Imagen de "Efecto Cocuyo" |
Por
Roberto Marra
Existen
muchas formas de mentir. Una de ellas es la de no hablar sobre algo
que resulta opuesto a los intereses de quien está emitiendo una
noticia o una opinión. El ocultamiento de la realidad es la forma en
que se puede dar continuidad a la falsía con la que se manifiestan
muchos comunicadores, la mayoría de los cuales responden antes a las
empresas “periodísticas” que los contratan, que al valor de la
honestidad de sus actos.
Las
noticias sobre Venezuela son esas de las cuales se trabaja con
especial ahínco por parte del periodismo genuflexo. Para desgracia
de la población que busca conocer la realidad de otros lares, toda
información sobre aquella nación pasa por el tamiz de las agencias
internacionales serviles del imperio, logrando que, incluso
periodistas de capacidades y producciones notables, caigan en las
mismas artimañas que el enemigo ideológico de nuestros hermanos
latinoamericanos se encarga de imponer.
No
es novedad este accionar malicioso. Se ha puesto en práctica desde
hace ya tanto tiempo, que se desdibuja el origen. Pero cualquiera
podrá recordar, si tiene los años y/o el interes por conocer la
historia de nuestras naciones hermanas, lo que ha sucedido desde que
la Revolución Cubana triunfó. No se privaron de ninguna falsedad,
no dejaron de emitir una sola elucubración que se les ocurriera para
intentar destruir aquel proceso. Aún traspasando los límites de lo
ridículo, jamás abandonaron sus mensajes llenos de desprecios y
sarcasmos hacia sus líderes, nunca dejaron de generar fábulas
grotescas sobre la isla y sus heroísmos envidiables.
Ahora,
cuando el padecimiento internacional por la pandemia todo lo cubre,
continúa todo ese ultraje a la verdad, escondiendo las realidades de
esos países para entorpecer nuestro entendimiento sobre ellas, para
asegurarse la ignorancia que les permita acumular idiotas útiles
para la continuidad de sus ruindades mundiales. En este tiempo de
imperiosa necesidad de verdades transparentes, de urgencias en la
búsqueda de salidas a semejante apremio, conocer las formas que han
encarado otras naciones que se manejan con otros conceptos
ideológicos y prácticos, puede ser de relevancia para ajustar
nuestras propias decisiones para la lucha exitosa contra este nuevo
enemigo de sospechoso origen.
Pero
allí está entonces Venezuela, curiosamente controlando con éxito
la propagación virósica en su territorio, sin cantar victoria pero
transitando un camino positivo para lograr el menor daño de todo el
Continente para su población, que ya tiene demasiado con sufrir las
consecuencias del bloqueo ominoso del imperio y sus miserables
adláteres europeos y americanos. Semejante logro, oculto en forma
pasmosa por todo el arco periodístico, mencionado como un número
sin importancia cuando hacen el relevamiento de afectados y
fallecidos mundiales, en ese diario recuento cruel que parecen gozar
en transmitir con sus falsas caras de compungidos.
Todo
es aprovechable para ensayar una salida a esta enésima crisis del
capitalismo, encerrado en sus propias consignas sin destino, nadando
en el vómito de sus propias maldades, experimentando una tras otra
las enfermizas maneras de contagiarnos con sus eternos virus de la
desmemoria y la oscuridad mediática.
Sus
ataques histéricos contra las naciones que los desafían no cejan.
Los ríos de tinta y las voces acumuladas de tantos miserables
periodistas de papel glacé, intentan frenar la verdad con toneladas
de obscenidades comunicacionales, haciendo de la historia que corre
bajo nuestras narices, una papilla fácilmente digerible por las
mayorías. Solo pretenden sobrevivir a una más de las desgracias
creadas por ellos mismos, frenando a las multitudes de desesperados
en las puertas mismas de la esperanza de ser algo más que números
en el pizarrón de las víctimas.
Los
ocultamientos sobre Venezuela y sus pocos damnificados o el
desconocimiento de la ayuda humanitaria de Cuba, seguirán su curso
denigrante en las pantallas del desprecio por la verdad y la insanía
de la defensa de los intereses de los poderosos que pretenden salvar
sus fortunas a costa de la muerte de millones de personas. Más
enfermos están, a no dudarlo, aquellos que sirven a estos
energúmenos, solo por los asquerosos minutos de fama de sus pobres
actuaciones mediáticas.
Otra
pandemia los exterminará, seguro, cuando de las bocas de los
marginados, de los expulsados de la vida, de los eternos desposeídos
de derechos, surjan las verdades que los aplasten contra la pared de
la justicia social. Allí verán la luz de lo que nunca vieron,
escucharán los sonidos de las voces que jamás escucharon, pero será
tarde para ellos, fracasados engendros de un imperio que se muere
lentamente, paradójicamente, sin remedio.
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