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lunes, 14 de marzo de 2011

NO SABEN, NO CONTESTAN

Por Ricardo Aronskind *


El año 2008 transparentó la actual visión y la percepción de la elite económica sobre el país. En ese particular momento, en el que le pareció posible retomar el control del rumbo del país, la elite expresó con especial claridad sus “ideas” sobre la Argentina en el escenario global.
En el orden económico reaparecieron las viejísimas ilusiones en torno de volver a integrarse pasivamente a la división internacional del trabajo, como proveedores de materias primas (alimentos, energía, agua), en todo caso con algún grado modesto de elaboración, y adaptar el país a esas “capacidades” que caracterizan a su elite de negocios. Con el argumento de “no desperdiciar la oportunidad”, pidieron la eliminación de las retenciones, aduciendo que era “más moderno” pagar el impuesto a las Ganancias, actividad que tampoco los convoca.

Los salarios no deberían ser los actuales sino más bajos para mantener la competitividad externa. Y, lógicamente, el Estado tendría que gastar menos, ya que los impuestos serían sustancialmente menores, para “alentar la inversión privada”. Siempre habrá tiempo para explicar que “alguna amenaza” –por ejemplo, el avance de la democratización social– desalienta la voluntad inversora. Por esa razón era –y es– tan importante para la elite instalar en el país un gobierno dócil, incapaz de generar ideas autónomamente: para ideas (o “no ideas”) ya están los organismos financieros internacionales y los think tanks capaces de presentar sus intereses particulares como “teorías objetivas”.

Para ver cómo funciona su sistema de “no ideas”, basta preguntarse sobre cuáles son sus posiciones con relación a los temas relevantes del siglo XXI.

¿Han elaborado alguna estrategia inteligente frente a la globalización, a los efectos desestabilizantes del descontrol de los flujos financieros? ¿Qué piensan sobre un nuevo proceso de reendeudamiento del país? ¿Hacen alguna referencia a establecer estrategias propias frente al cambio tecnológico, o a aprovechar la producción nacional de conocimientos para complejizar la producción? ¿Cómo ven a los crecientes desafíos ecológicos y a las nuevas formas de proteccionismo “verde” que provendrán de los países centrales? ¿Tienen alguna sugerencia con relación a la minería y a formas extractivas que no contaminen a los humanos, la tierra y el agua? ¿Qué piensan sobre la consolidación del Mercosur y sobre las trabas que colocan los lobbies empresarios a su profundización?

¿Proponen alguna idea para aprovechar las enormes ganancias obtenidas en la reciente década para acelerar el crecimiento nacional? ¿O entienden que la fuga de capitales es la mejor opción? Cuando critican el “elevado” gasto público, ¿están proponiendo sustituirlo por inversión propia? Según su visión, ¿quién debería hacerse cargo de la inversión de largo plazo, con alta rentabilidad social? Y de la pobre participación de la banca privada en el financiamiento genuino de actividades productivas e innovadoras, ¿qué opinan? Aparte de quejarse de la “inseguridad jurídica” por la falta de “clima de negocios”, ¿tienen alguna crítica en torno de sus propios comportamientos? ¿Generaron alguna reflexión sobre su responsabilidad en el destino nacional, en la regresión social de las últimas décadas? Cuando estalló la crisis mundial, tuvieron una oportunidad de proponerle a la sociedad ideas novedosas para afrontar la crisis y salir fortalecidos mancomunadamente... ¿Lo hicieron? ¿O es mejor el recurso de los despidos masivos?

¿Por qué reaccionaron frente al proyecto de distribución de utilidades a los trabajadores como conservadores indignados frente al surgimiento del estado de bienestar en el siglo pasado? Cuando hablan de modernidad, ¿a qué se refieren? Entonces, ¿en qué consiste para ellos el liderazgo empresario?, ¿en reclamar un reconocimiento social que surgiría por un mandato divino o por decreto presidencial? ¿O piensan que el país entero no está a su altura?

En el centro de sus desvelos no figura ninguna de estas preguntas. El gran tema que ellos viven como un “retroceso” es la recuperación de la autonomía política del Estado. Se puede comprender más su crispación si se echa una mirada a lo que ha venido pasando en buena parte de “Occidente”, sobre todo luego de la caída de la URSS y la crisis de la socialdemocracia. En los países centrales, y en muchos periféricos, se ha generalizado un modelo político supuestamente pluralista, pero basado en un único programa económico: la primacía de la rentabilidad privada sobre cualquier criterio social. De ahí la admiración por Chile, y recientemente por Perú: un rumbo inamovible, que fue definido por las elites locales, las firmas multinacionales y las embajadas que importan. Y luego, sí, que la gente vote lo que quiera, total... Esa herida política que tiene la elite local sigue sin cerrar. Justo ahora que el mercado descontrolado entró en crisis a nivel global, y el pensamiento de ellos –la política puesta al servicio de los negocios– cada vez convence a menos gente en todo el planeta.

* Economista UNGS-UBA.
  Publicado en Página12

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