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Por
Roberto Marra
Existe
una matriz mediática que ha sido elaborada para mantener en la
ignorancia a la mayoría de la población sobre los hechos que de
verdad importan. Para lograrlo, utilizan el viejo y eficaz sistema de
hablar, con sensacionalismo, de realidades supuestas o directamente
inventadas, protagonizadas siempre por los enemigos ideológicos de
los poderosos oligarcas que se apoderaron de las estructuras del
Estado.
Es
el caso, prácticamente desconocido para el grueso de la población
del País (como no sea para los familiares y vecinos de los
afectados), de los obreros de la Mina El Aguilar, de Jujuy, el feudo
del más auténtico proxeneta de la política, el “emperador”
Morales. Este secuestrador y miembro de una banda dedicada al saqueo
y la violación de los derechos humanos más elementales, es también
protector de la empresa concesionaria de la mina en cuestión, que no
podría hacer otra cosa que eludir cualquier protección de la
seguridad de los trabajadores.
Han
reaccionado ahora estos mineros con una marcha épica de más de
doscientos kilómetros para hacer notar sus penurias y el salvajismo
del maltrato de sus condiciones laborales. Este hecho, que con una
real existencia de periodismo debiera haber trascendido mucho más
allá de las fronteras provinciales, solo ha conseguido que algún
medio lo relatara marginalmente, lo suficiente para que los
buscadores de noticias auténticas lo pudiesen ubicar, pero lejos de
la posibilidad del conocimiento masivo del grueso del público,
obnubilado por las ficciones judiciales que mantienen en alerta a los
odiadores y posterga la verdad objetiva hasta el infinito.
Centenares
de hombres y mujeres caminando para reclamar lo que ni siquiera
debiera ser puesto en duda por estos “patroncitos de estancias”
puestos a gobernar o conducir empresas productivas a las que,
inexorablemente, funden. Sufrimientos acumulados en los rostros de
los mineros reflejando la explotación miserable de los dueños de
hacer y deshacer cuanto se les ponga al alcance de sus manos, todavía
con las huellas de la sangre de herencias represivas de la dictadura.
Esperanzas olvidadas de los habitantes de esos pueblos yermos de
derechos, que solo atinan a buscar paliativos para las condiciones de
semi-esclavitud en la mina que es su único sustento.
Ocultar
las miserias es uno de los mandamientos del “periodismo” rastrero
que solo sabe tergiversar o desviar las miradas de los ciudadanos
convertidos en autómatas repetidores de sus consignas de revelable
pasión antipopular. Sin límites para sus provocaciones diarias, se
ocupan de mantener en el anonimato las consecuencias de la acción
destructiva de los gobiernos vendepatrias, los mismos que alimentan
sus bolsillos y los convierten en engranajes de esta maquinaria
genocida que nos agobia y nos mata con la unción de los perversos.
Pero
la historia, mal que les pese a estos obsecuentes de verbas
incoherentes con la realidad, la construyen los pueblos. La hacen y
la reproducen los que trabajan con honestidad y con fervor
patriótico, esos sentimientos que nunca han conocido estos falaces
reproductores de eslogans imperiales y de frases establecidas por
esos oscuros personajes de los “tanques de pensamientos” del
Poder.
Será
por la fuerza incontenible de estos mineros y de tantos otros
trabajadores dispuestos a no aceptar más una vida postergada para
siempre, que renacerán las banderas que algunos pretendían
enterradas en el olvido. Y será Social la Justicia que los liberará
de todos los desprecios cargados sobre sus espaldas, continente de
todas las vergüenzas convertidas, ahora, en esperanzas.
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