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jueves, 3 de marzo de 2022

LA HEGEMONÍA DEL PREJUICIO

(Imagen de Miquel Pellicer)
Por Roberto Marra

Dijo alguna vez Albert Einstein: ¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Y de eso parece tratarse, casi con exclusividad, la actividad de los medios de comunicación actuales: de instalar prejuicios, de abonarlos y hacerlos crecer, de masificar sus correspondencias con los actos individuales y colectivos que de ellos se derivan, producto del impulso que a tales brutalidades emergentes se les otorga por parte de esos medios hegemónicos de carácter planetario.

La hipocresía es la característica esencial de los gobernantes de los países pretendidamente “superiores” (y de los no tan superiores, también). La arrogancia es el signo elemental de quienes se consideran a sí mismos elegidos por Dios para gobernar el Mundo, tal como han sostenido descaradamente siempre los presidentes norteamericanos, basándose en ese supuesto “destino manifiesto” de su nación para la gobernanza planetaria.

El hegemonismo no es una sensación de sus enemigos ni una interpretación de algunos intelectuales de ideologías opuestas a la establecida como la única válida por el propio imperio. Es un hecho claramente puesto de manifiesto en todas las sociedades, en cuestiones que van desde lo comercial, lo financiero, lo productivo, lo comunicacional y hasta lo más importante de todos: lo cultural.

Es a través de esa penetración lenta, imperceptible a veces, descarada otras, impertinente y audaz la mayoría, que han logrado convertirse en la referencia “obligatoria” para medir calidades y superioridades. Es en base a su cultura desideologizante o, peor todavía, introductora de la peor de las ideologías, la del desprecio y el odio al diferente, la xenofobia, la insolidaridad, el consumismo sin otro objetivo que el de provocar adicciones económicas y caídas en desfalcos financieros que eternizan la subordinación a sus intereses, lo que fue generando una masiva y aparentemente irreductuble adhesión a sus postulados por toda la población del Planeta.

Los “sentidos comunes” son sólo los establecidos por sus focus group, creados para elaborar métodos de subordinación a sus intereses y mandatos. Es así que nos marcan quienes son “los enemigos”, los estigmatizan y los degradan hasta hacerlos parecer demoníacos, inventan historias amañadas y colocan en la mira de sus armamentos (militares, económicos y mediáticos) a los líderes que resulten peligrosos para la continuidad de sus dominios casi infinitos.

La mentira es el caramelo más amargo utilizado para sobornar a los individuos, la fantasía hollywodense su metodología introductoria a pasiones de odios sin sentido real, las “sanciones” financieras y económicas las armas más letales para poder atacar impunemente a sus enemigos ideológicos. Sólo se trata de invadir nuestras conciencias, desarmarlas y colonizarlas, para así generar adhesiones que no incluyan pensar ni discernir.

La historia nos la presentan como dato duro e inconmovible. No admite revisión alguna, porque es necesario asegurar la cooptación sin razonamiento ni investigación. Quienes se atrevan a buscar otros caminos, desandando los establecidos y desbrozando su tupida selva de falsías, serán señalados como peligrosos agentes del mal, tal vez formando parte de ese terrorismo al que dicen perseguir después de ser ellos mismos los que lo crean.

Intentan hacernos creer que defienden la vida, que se enternecen ante el sufrimiento de los niños, que generan trabajo y bienestar en todo el orbe. Olvidan, para su conveniencia, que son sus acciones malévolas e históricamente verificables, las creadoras de los peores latrocinios, las generadoras de los genocidios más horrendos y las desvastaciones más elocuentes. Autoconvencidos de ser los amos del Mundo, borran de un plumazo (y en nombre de la libertad) a pueblos enteros. Penetrados de sus propias ponzoñas, asesinan en nombre de la paz a líderes de lejanos países, sólo para poder seguir extrayendo riquezas ajenas y destruir las culturas que no se rinden ante la suya.

La amenaza sigue siendo su oscura versión de la diplomacia. La extorsión, su ley ante los súbditos europeos, otros engreídos herederos de un pasado de colonialismo salvaje y de imperios obsoletos ya vencidos. Juntos elaboran los planes de exterminio de las naciones y los líderes que se atreven a desafiarlos. Juntos avanzan contra los derechos de los humanos que no son tan humanos para ellos, aquellos de las pieles oscuras y la pobreza eternizada por acción de sus asqueantes procederes coloniales. Juntos olvidan hasta sus tan cacareados falsos principios, donde la libertad de expresión es borrada de un plumazo cuando quienes la ejercen no comunican lo que ellos necesitan.

Convencidos de su invulnerabilidad, pretenden pisotear todas las razones, aplastar cada una de las rebeldías, ultimar hasta el más pequeño resabio de cordura. Deslizan a la humanidad hasta el borde del precipicio del horror del exterminio humano, sólo para probar nuestros temores, acobardar nuestras esperanzas y cerrar la puerta del infierno en el que nos han metido para su exclusivo y perverso placer.

Es imprescindible escuchar a los díscolos. Es preciso atender a quienes nos señalan alternativas. Es necesario desatarnos los nudos de la imbecilidad a la que nos sometieron, prestar atención a los que nos marcan otros caminos, nos avisan de los disparates imperiales y nos demuestran que gobiernan con hipocresías nuestras voluntades. Revolucionario es, hoy en día, escuchar otras voces, comprenderlas y valorarlas, para extraer de ellas el conocimiento que nos roban desde siempre. Soberanía es, ahora mismo, desatar nuestros deseos, desperezar a nuestros iguales, alentar a nuestros líderes leales y atacar sin piedad al origen mismo de todos los males, al centro del Poder global, olvidando el miedo para otro tiempo, que sólo existirá si desde ahora nos atrevemos a construirlo diferente.

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