A
las personas involucradas en la actividad política se las puede
evaluar por los objetivos que manifiesten, la correspondencia de esos
fines con las acciones que propongan y, en caso que gobiernen, que
las ejecuten. Queda, por último, un ítem muy especial y
trascendente, que marcará de manera fundamental la valoración de la
ciudadanía: los resultados.
La
trayectoria del incalificable (por pudor) gobierno de Cambiemos, sin
embargo, posee el extraordinario récord de no poder ser evaluado de
esa forma, ya que los objetivos que planteron en su campaña original
no eran los que en realidad sostenían en las sombras, las acciones
que propusieron jamás podían corresponderse con semejantes
falsedades ideológicas y los resultados son, incluso, peores que los
imaginados por sus peores detractores.
Sostenido
por demasiado tiempo con el discurso de la negatividad y la
animadversión hacia la rival ideológica que sustentó toda su labor
pre y post electoral, se fue derrumbando el acompañamiento de muchos
de sus votantes ante los resultados de su (in)gestión, básicamente
un cúmulo de exabruptos económico-financieros insustentables hasta
para sus mentores imperiales.
En
la cuesta abajo de su infame proceder, viene cosechando lo sembrado,
pero en dosis apabullantes para sus pretensiones de repetir mandato,
lo cual podría ser considerado, en caso que así sucediese, como el
suicidio colectivo más grande de la historia de la humanidad y sus
alrededores. Su final ya se vislumbra incontenible, lo que torna más
peligroso su accionar desenfadado para generar todavía un caos mayor
al que (se sabe) deberá enfrentar su sucesión.
Mucho
más prolijo en su acción política ha sido el gobierno
increíblemente autodenominado “socialista” de la Provincia de
Santa Fe. Consciente de la importancia del proceso necesario para
mantener la estima de la población en el tiempo, actuó con cautela
y ofreciendo algunas “prendas” para la correlación
objetivos-acciones-resultados. Supo también utilizar la imagen de
“pulcritud” imprescindible para ser considerado un “gobierno
serio”, aunque a poco de rascar su superficie encontremos máculas
imposibles de soslayar a la hora de una evaluación totalizadora de
la gestión de doce años.
Pero,
como correlato de la necesidad de ofrecer resultados visibles ante la
ciudadanía para alejar la posibilidad de perder los privilegios
ganados para sus gestores (y sus familiares), se evidenció la
entrega simultánea del área de seguridad al (des)control policial,
algunas de cuyas cabezas (las que rodaron y las que subsisten) se
advierten como demasiado ligadas al delito, sobre todo al del
narcotráfico, cuyas bandas han operado a su antojo durante estos
años de supuesta “protección” del Estado a una población
desguarnecida ante las decisiones de los jerarcas de la droga y sus
cómplices de uniforme.
Los
dramas se han ido sucediendo sin que tuvieran como contrapartida más
que las consabidas monsergas de “vamos a investigar hasta las
últimas consecuencias”, frase que el ministro de seguridad repite
con el ridículo objetivo de calmar a los familiares de las víctimas
de sus ineptitudes y las de su mandante, más preocupado en inaugurar
cuanta obra se termine a las apuradas para poner “toda la carne en
el asador” ante las elecciones que teme perder.
Con
integrantes del cuerpo policial “desbocados”, alentados por los
dobles discursos de “mano dura con la delincuencia” por un lado y
de “institucionalidad” por el otro, con interminables y
gatopardistas renovaciones de sus mandos, la seguridad sigue siendo
el reducto de la muerte asegurada para quienes transiten justo cuando
a los improvisados “defensores de la ley” se les ocurra disparar
sus armas.
No
es el único factor que tuerce las falsas sonrisas del gobierno
provincial. Sus estrafalarias idas y vueltas en las alianzas
politiqueras, lo ha hecho pendular entre uno u otro sector, pero
siempre inclinado hacia el antipopular “gorilaje” que los cruza a
lo largo de su historia. Los resultados están a la vista, con sus
abrazos macristas de no hace demasiado, hasta sus coqueteos con el
“renovador” Lavagna. Empeñados en formar parte de la (ahora muy
angosta) avenida del medio, desbarrancan feo ante el electorado
nacional, para terminar tratando de salvar lo que fue (hasta ahora)
su reducto único.
La
soberbia que tantas veces fuera señalada en la Ex-Presidenta por
estos pequeños gobernantes de vuelo bajo, les está obnubilando la
capacidad de esa autocritica también demandada por ellos a la
portentosa estadista en cuestión. Han construído una Provincia de
doble cara, maquetada para mostrar futuros de felicidades y
paradigmas que nunca se alcanzan y asegurar votos de incautos
cautivados por las voces bien pagas del poder mediático.
Aliados
a ese reducto de conjurantes antidemocráticos y antisociales
denominado “Fundación Libertad”, discursean por izquierda y
vomitan por derecha sus políticas irremediablemente viciadas de
incumplimientos seguros, por el lógico efecto de acciones que no se
corresponden con los objetivos declarados. Y terminan su tiempo de
seriedades impostadas y discursos de ocasión, con la innoble
condición del que traiciona hasta sus propias historias inventadas
para sostener, injustamente, su falsa condición de “socialistas”.
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