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jueves, 31 de octubre de 2019

EL RETORNO DE NÉSTOR

Por Roberto Marra
Se fue tal como llegó, dejando sorprendidos a todos. Trazó una raya en la historia, atravesó su tiempo con palabras sencillas y hechos enormes. Sembró de alegrías el presente, abrazó las causas de todos con la pasión del militante que nunca abandonara. Sinceró la política, le arrancó de cuajo la hipocresía, derrotó a los soberbios y apabulló a los eruditos.
Destrozó la solemnidad, elevó su voz solo con los opresores y se enterneció con los galeánicos “nadies”, a quienes los elevó al rango de humanos que les negaron toda la vida. Sacudió la modorra siestera de los funcionarios, les hizo sentir la realidad, los obligó a trabajar junto al Pueblo que los sostienen, les dio el ejemplo de su propia acción incansable.
Redujo los daños de sus antecesores, preparó el camino de sus sucesores, añadió vida al futuro y soltó amarras con el imperio. Cultivó la unidad con otros grandes como él, señaló las barreras a saltar e impulsó la organización solidaria de los pueblos de Nuestra América, participando de cada espacio que sirviera para la construcción de su sueño de Patria Grande. Se expuso al odio de los poderosos, plantándose en la defensa de los débiles. Plasmó en realidades las promesas del primer día, desarrolló las bases de una Nación soberana y se alejó de las recetas oprobiosas de los organismos financieros.
Cautivó a sus seguidores y aturdió a quienes no lo eran. Ilusionó a los más jóvenes y reparó las heridas de los mayores. Impuso el gesto valiente frente a los cobardes de los cuadros, bajados por la fuerza de sus convicciones. Abrazó a las madres del ejemplo y le dio sustento a la palabra empeñada al asumir en nombre de ellas el cargo que distinguió con su moral irrevocable.
No alcanzó a ver su sueño completado, pero dejó la semilla de su ética intachable, de su grandeza ilimitada, de su presencia soñadora de justicias adeudadas. Le traspasó su destino a otra grande, vapuleada y maltratada como pocas, que decidió continuar con su tarea libertaria aferrada a la verdad que heredó de semejante Hombre con mayúscula.
Ahora, después de la traición y la revancha, luego del cruel entreacto de cuatro años miserables, vuelve su palabra a ser escuchada con el fervor y la ternura que jamás abandonara, regresa su recuerdo a calarnos el alma con sus frases sencillas y sus mandatos de hermano de la vida cotidiana. Ahora está de nuevo con nosotros, después de acompañarnos en cada barricada, de sollozar con cada lágrima de jubilados abandonados a su suerte, de dolerle la panza con el hambre de cada pibe desnutrido.
Ahora mismo le vemos su sonrisa inolvidable, su gesto de manos extendidas en saludos interminables, abarcándolo todo con su mirada atravesada, señalando seguro el camino destrozado por la horda de asesinos de esperanzas que intentaron acabar con sus ideas y sus verdades, que vuelven renovadas para derrotar la oscuridad de la miseria y el abandono.
Ahora está de nuevo con nosotros, expande sus brazos para contenernos en la ilusión que jamás abandonamos quienes supimos encontrar en sus palabras, la fuente donde encontrar la historia arrebatada, la de las banderas nunca arriadas, las inmortales consignas populares, las que nos guiarán al destino que él imaginaba, cuando la maldita muerte lo encontró en una eterna madrugada.

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