si
bien las medidas fueron motivadas más por problemas de reservas y caída
del superávit comercial, atacaron un tema que merece políticas
coordinadas de parte de todas las naciones. Hay una demora ostensible en
dotar al Banco del Sur de capacidad operativa y planes concretos para
financiar sectores estratégicos. Pero también urge que haya un debate
acerca de la legislación de inversión extranjera y nuevas bases para la
minería y los hidrocarburos. De hecho, todavía muchas naciones (entre
ellas Argentina) tienen legislaciones propias del puro neoliberalismo de
los noventa. Las normas, con buena gestión, se pueden relativizar. Pero
sólo un tiempo. Y este es tiempo de grandes desafíos .
*Publicado en Tiempo Argentino
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