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martes, 18 de febrero de 2020

EL MÉDICO ADIVINO

Imagen de "El Destape"
Por Roberto Marra
Existen personas con capacidades diferentes, antes segregadas con las denominaciones de “discapacitados” o “minusválidos”. Están aquellas que poseen algunas facultades especiales, como las de realizar operaciones matemáticas complejas en breves segundos y sin ayuda externa. Hay quienes pueden graficar todo lo que ven en una sola observación, con exactitud milimétrica. Aparecen, muy de vez en cuando, personas de intelectos superdotados y sensibilidades innatas, como los manifestados por los grandes artistas que admiramos por sus obras de superioridades inigualables.
Pero, a no desesperar argentinos, que en nuestro País tenemos también a alguien que ha logrado desarrollar un don imposible de igualar en el Planeta. Se trata de una persona capaz de realizar, con la sola observación de una fotografía o un simple video, un diagnóstico médico de precisión. Si, tal como suena, el prodigio de la capacidad cognitiva a distancia tiene su representante exclusivo en estas tierras. O más bien en las pantallas televisivas del multimedio más conocido por estos lares en los últimos tiempos, que puede también, en otro acto de especial prodigio adivinatorio, dar a conocer un fallo judicial antes que lo emita el juez a cargo.
Este ser tan especial, algo así como un “santo laico” sin aureola (todavía), aparece en la pantalla con su proverbial expresión anodina, mostrando primero la foto de la cual extraerá sus rápidas e infalibles conclusiones, para culminar, en solo segundos, con un diagnóstico exacto de las enfermedades de la persona que aparezca en aquella. Sin otro conocimiento que las relaciones de esa persona con alguien de reconocimiento popular, él logra el prodigio de saber de sus males o, más aún, sostener la falsedad de los mismos.
Sus virtudes “adivinatorias” han logrado, pese a las envidiosas desmentidas posteriores de científicos y especialistas que han diagnosticado y tratado directamente a las personas elegidas para sus ejercicios paranormales televisivos, subyugar a una platea ávida de sus virtuosidades, que reflejan la necesidad de muchos por verse respaldados en alguien de su excelso nivel intelectual, y así poder emitir luego esas opiniones de tan masiva proliferación, que aseguran sus certezas gracias a la sabiduría de tan benévolo diagnosticador a distancia.
Sus innatas condiciones perceptivas suelen ser la base de las firmes convicciones de algunos taxistas o de auténticas “señoras decentes”, de “buenas familias”, que se nutren de la voluntariosa militancia periodística de este hombre, para colegir horribles maldades en aquellas personas que intentan aplicar, en el ámbito político, ideas contrarias al “ser nacional” y a las “buenas costumbres” que son los paradigmas que sostienen sus prístinos pensamientos contra la pretensiosa “plebe” sublevada contra los designios de la “raza superior” de la que forman parte.
El caso de este prodigioso señor de la medicina a distancia, es el más destacado, pero no el único. Otros y otras intentan también emular sus virtudes, aunque nunca con tanta claridad perceptiva como la de este venerable médico y psicoanalista remoto. Paneles de similares intenciones señalatorias de maldades varias de quienes son los unívocos objetos de sus “justicieras” persecuciones, satisfacen a la teleaudiencia con diagnósticos y epítetos que hacen la delicia de quienes buscan respaldarse en semejantes virtuosos del arte adivinatorio.
Pero nadie como él. Nadie logra el éxito de este “portento del saber”, de este “excelso” comunicador de enfermedades que percibe con su sola mirada, con esa extraña expresión de verdadero “ser superior”. Ni siquiera ese rictus de cierto tono burlón que permanece siempre en su boca, logra generar dudas en su platea, incansable buscadora del placer del desprecio y el odio que este repugnante falsificador de la verdad emite.
El deleznable médico-adivinador en cuestión, es solo una de más de las manifestaciones mediáticas de la maquinaria irracional que profundiza la división social, que reproduce el desprecio clasista y xenófobo, y que destila el veneno consumido con satisfacción por millones de ilusionados con pertenecer a esa oligarquía que los somete. La misma que atrasa y consume nuestra historia mediante “adivinos” de su misma laya draconiana, cómplices de las fabricantes de todas nuestras desgracias, ladrones de nuestra libertad y asesinos de la justicia.

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