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viernes, 4 de junio de 2021

DE DIRIGENTES Y MILITANTES

Por Roberto Marra

Por la forma en que se deciden las candidaturas, cada vez que se acercan elecciones, pareciera que los partidos políticos y los frentes entre ellos fueran unas especies de “clubes” de barrio, donde un pequeño grupo de “dirigentes” establece quienes serán los elevados a la consideración de los votantes. Hay una porfiada manera de considerarse imprescindibles por parte de algunos “popes” autoelevados a los máximos cargos, dejando de lado los valores de muchos otros y otras participantes de esos conglomerados de militantes, que sólo son convocados para hacer flamear las banderas y aplaudir a los que se suben al escenario de las decisiones finales.

Existe una notable desconexión entre dirigentes y dirigidos, falta un vital elemento intermediario entre ambos. La mística es importante, pero la palabra de cada participante comprometido con la doctrina representada por el partido en cuestión, la es mucho más. Los análisis concienzudos de la realidad que muchos militantes son capaces de realizar, nunca terminan en la mesa de quienes deciden. Hay un entramado de “intermediarios”, parásitos de un aparato que debiera estar atento al devenir de los diversos actores que intentan marcar defectos, desvíos o aciertos, colaborando con lucidez a la elaboración de planes, estrategias y tácticas que hagan factible el triunfo en base al conocimiento volcado en la construcción colectiva.

Que todo esto suceda en los partidos “conservadores”, los que representan las ideas más antipopulares y de neta característica neoliberal en sus pensamientos económicos, no tiene nada de extraño. El elitismo forma parte fundacional de sus relaciones hacia dentro y hacia afuera de sus organizaciones. Pero que tales procederes sea el común accionar dirigencial del más popular de los movimientos argentinos, es inadmisible. Y muy estúpido.

Pero ahí se viene ya otra elección, tan importante como siempre, pero más aún en vista del poderio de los enemigos del Pueblo y que la capacidad de daño de los asnos con poder que nos gobernaron por cuatro años en forma directa, e influyeron siempre desde las sombras a los gobiernos populares, está intacta. Sus sistemas comunicacionales mantienen la ventaja de la falta de contraposición de algo similar, pero de sentido contrario. Sus “focus group” trabajan sin cesar, estudiando las subjetividades de “la gente” a la que dirige su mensajes repletos de obscenidades y falsías, pero efectivos para dañar la consideración hacia los auténticos y leales líderes populares.

No existe ninguna construccción que se sostenga sin bases sólidas. Ni las destinadas a edificios, ni las políticas. Los enemigos del Pueblo lo saben, y actúan en consecuencia y a su manera. Son esas bases las desconsideradas por los dirigentes populares que, aún con buenas intenciones y envueltos en la imaginable presión del hecho de gobernar en medio del desastre económico recibido y el agregado de una pandemia, no intentan escuchar a los más lúcidos de sus militantes, aquellos y aquellas que les señalan caminos alternativos a las gestiones desarrolladas.

El grueso de la población permanece más preocupada por el intolerable alza de los precios, antes que por las tramas electorales en ciernes. Atemorizada por la pandemia y su mortal resultado, intenta sobrevivir, literalmente, a esta despiadada conjunción de penurias, naturales y de las otras. Lo hace obviando su participación directa en lo que debiera sentirse como un deber, el de protagonizar la política, para que ella no sea encarnada por nuestros enemigos, y a su placer. Todo muy comprensible, pero de resultados muy peligrosos para sus expectativas de mejoras sociales.

Este combo de poca participación popular y escaso nivel de atención de los principales dirigentes a quienes sí participan, termina por empujar a los mismos de siempre a la cúspide de las decisiones electorales, resultando en una “oferta” repetida, caras y modos reicindentes que no aseguran más que sus cargos eternos. Algunos, creídos de favores populares imaginados, optan por “abrirse” de las alianzas de la que formaban parte, para intentar acercarse a los votos de quienes piensan con el odio más que con la razón. Se “neoliberalizan” sus discursos, se hacen los duros con quienes les permitieron acceder a los altos cargos que detentan y venden al mejor postor sus supuestas adhesiones doctrinarias, las cuales nunca existieron de verdad.

Las estrategias y las tácticas brillan por sus ausencias, Sólo parecen haber impulsos y voluntades, sin que las medien el conocimiento profundo de los objetivos y cómo alcanzarlos. Los “amontonamientos” reemplazan a los acuerdos programáticos, las consignas recitadas son la vulgar expresión de la desconsideración hacia la capacidad analítica de los receptores de tales mensajes. Y la militancia sigue quedando de lado, para vegetar en un eterno menosprecio de sus capacidades y perder el tiempo irrecuperable de todo el Pueblo.

 

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