Imagen de fandelagua.com |
Por Sandra Massoni*
La
vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida... Estamos comenzando a
ponderar el diálogo de saberes en la comunicación actual por un camino
francamente inesperado: de la mano (¿pata?) del mundo animal. No es
metafórico mi planteo. No hablo de los debates entre algunos candidatos a
legisladores de tal o cual partido político. Tampoco de peleas entre
vecinos inciviles o groseros. Me refiero a que finalmente los pájaros,
los gatos, los perros y hasta los insectos –mal que le pese a nuestra
egocéntrica sapiencia como especie humana– están siendo apreciados como
indicadores en los manuales de comunicación ante desastres naturales.
El bicherío fue desconsiderado como fuente de información durante
mucho tiempo. Los registrábamos como especies “menores”, de inteligencia
nula o despreciable a la hora de tomar decisiones técnicas importantes.
Pero los maremotos, terremotos, inundaciones y otras catástrofes
globalizadas, transmitidos en vivo, nos hicieron visualizar de forma
rotunda y contundente que ellos, los animales, saben cosas que nosotros
no sabemos. Los vimos en primerísimos primeros planos en las pantallas
de los noticieros: familias de monitos trasladando a sus crías, bandadas
de aves volando presurosas en dirección a las montañas; perros y gatos
en excursión veloz e inusitada hacia sitios más seguros. En los relatos
de los turistas que tuvieron que sufrir evacuaciones previas a los
mundialmente famosos tsunamis se repiten testimonios acerca de estos
movimientos de los animales. Mucho antes del desastre, sin ningún
peligro a la vista, lagartijas y hasta hormigas u otros bichos aún más
insignificantes, misteriosamente comienzan su éxodo, ordenados,
precisos, trasladándose en comunidad. Los documentales científicos nos
muestran por caso a las hormigas saliendo velozmente de sus hormigueros y
disponiéndose unas sobre otras hasta formar una superficie/balsa tejida
por sus propios cuerpos sobre la cual los huevos de su colonia son
salvados de una súbita inundación.¿Cómo es que saben? ¿Cómo es que funcionan para los animales estos sistemas de alarma y prevención de riesgos que nosotros ni siquiera con la más sofisticada tecnología disponible logramos captar?
La buena noticia es que, gracias a los animales, nosotros los humanos estamos admitiendo que necesitamos deshacernos de ese pesado lastre tan característico de la comunicación en el siglo pasado: su etnocentrismo, que se traduce operativamente en entenderla sólo o centralmente como una transferencia. De allí que las estrategias de comunicación actuales impliquen necesariamente un descentramiento doble: un salirnos de la dimensión informativa para abordar la multidimensionalidad de lo comunicacional y un salirnos de la visión de dominio de la naturaleza para aceptar a la comunicación como encuentro de la diversidad. Una estrategia comunicacional no es una fórmula. No es un plan previo –elaborado para ser aplicado– sino un dispositivo flexible y especialmente atento a lo situacional en tanto espacio fluido, en tanto lugar habitado en el que coexisten las alteridades socioculturales con otros seres de la naturaleza. Es una mirada respetuosa de las heterogeneidades presentes en la situación que se desea abordar, que no se limita tampoco a lo discursivo. Que se vincula más bien con aquello del sentido que emerge de la situación. El comunicador estratégico recorre hoy un desplazamiento desde lo semiótico a lo simbiótico en tanto toda planificación estratégica requiere incluir en el diseño –a la manera de Serres– también a los objetos naturales como sujetos de derecho: “Eso significa: añadir al contrato exclusivamente social el establecimiento de un contrato (...) en el que nuestra relación con las cosas abandonaría dominio y posesión por la escucha admirativa, la reciprocidad, la contemplación y el respeto, en el que el conocimiento ya no supondría la propiedad, ni la acción el dominio (...)” (Serres, 1990). Por eso la estrategia de comunicación desde la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario es un dispositivo de investigación enactiva con pasos que incluyen: versión técnica del problema comunicacional; análisis de matrices socioculturales; diagnóstico y prescripción mediante marcas de racionalidad comunicacional; análisis de mediaciones comunicacionales; árbol de soluciones con definición de ejes y tonos de comunicación para las distintas matrices socioculturales identificadas como relevantes en torno de la problemática que aborda la estrategia. La comunicación como encuentro de esa heterogeneidad y el comunicador como propiciador de una reconfiguración de los entornos que se basa en el diálogo de saberes múltiples, también los de los animales. Tenemos tanto que aprender...
* Doctora UBA. Directora de la Maestría en Comunicación Estratégica/Especialización en Comunicación Ambiental de la UNR.
Publicado en Página12
No hay comentarios:
Publicar un comentario