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martes, 9 de abril de 2013

INCOHERENCIAS, HIPOCRESÍAS, JUSTICIA SOCIAL Y SOLIDARIDAD


Imagen de elsolonline.com
Por Arq. Roberto O. Marra*

¿Cómo se mide la coherencia? ¿Cuál es la unidad de medida de la hipocresía? ¿Qué número permite determinar el nivel de justicia social? ¿De qué manera se puede hacer corresponder intención con objetivos? ¿Cómo deben actuar los individuos en un colectivo que pretenda ser la voz de los excluidos? ¿Cómo se debe ejercer la solidaridad?
En estos días de una expresión tan alta de entrega como la manifestada por los miles de jóvenes que, sin medir tiempos ni esfuerzos, se pusieron a disposición de los damnificados (y donde asomaron al mismo tiempo las miserias de los inútiles y despreciables de siempre), conviene hacer alguna observación sobre las diferencias con lo que muchas veces se han notado en actitudes de algunos dirigentes y militantes también kirchneristas (al menos así lo manifiestan) locales, frente a lo que sucedió en La Plata y Buenos Aires, donde los dirigentes estuvieron a la altura de la gravedad y necesidad, conduciendo y acompañando a sus compañeros militantes en los lugares de los hechos, poniendo el cuerpo y el alma en cada acción. Y donde la mayor exponente fue, sin dudas, la propia Presidenta, como no podía ser de otra forma.

Veamos un hecho anecdótico, sucedido en nuestra Ciudad de Rosario hace algún tiempo, que muestra con claridad esas desiguales formas de encarar la acción política frente a la injusticia social evidente:

Un plenario de algunas agrupaciones del Kirchnerismo en Rosario. Para concretarlo se utilizan las instalaciones de una entidad gremial ubicada en un suburbio de la Ciudad. Para llegar al lugar se debe transitar por una calle bordeada por una villa miseria, donde se apiñan ranchos destartalados de madera y chapas junto a tiendas hechas con plásticos y ramas de árboles. Entre el estiércol un caballo hambriento está atado a un árbol que sirve de cobijo a una mujer que intenta amamantar a su bebé, mientras trata de alejar las moscas. Entre gallinas y barro, entre calores y dolores, una anciana busca refugio en una de las carpas. Al lado, dos jóvenes miran sin ver, buscando tal vez una salida a su quietud de desocupados, sentados junto al carrito que seguro utilizarán esa noche para intentar algún peso.

Por allí pasamos, casi sin mirar, los que vamos a reunirnos en nombre de la lucha por la justicia social.  Incluso algún “compañero” manifiesta su temor por tener que pasar delante del rancherío. Y cuando estamos deliberando, sólo se habla de cómo mejorar la organización para intentar ganar las próximas elecciones. Luego, los conductores máximos del sector expresan sus agradecimientos por nuestra “militancia”, bajan alguna línea de acción para lograr el crecimiento, y todos declaran sus adhesiones al gobierno de Cristina. Al terminar, nos invitan a comer unos choripanes. Y hacia allí vamos todos. Rápidamente se consumen los alimentos. Incluso con desesperación se abalanzan algunos sobre los últimos chorizos que quedan sobre las brasas. Después, poco a poco, nos vamos retirando. Y volvemos a pasar por la “villita”, donde nada se ha modificado, salvo la sombra de los árboles, que ha obligado a correrse a la madre y su bebé y a los jóvenes del carrito. Por allí pasamos los militantes en nuestros autos con el hambre saciada y convencidos de haber contribuido a cambiar el futuro. Pero…

