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martes, 22 de febrero de 2011

CRISTINA CUMPLE (MUCHO MÁS QUE) AÑOS

Por Eduardo Anguita*

La Presidenta cumplió años. No es difícil imaginar que en la intimidad familiar debe haber sido el más amargo de su vida. Después de casi cuarenta años de matrimonio, este 19 de febrero, no tuvo a Néstor Kirchner a su lado. No es tarea del periodismo invadir la vida privada o los sentimientos que puede albergar alguien en momentos de un duelo prolongado. Sin embargo, sí es un dato importante comprender la capacidad de una líder para sobrevivir a sus horas difíciles.
Se ha dicho hasta el cansancio desde los medios del establishment que hubo un efecto Néstor en la imagen de Cristina Fernández de Kirchner. Afirmaron que su imagen se acrecentó tras la prematura muerte de su esposo. La explicación inmediata de eso, desde esa perspectiva, es que el pueblo se identifica con su dolor. Como si eso no fuera parte de la política. Es decir, como si la relación entre los sentimientos populares y la adhesión a una dirigente no fuera parte fundante de los procesos ciudadanos. Donde las aguas se dividen es en la comprensión de que ese sentimiento no está en contra de los intereses de quienes apoyan a Cristina sino que, por el contrario, son una prolongación de ellos. Son, además, parte de una identidad política. En muchísimos coinciden, además, con el cariño a Evita, quizá la figura femenina originaria de la participación de las mayorías.

Lo antedicho no surge sólo de una constatación de las transformaciones que vive el país y que es tratado a diario en el debate político argentino desde hace casi ocho años. Está registrado, además, en una reciente encuesta publicada por la edición del viernes de Clarín. En efecto, la consultora Management & Fit, preferida del diputado Francisco de Narváez y orientada por su colaborador, el ex Guardia de Hierro y vocero de Carlos Menem Guillermo Seita. La encuesta dice que, “mirando a octubre” Cristina recoge el 27,1% de votos. No parece una cifra apabullante. Sin embargo, cobra dimensión si se analizan algunos por menores del estudio en cuestión. En primer lugar porque, detrás de ella, están Ricardo Alfonsín con el 6,6% y Mauricio Macri con el 5,4% de intención. En segundo lugar, porque el último de una lista de siete dirigentes, es Daniel Scioli con el 2,0% de intención. En tercer lugar, porque el estudio se hizo por adhesión espontánea. Es decir, los encuestadores no fueron con una lista y les dieron a elegir a los consultados, sino que dejaron la pregunta abierta. La explicación de los consultores de Management & Fit es que “todavía no hay candidatos firmes”. En realidad, una picardía, porque esos estudios permiten ejercicios de simulación. Pero, el resultado obvio de esa modalidad es que el número de “no sabe/no contesta” es altísimo: 38,5%.

El armado del kirchnerismo. Aclarado el punto, esta encuesta permite analizar tres datos de rigurosísimo interés. El primero es que los medios del establishment (grupo Clarín, La Nación, grupo Hadad y Perfil, con distintos matices) se pasaron el verano tratando de instalar que Scioli es un presidenciable a quien un grupo de obsecuentes cristinistas trata de dejar de lado de cara a octubre de 2011. Esa maniobra, a falta de referentes opositores al , partía de la premisa de que Scioli aceptaría dar un salto al vacío. Claro, para eso, además de la voluntad del gobernador, hacía falta que los consumidores de esos medios se convencieran de los editoriales y análisis de sus comunicadores. Nada de eso sucedió. Y como Scioli no hizo ninguna campaña presidenciable, la consultora de Seita & De Narváez lo muestra con un raquítico 2% de intención de voto presidenciable. Claro, De Narváez quiere limarlo para mostrarse como una alternativa en ese territorio. Cuenta, es cierto, con la buena cosecha que hizo en las legislativas de 2009. Pero nada más que con eso, que puede ser un buen trofeo para el escritorio.

El kirchnerismo tiene una conducción política indiscutible en Cristina Kirchner. Eso es algo que se reafirma con la aceptación de su gestión y con su intención de voto para ganar en primera vuelta en octubre. Pero es mucho más que eso. Es peronismo, derechos humanos, inserción latinoamericana y mundial, crecimiento económico y políticas redistributivas. Es, además, sintonía fina para el armado político. Días pasados, Carlos Reutemann habló un rato largo con el periodista Paulino Rodríguez y le confirmó que quedará al costado de la competición. Algo que pocos registraron de ese jugoso diálogo es que Lole dijo, como al pasar, que miraba las encuestas. Una manera de decir que sabe leer dónde van las adhesiones populares. Y, hay que recordarlo, en los primeros años, cuando Néstor Kirchner iba a un acto y estaba Reutemann, los aplausos para el ex fórmula 1 eran impresionantes.

