Por
Roberto Marra
Hay
más de mil tipos de ratas o ratones en el Mundo. Entre los más
conocidos en nuestro continente, figuran el ratón de casa común, el
ratón de campo, el ratón de la madera, la rata de techo, y otros
muchos más tipos de menor difusión. El nombre científico comienza,
casi siempre, con “rattus”, lo cual nos lleva al tipo de “ratta”
que nos ocupa por estos tiempos macristas en Argentina. Se trata de
un especimen importado de Italia, que se podría denominar “rattus
vehicularis”, por su directa vinculación con los automóviles y
que, dado que tiene el particular don del habla, cual el famoso
Mickey de Disney, pero sin su gracia, tiene cierta semejanza con los
seres humanos.
Esta
importación innecesaria y horrenda, ha traído no pocas desgracias a
quienes dependen del rubro que lo tiene como uno de sus más
“conspicuos” representantes, el sector automotriz. Miles de
obreros y empleados lo vienen sufriendo desde hace años, haciendo lo
que hacen todas las ratas: carcomiendo los billetes que les quita a
sus dependientes en busca de la “eficiencia”, palabra que resume
la explotación en la que pretende sumir a quienes se animen a
trabajar bajos sus órdenes.
Aliado
y enemigo al mismo tiempo de cuanto gobierno haya pasado mientras
dirige los destinos de la marca que representa, es el tipo de
“animal” empresarial que solo ve un rumbo posible: el de la
ganancia para su corporación de “ratas” transnacionales. Con la
brutalidad de su ignorancia absoluta de cualquier atisbo de
humanidad, atropella con sus expresiones mal emitidas en su media
lengua ítalo-argentina, generando daños irreversibles a miles de
personas, con el único afán del lucro y la acumulación obscena de
poder financiero.
Cada
tanto, suele “atesorar” alguna expresión que produce revuelo
periodístico, por la brutalidad de su significado. Es el caso de lo
que dijera al anunciar la suspensión de dos mil trabajadores de una
planta ubicada en Córdoba, lo cual, para él, solo son “cosas que
pasan”. Que le pasan a otros, claro. Junto a semejante planteo, no
perdió la oportunidad de emitir algunas de sus “excrementales”
palabras contrarias al “populismo” que tanto odia, sumándose al
coro de imbéciles que dominan el panorama gubernamental nacional, de
quien es su socio condicionado al otorgamiento de las ventajas que le
permitan seguir esquilmando a sus obreros y a la Nación.
Aunque
parezca contradictorio, es un íntimo amigo de ese otro raro
personaje semi-humano que habita entre las paredes de la Casa Rosada,
al que popularmente le suelen endilgar el apodo de “gato” (aunque
no por su similitud al noble felino). Entre ambos, acompañados por
unos cuantos más favorecidos por las determinaciones políticas del
susodicho inepto, vienen perforando las vidas de los habitantes de
este suelo invadido por estos “rattas” venidos del “primer
mundo”, ese que prometen para que millones de idiotizados les
abonen el camino con sus votos.
Es
uno de los estigmas que deberá desaparecer de la vida nacional. Se
trata de una plaga que habrá que combatir con fiereza en la urnas
que se acercan, para extinguirlas, para expulsarlas de nuestro
territorio, para convertirlas en mal recuerdo, para impedir su
regreso y terminar con sus ofensas. Y para que no pasen nunca más
sus “cosas que pasan”.
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