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lunes, 29 de enero de 2024

SALVADORES DE LA PATRIA

Por Roberto Marra

Los “salvadores de la Patria” son una especie política que nunca deja de reproducirse. Una y otra vez aparecen esos creídos personajes que asumen un rol para el que nadie, siquiera, los candidateó. Pero ahí están, nominando a quienes deben dejar de ser líderes por su determinación “superior”, estimulando la pasión por el desprecio a sus “objetos del deseo” destituyente de esas figuras que pueden ensombrecer sus vanidades, para lo que no tienen respaldo probatorio en otra cosa que su propio ego. Un descomunal paraíso de pedanterías, ínfulas y fanfarronería, destinadas a promover odios infundados y subestimación a sus interlocutores.

Se puede pensar que actúan de ese modo por una petulancia innata, pero también “se huele” un perfume a encargo del Poder. Resulta notable como estos personajes, que no son precisameente ignorantes o incultos, son permanentemente “consultados” por el periodismo militante (del Poder Real). Es que sus “servicios” logran mucho más que lo que puedan hacer los comunes difusores de falacias fabricadas por los “focus group” donde se nutren habitualmente de sandeces los medios de (in)comunicación.

Son, por sus reales capacidades intelectuales, escuchados por quienes buscan salidas a los padecimientos sociales y económicos, sobre todo porque se plantean como alternativas diferentes a lo pasado y al presente, un atractivo que eleva la consideración de ese tipo de público ávido de figuras que les resuelvan sus problemas sin la engorrosa y molesta tarea de pensar demasiado. Generalmente con procacidades verbales y ademanes ostentosos, logran cautivar la atención y hacer soñar con la eliminación del proscenio político a aquellas personas que, gracias a la acción mediática, se fueron convirtiendo en estigmas a los que “se tiene que hacer desaparecer” de la consideración popular.

Logran mucho con muy poco. Terminan acarreando a una parte importante de sus escuchas, “organizan” algunas especies de movimientos que intentarán convertir en gérmen de candidaturas (las propias) que tendrán como objetivo, no tanto el triunfo electoral propio, sino la derrota de sus atacados. Un proceso muy virtuoso para ellos y sus socios económicos, pero letal para la construcción de movimientos populares que puedan enfrentar con éxito al aparato politiquero, mediático y judicial que los sustentan.

De este lado del pensamiento, se pierde mucho tiempo en enfrentamientos vanos con tales petulantes. No será con discusiones honestas que se saldarán esas disputas ideológicas, porque no está en sus genes políticos la honestidad. Paradójicamente, tampoco se les puede ignorar, porque poseen la fuerza propia de los energúmenos con apoyo del Poder Real. Combatir sus argumentos masivamente, es tarea complicada para quienes no poseen capacidades comunicacionales equivalentes a las que se les suministran a estos y otros tipos de virósicos alcahuetes.

Y ahí vamos, por enésima vez, introducidos en el viejo túnel de los desprecios inventados, de los vilipendios enajenantes, de la mentira ominosa o la verdad retorcida hasta convertirla en esquirlas que penetran bien profundo en las almas atormentadas de los que padecen los estragos neoliberales. Nos “acompañan” estos fabricantes de conspiraciones antipopulares disfrazadas de certezas terminantes. Nos empujan con pasión y sagacidad hacia el desvío de nuestras necesidades, retorciendo el conocimiento hasta convertirlo en pasión negativa, en sinrazón y en dudosa esperanza en estos “mesías” autoproclamados. Nos incitan a la negación de la historia, a la que cuentan adecuándola a sus intereses personales, para hacernos caer en la trampa de la resignación con pátina de futuro.

Y nos anulan las luchas verdaderas, las organizaciones unitarias, las seguridades en lo auténticamente vivido, para recomenzar, una y otra vez, con los mismos procesos destinados al fracaso popular, mientras ellos reaparecerán, mucho más adelante, como los renovados salvadores de una Patria a la que están dejando casi sin patriotas.

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