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miércoles, 6 de abril de 2022

LA CANASTA

Por Roberto Marra

Es común escuchar en épocas de crisis económicas, de alzas inflacionarias extraordinarias y de empobrecimiento mayúsculo de la población, la búsqueda del paliativo a la falta de poder adquisitivo, por medio de eso que denominan “canasta alimentaria”. Allí se sumarán algunos alimentos básicos a los que se intentarán mantenerles un precio determinado por “consenso” con los grandes actores de la industria y la distribución alimenticia, las corporaciones alimenticias nacionales e internacionales, contumaces reproductores de esa remarcación permanente con la que esquilman los bolsillos enflaquecidos del pobrerío y algunos más.

Para los pobres, entonces, “canasta alimentaria”. Cinco, diez o veinte productos, los cuales esos dueños de la alimentación se comprometen a no aumentar por un determinado período de tiempo. Mientras tanto, el grueso apabullante de la producción agropecuaria sigue saliendo por los puertos privados, atravesando rios librados al tránsito extranjero depredatorio, generando fortunas obscenas para los pocos propietarios del sistema de esquilme cotidiano al que nos someten, con la “vista gorda” de funcionarios infuncionales y decisiones pacatas de nuestros representantes.

La guerra” es la gran disculpa del momento. Una de tantas repetidas trampas de “los mercados”, en las que caemos casi inadvertidamente, creyendo en una entelequia creada para el sometimiento feroz y el robo sistemático de nuestras riquezas, para solaz privativo de unos pocos y desahucio de las mayorías. Un país con una producción real y potencial de alimentos que podría satisfacer sin esfuerzo la excelente alimentación de toda su población, para luego sí ofrecer al Mundo esos productos, vive la paradojal circunstancia de la existencia de millones de personas mal nutridas.

No es la guerra, ni el clima, ni los precios internacionales. Es la avaricia repugnante de un grupo de energúmenos con ínfulas de dueños del Planeta, a los cuales se asocian los representantes locales de esa maquinaria atroz destinada a “fabricar” pobres e indigentes, carne de cañón de sus conflictos, individuos descartables para sus particulares morales genocidas. Junto a ellos, una runfla de soberbios mediáticos fabricando brutalidades imprescindibles para el sostenimiento de esa relación de poder que asegura el dominio de las conciencias y la muerte de las almas de los sometidos.

Después, están nuestros representantes, que suelen olvidar tales condiciones y orígenes, atravesados por el temor a perder una elección (o sus privilegios). No son todos iguales, como nos intentan convencer desde las cadenas mentimediáticas, pero son una lamentable mayoría funcional al Poder Real. Medrosos y retardatarios, algunos funcionan al revés de sus funciones originales, ocasionando la reproducción infinita de los males heredados sin intentar más que esa miserable degradación de ofrecer “canastas alimentarias”.

Atados a tironeos de uno y otro lado, algunos se terminan asumiendo como simples administradores de la pobreza, antes que como factores importantes para lograr su reducción y desaparición. Sólo tomarán tímidas medidas como alivios pasajeros que retrasen los nuevos ataques especulativos, hasta que explote en sus manos la bomba económica-financiera que “los mercados” siempre tienen lista para derrotar a los pueblos.

FMI, “capangas” del campo, empresarios cartelizados, supermercadistas oligopolizados, junto a los “lobbystas” legislativos, la “justicia” selectiva y el batallón mediático fabricante de ignorantes, son la razón de la existencia de la inflación, de los precios estratosféricos y las miserias cotidianas de los nadies. Funcionarios venales o infuncionales, completan la delantera de esta máquina de matar empobreciendo, de enaltecer la insolidaridad, de abastecer el futuro de muertos vivos, simples ciudadanos sin Patria, sin destino ni banderas.

Ha llegado la hora de armar otra “oferta”, repleta de simples realidades, donde no podrá faltar la voluntad, el protagonismo popular y la valentía dirigencial. Una propuesta que refleje los sueños y esperanzas del regreso a los valores más sentidos, a las banderas que siguen anidando en los corazones y las razones de los que aún mantenemos vivos los tiempos perdidos por ir detrás de vanos esfuerzos por parecernos a los enemigos. Es tiempo de encontrarnos y anudar el destino a nuestros esfuerzos de luchas inclaudicables, para acabar para siempre con la lacra que nos promete, simplemente, una “canasta alimenticia”.

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