Por Dr. Rubén Visconti*
¿Puede un país vivir sin importar, es decir, ser auto suficiente obtener de sus tierras todos los productos naturales necesarios así como elaborar todas las máquinas, herramientas, tejidos, instrumentos, minerales y demás elementos que podemos imaginar para la satisfacción y el desarrollo que se requieren en el mundo actual? OBVIAMENTE NO.
Y si bien podemos sostener una respuesta
diferente solo podríamos obtenerla recreando una situación en el muy antiguo
pasado, en el cual ese país estuviera constituido por un grupo o grupos de
seres humanos que tuvieran un cúmulo de necesidades primarias que pudieran
cubrirse con la pesca o la caza para alimentarse, con árboles para cubrirse de
las lluvias y el sol y algún otro elemento destinado a cubrir sus cuerpos o
partes muy reducidas del mismo.
Por lo tanto,
dejemos que nuestra calenturienta imaginación elabore supuestos históricos
siempre insuficientes y limitados para buscar una respuesta en el mundo
moderno, en el cual los desarrollos son permanentes y las necesidades como lo
dicen los textos y lo indica la realidad, en aumento minuto a minuto, variables
y crecientes e infinitas.
No hay un solo
país que poseyéndolo todo, lo que no es posible, sea totalmente autárquico,
autónomo y por lo tanto independiente, que no tenga necesidades que solo pueden
ser satisfechas mediante el comercio internacional, utilizado para realizar en
el mismo las adquisiciones indispensables para sus falencias y al mismo tiempo,
facilitar con sus excedentes internos las necesidades de otros país mediante la
venta de los mismos.
Sintéticamente,
esas relaciones con el resto de los países conducen inexorablemente, a importar
(comprando) y a exportar (vendiendo), con un
objetivo indispensable, que el resultado global de esas operaciones
resulte positivo, ya que lo contrario, de perdurar lo conduciría a la
imposibilidad de seguir adelante. Un saldo negativo permanente terminaría con
las posibilidades de continuación de ser
un país independiente.
Pero, mantener saldos positivos, incrementándolos tiene una
influencia fundamental en las posibilidades de poseer un desarrollo creciente
con el objetivo de que esa riqueza obtenida en el comercio internacional sea
utilizada en favor de las necesidades de su propio pueblo.
Claro que la
obtención de saldos favorables en el comercio internacional al ser un objetivo
a satisfacer por parte de todos los países aparece como un imposible y, por lo
tanto, alcanzarlo depende de las posesiones naturales que posea cada país y de
la” industriozidad “que tengan sus habitantes, impulsadas por los más adecuados
planes de sus gobiernos de turno.
Esta es la
situación que viva la Argentina actual que poseyendo productos naturales para
satisfacer las necesidades de un número muy superior a la cantidad de sus
habitantes, se encuentra no obstante limitada por las precios fijados fuera de
sus fronteras, así como por un elevado grado de extranjerización de sus
unidades productivas, que ha renunciado (¡por suerte¡) a la dependencia del
capital internacional especulativo que en el pasado reciente durante el periodo
dominante del neo liberalismo la llevaron a una crisis fenomenal, así como
también por un incesante derrame producto de una conducta antinacional y ”derrotera”,
para superar esos obstáculos y continuar su desarrollo creciente en favor de su
habitantes.
Como lo dice
Alfredo Azaiat en un artículo de página 12 del día 4/2/2012, las mencionadas
son las claves a tener en cuenta para la puesta en marcha de medidas que
aseguren la satisfacción de los objetivos nacionales que implican, en estos
momentos que se impulsen las mayores posibilidades de exportación, así como un
control eficiente de las importaciones en cuyo conjunto se hallan dos grupos
diferenciados claramente, los que sean indispensables para asegurar las
necesidades de nuestra propia producción nacional y los elementos superfluos y
por lo tanto eliminables destinados a los menores reclamos de los sectores
dominantes que deben aprender a tener los límites impuestos por los intereses
superiores. Una cosa es un “wisky” importado y otro muy distinto, una pieza sin
producción nacional para armar una máquina
Recordemos que
durante el primer gobierno peronista una de las principales medidas adoptadas
por ese gobierno fue el de la creación
del IAPI para gobernar el comercio internacional que al margen de algún
funcionamiento desviado, aseguró que mediante ese control los objetivos
pudieran ser cumplidos.
En conclusión,
quienes se quejan el control actual a las importaciones deben tener en cuenta
que esas quejas solo pueden ser efectuadas cuando perjudiquen la producción
nacional, para lo cual además deberán modificar conductas que solo atienden sus
intereses dominantes, ya que si como lo decimos más arriba, la condición de un
comercio internacional favorable es una condición sine qua non del desarrollo
argentino y particularmente el de su pueblo en general. Todo ello enmarcado en
una lógica de hierro que garantiza que solo un demente puede soñar con a
realización de una política económica basada en la teoría mercantilista de los
siglos XIII al XVII.
*Doctor en Economía - Docente de la UNR
Miembro del CEP
No hay comentarios:
Publicar un comentario