Imagen de "Diario Jornada" |
Por
Roberto Marra
Las
redes sociales suelen exhibir hechos de las más diversas
características. Todo es posible de ser mostrado a través de estos
medios, donde el concepto de libertad de expresión se convierte en
un cambalache de imágenes donde la realidad nos traspasa con su
sobre-exposición. Todos los sentimientos están presentes en esos
breves cuadros de escenas grabadas con celulares, los fetiches
comunicacionales de nuestros tiempos, con el que los autores terminan
manifestando sus propias idiosincrasias, pero también los valores
que sustentan a la sociedad que integran.
Dos
monstruos que son mucho más que eso solo. Dos muestras perfectas del
resultado de la enajenación provocada por la divulgación artera de
conceptos de odios infinitos hacia los miembros más débiles de una
sociedad estructurada bajo la premisa de la sobrevivencia del más
fuerte, una selva sin bestias, pero bestializada; un entramado de
desprecios programados y difundidos desde los medios que
internalizan, en las mayorías absortas ante las pantallas, los más
horrendos conceptos antisociales y deshumanizantes, para terminar en
estos hechos sobre los que después expondrán sus oscuras
elucubraciones pseudo-analíticas.
Bajo
los mismos preceptos se mueven esos integrantes de las fuerzas de
seguridad que persiguen y matan sin preguntar a quién ni por qué,
para después plantar falsas pruebas que los eximan de culpas,
deshonrando a sus asesinados y convirtiendo a sus familias en objeto
de burlas y maltratos, con la anuencia de fiscales y jueces tan
corruptos como ellos, parte indisoluble de un aparato represivo
preparado para sostener un sistema degradado hasta el límite del
desprecio del dolor de las madres ante sus hijos acribillados.
Si
se ahonda más en el laberinto de injusticias y maldades, podremos
observar que estas conductas se repiten, con sus más y sus menos, en
otros ámbitos. Hospitales donde médicos y enfermeros menosprecian a
pacientes por sus orígenes étnicos o sociales, escuelas donde
maestras y alumnos estigmatizan a escolares de rostros oscuros y
pobreza manifiesta, bares donde se expulsan a pibes tratando de
conseguir monedas para su mendrugo diario, automovilistas enajenados
contra pequeñitos de no más de seis años tratando de conseguir una
moneda limpiando sus impúdicos parabrisas de la opulencia.
Todo
está preparado por los auténticos dueños de todas las maldades,
los artífices de todas las desgracias sociales, los verdaderos
corruptores de gobiernos que no integran pero dominan, los asqueantes
propietarios de todas las riquezas que no les pertenecen, obtenidas a
sangre, fuego y hambre. Si existe el Diablo, son sus representantes
directos. Son la razón de las guerras y las destrucciones de las
culturas milenarias. Son los autores de los descalabros y
padecimientos actuales de una Nación que transitaba por la senda
buena, bombardeada con deudas inútiles para desviarla hacia un pozo
de sombras que no parece tener fondo.
Desde
ellos parte el hilo que nos condujo a la quema de personas por la
única “razón” de ser pobres. Desde sus inmundas concepciones de
una sociedad sin valores humanos que la sustente, han construído
este remedo de mala película de ficción sin ciencia, donde se ha
instalado en el poder un perverso monigote sin escrúpulos ni ética
alguna, capaz de negar la existencia del sol, con tal de continuar
con sus “afanes” oligárquicos.
Complejo
y doloroso camino nos espera para deconstruir semejante herencia
social. Difícil e intrincado, sometido a las presiones de los que
mueven los hilos de estos títeres sin cerebro propio, necesitará de
valientes, audaces, talentosos y honestos representantes de un Pueblo
disgregado y confundido, hasta el punto de haber sido convertido en
parte de un sistema donde el horror venció a la humanidad. Y el odio
reemplazó a la verdad.
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