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I
El Occidente desarrollado y Europa en particular se encuentran con
su final. Sobre este final distintos pensadores ensayaron un diagnóstico
anticipado. Marx, indicando cómo la Lógica del Capital y el “fetichismo
de la Mercancía” iban a producir tal dislocamiento en la realidad, de
tal modo que “todo lo sólido se desvanecería en el aire y se hundiría en
las aguas heladas del cálculo egoísta”. Freud, mostrando cómo la
civilización iba a ir intensificando sus exigencias de renuncia en los
sujetos al servicio voraz de la pulsión de muerte. Heidegger, anunciando
que la metafísica europea desembocaba en una “objetivación y
emplazamiento” de la existencia humana que terminaría uniformizando al
mundo como imagen. Por último Lacan, a partir de su teoría del Sujeto en
relación con lo Real, concluiría que el nuevo malestar del capitalismo
se definiría como una inédita extensión de la lógica del campo de
concentración y el aumento incesante de nuevas formas de segregación.
Marx, Freud, Heidegger, Lacan. En este sentido constituyen otro modo de
pensar lo político por fuera de la racionalidad neoliberal que es en
definitiva la metafísica dominante del capital.
Latinoamérica, al constituirse al final del siglo XX y comienzos del
XXI en un intento de contraexperienca de la racionalidad neoliberal
vigente, puede aparecer como la eventual invocación a otro Inicio. Un
nuevo comienzo que ya no se trata de presentar al modo de las metáforas
vitalistas que siempre aluden a Latinoamérica y su supuesto realismo
mágico, tributarias aun del dictamen hegeliano que quiso ver a
Latinoamérica fuera de la historia del Espíritu. Este inicio es una
reapropiación radical de la tradición ilustrada europea y sus impasses, y
a su vez es una relectura de los distintos proyectos históricos de la
Emancipación. Por ello, las anticipaciones de Marx, Freud, Heidegger y
Lacan encuentran una resignificación que intenta estar a la altura de
las nuevas invenciones políticas que el otro Inicio requiere. El otro
Inicio en Latinoamérica es una invocación a pensar en una universalidad
no “eurocéntrica”. Esta vez el otro Inicio latinoamericano es lo que
debe atender el mundo si quiere salvarse de su deriva nihilista en el
Fin, una deriva que en Europa sólo promueve acontecimientos éticos o
estéticos que no se articulan a proyecto político alguno.
III
El otro Inicio latinoamericano no es un comienzo absoluto, es un
acontecimiento político que reinterpreta los legados latinoamericanos
enviándole un mensaje al mundo, al Occidente que busca desde su archivo
agotado los recursos de una nueva invención política. Pero esta nueva
invención esta vez ha tomado existencia material en América latina,
único lugar desde donde se podría convocar, como lo propuso Chávez, una
quinta Internacional. El inicio, es necesario aclararlo, tiene un tiempo
histórico impreciso, puede durar años y está, por ser un comienzo
distinto del de la metafísica neoliberal, siempre amenazado, a punto de
fracasar, asediado por enemigos que se multiplican, que intentan
capturar su sentido para mostrarlo como lo de siempre, la mascarada
política en la que se duerme el sueño corporativo del Poder. El otro
Inicio es un deseo de despertar y por ello vive entre tensiones
irreductibles. Por ello Latinoamérica, desde esta perspectiva, es el
lugar de la Diferencia insuperable y no lo “diferente que siempre llama a
lo diferente” en los espejismos de lo nuevo.
IV
Estas tensiones irreductibles son las que en el otro inicio se asumen y se encarnan para dar lugar a la Diferencia:
1) La diferencia entre la democracia y Estado de Derecho, como meros
dispositivos jerárquicos e institucionales garantes de orden público, y
la democracia y el Estado, como instrumentos de lucha frente al
proyecto homogeneizante mundial del capital y sus agencias. En
definitiva, aludimos aquí a la tensión irreductible entre el Derecho
instituido y la Justicia siempre por venir.
2) La diferencia entre la ciencia moderna, con su construcción de la
verdad y sus investigaciones, y la técnica que es una estructura tan
acéfala como el capital, que ha emplazado a la democracia misma, y que
sólo busca perpetuarse en su espectáculo ilimitado.
3) La diferencia entre la Sanidad pública y universal y las nuevas
estrategias del “biopoder” que extienden sobre las poblaciones diversos
dispositivos de evaluación al servicio de lógicas segregativas.
4) La diferencia entre la cultura del entretenimiento y la cultura
popular que exige siempre la presencia de las teorías críticas que
permitan decidir sobre la situación.
5) La diferencia entre Salud mental farmacológica y de clasificación
tecnológica y las prácticas que respetan el carácter irrepetible del
sujeto singular advenido al mundo de la palabra y el lenguaje.
Hay muchas más diferencias que se podrían establecer, pero todas
configuran el campo de la Diferencia Absoluta, que es siempre una
diferencia que no se puede reabsorber en ningún proceso dialéctico, en
una síntesis final. En el otro Inicio siempre se trata de vivir en la
tensión sin solución entre las mismas, pero admitiéndolas. Ningún
progreso eliminará su fractura, pero al menos hay procesos políticos
que, como el latinoamericano, serán depositarios de las huellas de
dichas tensiones.
El otro Inicio no dispone de garantías a priori, está asediado por
las reglas de juego del neoliberalismo vigente, pero Latinoamérica es,
en este caso, el lugar donde la impronta de la Diferencia constituye una
huella lo suficientemente insistente en su reaparecer, para que suscite
un llamado a definir esa universalidad que ahora permanece apresada en
la pinza metafísica de la razón eurocéntrica del Occidente dominante.
* Psicoanalista y escritor.
Publicado en Página12
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