En segundo lugar, ¿qué pasa en la provincia de Buenos Aires? Es cierto que Scioli y muchos intendentes tienen juego y adhesiones propias que potencian la candidatura de Cristina. Pero no es cierto que ella, para la presidencial, necesite de ellos. Sí es cierto lo inverso. Es decir, que si de estos diálogos amistosos entre dirigentes para armar listas –con o sin adhesión de Martín Sabbatella– hay que medir dónde crecen las fuerzas no hay duda que ellas crecen del lado de los dirigentes –de muy distintas procedencias de la provincia– que están completamente alineados con la Presidenta. Y aquí hay un dato no menor: es cierto y muy preocupante que el consumo y la circulación de drogas prohibidas crece en Buenos Aires y que también crece el delito. Pero también es cierto que sobran las evidencias de que la policía bonaerense no es la solución sino parte del problema. Por eso se encendió una alerta entre sectores del sciolismo –una de cuyas figuras claves resulta su ministro de Seguridad Ricardo Casal– a partir de la determinación presidencial de crear el Ministerio de Seguridad y poner al frente a Nilda Garré. Porque esta determinación pone a prueba no sólo la idoneidad de jefes policiales sino que cuestiona todo el andamiaje judicial, del ministerio fiscal provincial y de buena parte del armado político que no sólo resulta tolerante con los negocios sucios sino que obtiene réditos económicos de esas prácticas.

Es cierto que en las villas y asentamientos bonaerenses conviven el dramático cartoneo con los punteros de la droga. Tan cierto como que muchas veces se convierten en dos maneras de supervivencia aunque parezcan dos actividades tan distintas, una épica y la otra condenable. Hay que ser pobre y excluido por un par de generaciones para entender qué es sobrevivir. Pero también es cierto que no sólo esa pobreza es caldo para prácticas clientelares. Sirve para armar pymes de delincuencia. Y ahí están los manejos donde uniformados y criminales tejen lenguajes de conveniencia. Garré va a fondo. Sin declamar pero con respaldo. Cuenta, además, con Gendarmería, una fuerza que es convocada por los jueces cada vez que necesitan investigar delitos de narcos. Por algo, o por muchas cosas, los prefieren a la Federal o a la Bonaerense. Esto es parte de un cambio en la cultura política que tiene mucho que ver con las cosas que hace falta cambiar y profundizar. De ningún modo se trata de dos bandos distintos en el peronismo bonaerense, uno que quiere luchar contra las drogas y otro que se aprovecha del tema. Pero es una necesidad encarar estos temas con firmeza para avanzar en las transformaciones que promete la Presidenta.

Por último, esta encuesta de Management & Fit permite avizorar no sólo octubre sino también los días después. El establishment que no vio la potencia del kirchnerismo se lamenta en privado por haber confiado excesivamente en figuras sin peso (Julio Cobos) o con un descrédito completo (Eduardo Duhalde). Sin espacio para construir una alternativa y ya sin expectativas de crear conflictos en la relación de la Presidenta con dirigentes del peso político de Scioli, le queda un recurso curioso. Quieren culpar al Gobierno de la incapacidad de los altos ejecutivos de las grandes empresas de mantener a la Unión Industrial Argentina como una verdadera institución empresarial. La renuncia de su presidente, Héctor Méndez, dejó en evidencia que no sólo no hay partidos políticos sólidos conservadores o de derecha liberal. Además, queda en evidencia que la UIA no tiene liderazgo. Clarín tuvo, junto a Techint, la genial idea de crear un sello de las principales corporaciones. Así surgió AEA (Asociación Empresaria Argentina), una continuación de los intereses personales y políticos de Héctor Magnetto y Paolo Rocca. También forma parte de este grupo selecto otro hombre que entiende que la Casa Rosada es una gerencia más de sus intereses, como es Luis Pagani, presidente de Arcor. Héctor Méndez, fue un interlocutor entre la Casa Rosada y estos hombres de negocios. Pero lo fue en años en los que desde los ministerios de Economía, Planificación Federal o Producción no había la más mínima expectativa de alinear al país detrás de ese modelo de país desindustrializado con algunos popes sentados en oficinas empresarias. Por eso, ahora, Clarín salió a estigmatizar a una nueva bestia negra: los empresarios K, aquellos que hacen crecer sus negocios sin pedirles permiso a Rocca, Magnetto o Pagani. La última genialidad es atacar a Aluar, porque su presidente, Javier Madanes Quintanilla, salió a cruzar a Rocca. Madanes Quintanilla pidió elecciones libres en la entidad. Lo acusan de no ser de la UIA. Es más, Clarín descubrió que en el directorio de Aluar “hay un muchacho de la Cámpora” (por Iván Heyn, quien llegó allí en nombre de las acciones que tiene el Estado a través de la Ansés). Es que, entonces, también otra burguesía es posible. Al calor del kirchnerismo se van cayendo no sólo las viejas prácticas de la política sino también las de quienes tienen un poder tanto o más fuerte, como son los hombres de negocios.

*Publicado en Miradas al Sur

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