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miércoles, 7 de abril de 2021

LA OTRA NOTICIA

Por Roberto Marra

La noticia, en el Mundo, no es el aumento de los casos de Covid-19. Eso era esperable, en medio de la desaprensión de la población, la inacción de algunos gobiernos, la desproporcional distribución de las vacunas, la aparición de nuevas cepas y tantas etcéteras como se quieran. La verdadera noticia es que los 2.755 milmillonarios del Planeta aumentaron sus fortunas un 86 % (en promedio) durante el desarrollo de esta pandemia.

Alrededor de 2.000 millones de personas no acceden al agua potable. Más de 800 millones pasan hambre cotidiano y otras 1.200 millones no tienen acceso regular a los alimentos nutritivos. 2.800 millones de personas sobreviven con menos de 2 dólares por día. 450 millones de niños sufren de bajo peso. Más de 870 millones de adultos son analfabetos y de ellos, dos tercios son mujeres. En síntesis, el 1% más rico de la población posee el doble que 6.900 millones de personas, que son casi el 89% de los habitantes de la Tierra.

En Argentina también hay poseedores de más de 1.000 millones de dólares. Marcos Galperin, dueño de “Mercado Libre”, elevó su fortuna en 4.000 millones de dólares ¡en un año!, para llegar a la friolera de u$s 6.100 millones. No es el único “ganador” de nuestras tierras. Allí figuran también los archiconocidos hermanos Rocca, con 3.700 millones de dólares, o Alejandro Bulgheroni, que hizo su fortuna en Argentina y se estableció en Uruguay para pagar aún menos impuestos que aquí. Perez Companc y Eurnekian son otros dos supermillonarios “nacionales” con prosapia demasiada conocida.

Muchos otros, a pesar de no alcanzar esas cifras por arriba de los mil millones, forman parte también de la caterva de acumuladores de fortunas notables. Son, junto a los otros, quienes conforman eso que se suele denominar el “Poder Real”, el que prácticamente lo decide todo en cuanto a la economía y las finanzas. Son los “lobbystas” permanentes ante el Gobierno de turno, presionadores sin límites para imponer medidas que les favorezcan, en sus caminos al engrandecimiento personal y de clase.

Ante esto, las estúpidas discusiones permanentes sobre “la inflación” o el aumento de los precios de los alimentos; o sobre la incapacidad de los salarios y las jubilaciones para enfrentar una sobrevivencia digna, cobran otra dimensión. Suenan mucho más a puestas en escena de parodias para entretener a las mayorias padecientes, que a intentos reales por modificar ese estado de cosas.

Siempre, invariablemente, esos multimillonarios estarán sentados a la mesa de las discusiones sobre esos temas que sólo afectan a los empobrecidos y miserabilizados, pero sobre cuyas vidas no se habla, sino sobre como evitar que disminuyan las fortunas (siempre mas habidas) de los dueños de casi todo, incluso de la voluntad de quienes ofician de nuestros representantes. Tal vez algunos “huesos” decidan tirarnos desde sus púlpitos de mandamases supremos, como para evitar rebeliones que, a esta altura, resulta incomprensible que no sucedan.

Nadie hace fortunas de tamañas dimensiones sin trasponer los límites de la legalidad. La trampa es su método permanente, la estafa es su sistema predilecto, la corrupción de funcionarios la manera de involucrar a la política en sus sucias campañas de acumulación infinita. Jueces y fiscales trabajan para ellos, cooptados con prebendas que les empujan a desatender las necesidades de justicia real, para desarrollar acciones contra aquellos y aquellas que se niegan a aceptar sus predominios compulsivos.

Nada cambiará jamás, sin atacar las fuentes mismas de la desigualdad premeditada. Ninguna acción podrá desarrollar un gobierno popular atendiendo las “órdenes” de estos poderosos maquiavélicos, a quienes no les importa otra cosa que sus millones. La convivencia con semejantes idólatras del “dios mercado”, es un imposible de características absolutas. Las decisiones basadas en sus intereses conducen al fracaso de las mayorías y la profundización de la injusticia social. Y ahora, en pandemia, a la muerte temprana de miles de compatriotas.

Tienen su voz “política”, expresada por una especie de sub-humanos reunidos en un “frente” que se destaca por la perversa condición de sus integrantes, auténticos representantes del infierno en la Tierra, que buscan la desaparición total de su estigma ideológico por excelencia: el peronismo. Eso solo los mueve a expresar las bestialidades más obscenas, proponiendo “que se mueran los que se tengan que morir” ante el virus padecido. Eso es lo que han propuesto históricamente: la muerte, la miseria, la sumisión a sus designios.

Seguir soportándolos al frente de todas las decisiones, aguantar estoicamente sus actitudes de vendepatrias, asumirlos como parte de la Nación cuando invariablemente se han desentendido de los intereses reales de ella fugando sus fortunas al exterior, es una cobardía imperdonable. No se trata sólo de dinero acumulado, sino de vidas perdidas, desapariciones de generaciones enteras, destrucción de las obras creadas por el Pueblo cuando éste fue conducido por auténticos representantes de sus intereses.

Y no se los puede enfrentar por la sola voluntad de un gobernante, sino con una mayoría consciente de que su protagonismo es esencial. No puede haber titubeos ante sus altanerías. No debe temerse a sus amenazas permanentes. Por el contrario, hay que perseguir sus evasiones, reclamar impuestos permanentes sobre sus fortunas, obligarlos a devolver los sudores de millones de ciudadanos convertidos en billetes fugados. ¿Imposible? Sólo si se lo hace sin convicciones de conquistar el poder, el que nos corresponde como Pueblo, el que desciende del legado bicentenario de quienes nos heredaran estas tierras con el mandato, todavía incumplido, de hacer de ellas una Patria Justa, Libre y Soberana.

 

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