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lunes, 30 de mayo de 2022

LA MILITANCIA ENREDADA

Por Roberto Marra

La militancia política es una de las formas de participación ciudadana más destacables. Su característica fundamental es la entrega con absoluta pasión de quienes la realizan para concretar las ideas a las que adhieren. A lo largo de la historia de nuestra Nación, miles y hasta millones de simples hombres y mujeres solidarios y decididos, han logrado modificar rumbos errados de los gobiernos, imponer criterios basados en necesidades (obvias para el Pueblo pero no para algunos dirigentes), alterar los objetivos de las dictaduras y obligarlas a transitar hacia caminos democráticos más o menos reales, pero definitivamente alcanzados por la voluntad y el empeño de esos ilustres desconocidos llamados militantes.

Hoy día, tal condición ya no se expresa sólo en las calles, en esas ruidosas y expresivas manifestaciones multitudinarias, sino que muchas de las acciones se han trasladado al ámbito de lo virtual, es decir, a las redes sociales. Allí, se han convertido en otra cosa, muchas veces no tan consustanciada con la realidad, sino con simples objetivos opositores a tal o cual personaje político o social, a determinados procesos legislativos o judiciales, o a cualquier proceder de funcionarios estIgmatizados previamente desde el sector que promueve esta nueva “militancia enredada”, los medios hegemónicos.

Ya desde las páginas de esos pasquines con prosapias tan oscuras como las razones de sus propietarios para impedir cualquier atisbo de progreso social, se leen (si el estómago del lector lo soporta) las obscenidades más repugnantes, las palabras más ofensivas, los relatos menos coherentes, las historias más tergiversadas; todo con tal de hacer añicos la reputación de tal o cual político o política. Son los “comentarios” de las notas de pseudo-periodistas lanzados a una frenética carrera de odios prefabricados por los “focus group” que el Poder Real tiene a su servicio para anular la verdad y retorcerla hasta convertirla en estiercol de la realidad.

No se queda allí la participación ciudadana en la red. También existen honestos militantes que, no sintiéndose representados cabalmente por alguna agrupación política existente, deciden reunirse por afinidad de pensamientos en pequeños grupos vinculados fundamentalmente a través de una red social. La más elegida parece ser “whatsapp”, cuya facilidad de acceso y uso permite la reunión virtual de decenas y centenares de personas para intercambiar opiniones y proponer acciones relacionadas con sus intereses y objetivos comunes.

Sin embargo, tal virtud originaria no impide el desarrollo de algunas actitudes mucho menos consustanciadas con la nobleza militante, sino más bien con la egolatría y la soberbia de algunos y algunas integrantes de esos grupos “whatsapperos”. Es difícil no encontrar en esas asociaciones virtuales, personajes que se desviven por demostrar superioridades, exaltar sus habilidades o imponer sus criterios a fuerza de sarcasmos, descrédito de sus interlocutores o insultos a la inteligencia de quienes recepcionan sus mensajes.

Aseguran, determinan, sentencian, señalan, todo para saborear el dulce gustillo de la derrota de sus supuestos compañeros virtuales ante sus elucubraciones semánticas. Sus colegas de la red en la que “militan”, terminan por emprender el retorno a la soledad de sus ideas, aturdidos por tanta retahila de sandeces tratadas como erudiciones de los vanidosos en cuestión.

Se desarma así otra manera de comunicación que pudiera aumentar el acercamiento a la verdad que nos niegan los mentimedios. Se destruye otra herramienta que posibilite una verdadera unidad conceptual “desde abajo”, basada en criterios comunes para el razonamiento y la determinación de los actos que hagan realidad los objetivos sostenidos. Se autocondena a la disgregación a quienes no soportan tales actitudes revulsivas, corriendo el futuro hacia un horizonte cada vez más alejado y borroso. Se olvidan los principios de solidaridad que, invariablemente, deben contener las agrupaciones de militantes, en tanto reservorio moral y real de las banderas tantas veces traicionadas por dirigentes y funcionarios.

Mientras tanto, los soberbios habitantes de las redes, los supuestos sabiondos (y suicidas) de la cultura “whatsappera”, siguen haciendo trizas las oportunidades unitarias, para regocijo de los enemigos que, vanamente, dicen combatir.

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