Por Roberto Marra
El sol calienta, ilumina y sana, pero sólo en cantidades limitadas. El exceso trae consecuencias muy dañinas. Las palabras también. Hay quienes no paran de parlotear, pero sin el sustento necesario para darle sentido a sus frases o, aún teniéndolo, exhibir una falta de coherencia entre sus dichos y los hechos que pretende relatar. En esta “categoría parlachina” entran muchos candidatos y funcionarios, vocingleros por naturaleza de mensajes incomprensibles o, lo peor, insufribles. Como cantores aburridos, repiten una y otra vez sus insulsos “poemas” escritos por quien ni siquiera habrá nunca de aparecer. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, se dice. Pero ni así logran convencer sus peroratas cortas. Por suerte, sus apariciones sólo son fulgores electoralistas, para dar paso a largos silencios indicativos de lo poco que tiene para decir cuando no se juegan por un cargo. Por desgracia, sus influencias son inversamente proporcionales a sus miserias discursivas, que serán soportadas ¡y votadas! por las víctimas de un sistema que se los engulle, mientras promueve a estos degradantes personajes de una historia malversada, a la que el Pueblo no termina de atreverse a ponerle final.

No hay comentarios:
Publicar un comentario