…¿Dónde está la coherencia entre nuestros postulados y lo que la sociedad ve en nosotros? ¿Por qué la hipocresía de llenarnos la boca con la “justicia social” (y los choripanes), y no tener la más mínima reacción frente a la indignidad de tanta miseria a nuestro lado? ¿Cómo pretenden los dirigentes ser votados si sus acciones no se corresponden con sus dichos? ¿Cuesta tanto entender a la Presidenta cuando nos habla de la necesidad de comprender que debemos sacrificar algunas de nuestras ventajas para permitir la inclusión de tantos compatriotas que todavía sufren el resultado de las décadas de abandono? ¿Puede un gremio mostrar tanta opulencia en un camping dentro de cuyas construcciones cabrían todas las casuchas de la villa miseria que tienen al lado y que ven todos los días? ¿Puede ese gremio después protestar por el nivel del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias? ¿Puede un pretendido futuro representante del Pueblo no estar atento a cada detalle que pueda hacerle ver a la sociedad que de verdad está dispuesto a cambiar la vida de los postergados? ¿No sería imprescindible imitar la actitud sabia de la Presidenta, siempre atenta y dispuesta ante cada reclamo social, tratando de generar solidaridad de los que más tienen (conciencia y medios) para los que no poseen nada? ¿Y qué hicimos los que nos dimos cuenta de lo que sucedía para evitarlo?

Imaginemos entonces, al pasar de nuevo por la misma villa miseria, otro final para ese Plenario. Pensemos que diferente hubiera sido si advertíamos antes de comenzar lo que vimos cuando llegamos. Y si como corolario a nuestras deliberaciones, hubiésemos tenido la dignidad de entregar toda la comida y bebida a esos compañeros desdichados, abandonadas a su suerte desde siempre. Esa mínima expresión solidaria nos habría alimentado mejor que los choripanes. Nos habría puesto frente a la realidad de otra manera. Nos habría colocado ante la sociedad como lo que pretendemos ser: los auténticos representantes de la lucha por la igualdad y la justicia social.

Se  equivocan quienes puedan pensar que eso sería una dádiva o un lavado de culpas. Nada de eso. Cuando alguien necesita, primero se da y luego se establecen las políticas que hagan posible el cambio estructural que termine con esas necesidades. No se puede esperar a hacer la “revolución” para después permitir el acceso a tan elementales derechos a todos nuestros compatriotas (otra enseñanza de Cristina y antes de Evita).

Convencer a la sociedad santafesina de ser quienes mejor pueden llevar adelante las políticas públicas que hagan posible los verdaderos cambios, los profundos, los que no se correspondan a un simple maquillaje escenográfico con vistas a mostrar lo que no se es y lo que no se hará, sólo será posible con el propio cambio de nuestra dirigencia y de todos los militantes con conciencia de la responsabilidad que se debe asumir ante el futuro. Escaso favor le hacemos a la juventud que se suma a la política, si las prácticas organizativas y las acciones correspondientes no están consustanciadas con las palabras, los objetivos y las actitudes de nuestra Presidenta, a la que decimos acompañar. No aprovechar el ejemplo inconmensurable de semejante Estadista, indicaría la imposibilidad de lograr en nuestra Ciudad y nuestra Provincia lo que en la Nación se ha ido generando en los últimos años.

No alcanzan las buenas intenciones, es imprescindible mostrarlas. Se necesitan las mejores actitudes y aptitudes. Se precisan los mejores hombres y mujeres al frente de los más claros objetivos. Se deben manifestar con transparencia y claridad los caminos que se pretendan transitar, y tener una comunicación clara y precisa de todo ello ante la sociedad.

Ahora, con lo visto y oído en los lugares donde se produjeron las inundaciones, con las increíbles muestras de sensibilidad ante el dolor de los otros, con la puesta en práctica de tanto esfuerzo militante real, sin falsas escenificaciones ni elocuencias discursivas, vemos que las preguntas del inicio pueden tener respuestas claras y contundentes. 

Tal vez la coherencia se mida por la cantidad de tiempo destinado por cada uno de los militantes a la ayuda desinteresada. Tal vez la hipocresía se mida con la cantidad de palabras inútiles tratando de encontrar segundas intenciones en la solidaridad real y directa de los jóvenes. Tal vez la justicia social sea justamente esto, darnos entre todos la oportunidad de sentirnos iguales aún con las diferencias, disminuyendo en la práctica real y diaria la distancia con los otros. Y seguro que no hay mejor forma de hacer corresponder las intenciones con los objetivos que lo hecho por estos chicos increíbles que se desplegaron con pasión en los lugares donde se necesitaba. 

Allí, en La Plata y en Buenos Aires inundadas, lo esencial se hizo visible a los ojos. 

*Secretario de la Asociación Desarrollo & Equidad

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