Imagen de "Agencia Cero" |
Por
Roberto Marra
Las
llamadas “redes sociales”, tienen la virtud de ser accesibles
para cualquiera que desee expresarse. De allí la masividad de su
utilización en el Planeta, lo cual tiende a hacernos pensar que
estamos ante un verdadero prodigio de la democracia socializadora de
la palabra, un ámbito donde se podrían lograr esos sueños de
libertades individuales tan caras a la humanidad desde tiempos
inmemoriales.
Además
de modificar las conductas sociales hacia la aprobación mayoritaria
de políticas económicas y financieras generadoras de desigualdades
profundas en el acceso a los derechos humanos elementales, penetran
aún más profundamente en la psiquis de los usuarios de esas redes
comunicacionales, convirtiéndolas en campo de juego de las peores
conductas humanas. Son alimento esencial para corromper los lazos
solidarios de una sociedad desperdigada en mil pedazos, base para una
desintegración identitaria a través de la destrucción de los
mejores valores filosóficos e ideológicos elaborados a lo largo de
la rica historia de los pueblos.
De
ahí al resultado obsceno de lo publicado en esas redes, solo está
el paso de la descerebración de los usuarios, reducidos a
“parlantes” que vibran al compás de los algoritmos ordenados
desde el ciberespacio, controlado por nuestros amos neuronales,
dirigidos con absoluto desparpajo a la autodestrucción de la
sociedad a la que someten con perversa “pasión”.
Allí
es que encontramos las peores diatribas, los mensajes más soeces,
los ataques más despiadados, las palabras más dañinas, todo con
los oscuros y manifiestos objetivos de acabar con quienes les han
señalado como sus enemigos. Construyen estructuras psicológicas
complejas imposibles de romper, mediante las cuales aseguran
pensamientos sin base de sustentación en verdad objetiva alguna,
pero suficientes para señalar el camino que deben seguir los
enajenados al comando de sus teclados fabricantes de sentidos
inhumanos.
Lo
evidente deja de serlo por imperio de la ceguera de los odios creados
con la inaudita razón de la destrucción de falsos enemigos,
convertidos en fetiches del rechazo generalizado, en símbolos donde
aplicar todos los desprecios, con las furias que no les permiten
razonar sobre el orígen de sus propias desgracias. Millones de
imágenes y textos repetidos casi al infinito, terminan por mellar
cualquier mente no preparada para semejantes ataques, haciendo
papilla lo aprehendido a lo largo de sus vidas, dejando al costado de
una senda abandonada en busca de ridículos futuros, todos los
conceptos que alguna vez formaron parte de sus sueños de sociedades
solidarias.
Pero
nada es absoluto ni ninguna acción puede evitar tener su reacción.
Las armas (y las redes lo son) pueden ser utilizadas en ambas
direcciones, con resultados tan opuestos como estemos dispuestos a
obtener. Aun con semejantes poderes concentrados, manejando estos
enormes dispositivos controladores de nuestras capacidades
intelectuales, será posible vencerlos en esta “guerra”
informática, si quienes todavía razonamos por encima de sus
controles absolutos, encontramos la forma de establecer lazos de
unidad inteligentes, concientizar a las mayorías destinatarias de
semejantes ataques a sus almas y aplicar remedios tan astutos como
demanden sus horrores enfermizos.
No
es posible aceptar tanta inmundicia mediática sin levantar la voz.
No es opcional posicionarse, ante estos energúmenos y sus mandantes,
con la fuerza y la capacidad que solo brinda la acción unitaria y
organizada de un Pueblo concientizado. Porque es imperioso derrotar a
los malditos hacedores de la miseria cotidiana, para llegar al
cimiento mismo de esa obra deleznable que han construído los que
nunca dejarán de hacernos daño, para desenterrar las vidas que nos
robaron. Con redes o sin redes.
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