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Por
Roberto Marra
A
veces, las palabras que definen lugares o cosas llevan en sí toda
una definición ideológica, y están atravesadas por los
pensamientos de quienes las pronuncian. Esas denominaciones sirven
para calificarles en base a la relación que tengan esos conceptos
emitidos con respecto a la realidad que intentan poner de manifiesto.
Entonces se podrá determinar de que lado de la verdad se ubica quien
expresa esa específica definición sobre algo.
¿Cuántos
“comederos” tienen funcionando?, preguntará algún
“periodistucho” de nulo raciocinio y menor capacidad moral para
entender lo que se descubre a simple vista, rebajando hasta el suelo
el valor humano de quienes tienen que concurrir a esos comedores,
porque les han quitado hasta los últimos vestigios de dignidad. El
entrevistado en cuestión aceptará esa denominación sin
contradecirla, mucho más preocupado por la necesidad de obtener
algunos minutos de pantalla que reflejen las luchas cotidianas por
hacer sobrevivir a miles y miles de “nadies”.
Seguiremos
aceptando semejante despropósito lingüistico, soportando esa
desviación de las miradas sesgadas hacia los sufrientes resultados
de los planes del Poder, para terminar arribando al oscuro continente
de la insolidaridad, para arrasar las conciencias con vulgaridades
que tapen con eufemismos lo que no deseamos ver, sabedores de las
responsabilidades que nos caben como miembros de una sociedad que le
abrió la puerta al latrocinio del Estado y el genocidio por goteo,
solo por corresponderse con el virus del odio implantado por los
mismos medios, que ahora llaman “comederos” a los sitios del
hambre que ayudaron a reabrir con la acumulación de sus mentiras
organizadas.
El
desprecio de clase en su expresión más obscena. La putrefacción de
las almas carcomidas por la aversión a todo lo que “huela” a
popular. La oscuridad mental cerrada a la reflexión que abra el
camino a la oportunidad de ser una mejor sociedad. De eso se nutre el
sistema, de esas básicas condiciones de desigualdades promovidas con
la cobardía propia de quienes solo buscan acumular fortunas a costa
de la muerte de millones de seres humanos sumidos en la miseria.
Desde
allí abajo es que se deberá salir, copando la parada de la
historia, arremetiendo con el último aliento hasta expulsar de
nuestra Patria a semejantes traidores y cipayos, para convertirla en
el sueño del final de los “comederos”, en la llegada al plato
caliente del hogar recuperado, plantando para siempre las banderas
abandonadas por seguir al mismo diablo hasta el infierno que supimos
conseguir.
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