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Por
Roberto Marra
Por
estos días, un avión de la British Airways equivocó su plan de
vuelo y aterrizó en la ciudad escocesa de Edimburgo, en vez de en la
alemana Düsseldorf, original destino previsto para los pasajeros de
ese viaje. Las razones de semejante error no se conocen con
exactitud, pero vale el echo para parangonar con la incertidunbre del
final de este viaje hacia el vacío al que estamos subidos en
Argentina, sumidos en una de las más profundas crisis que se
recuerde, con un piloto de vuelo que no cesa de decir incoherencias y
pegar gritos de enojos con los sometidos a sus torturas económicas.
Ahora,
cuando en medio del vuelo los pasajeros comienzan a exigir que se
dirija al destino prometido, cuando desde la tierra judicial
contaminada surge (al fin) una palabra de coherencia que señale las
razones del desvío programado con perversa saña, entonces se
repiten y profundizan las bestialidades jurídicas, se ataca con
mayor pasión odiadora a los enemigos “populistas”, se desatan
más horrores procesales, se cometen los peores atropellos a la Ley.
Pegar
donde duele, es un axioma más bien boxístico, muy utilizado en
política. También ahora en ámbitos judiciales, tratando de
aprovechar los flancos débiles que pudiera tener la figura
paradigmática de sus persecuciones. Atacan a la hija enferma de su
odiada rival, con el desenfreno propio de quienes desconocen las
razones y las reemplazan por las conveniencias. Nada importan aquí
la verdad y los descargos. Nada significan los señalamientos y
determinaciones de quienes tratan a la hija de su perseguida. Solo
interesa el interés horrendo de su oscura intencionalidad
prosecutoria de sus vandalismos sociales, con el simple y repugnannte
destino del fin de la Nación.
No
trepidan en destruir la legalidad. No les importa la Constitución y
los derechos en ella consagrados. Nada les inquieta las
manifestaciones multitudiarias de reclamos y protestas por sus actos
demoledores de la juridicidad. Menos todavía les desvela la salud y
la vida de cualquier ciudadano, si eso les otorga algún beneficio su
afectación.
Contra
ella van de nuevo ahora, con la venganza a flor de piel, con la
inquina maquiavélica asomando en cada resolución, con la pretensión
de una revancha que los enceguece. No se les puede pedir piedad,
porque no son humanos. No se les puede exigir razón, porque son
bestias salvajes, con la furia desatada de quienes saben sus cercanos
finales y atropellan sin siquiera ver hacia donde lo hacen.
Solo
se pueden concebir urgencias. Urgencias para decidir los pasos para
acabar con la masacre social. Premura para finalizar este proceso de
devastación programada más allá de nuestras fronteras. Hace falta
grandeza para comprender que el destino de la Patria está en manos
asesinas y que no se detendrán si no se los frena y expulsa con la
fuerza invencible de los votos.
Es
imprescindible contar con un piloto audaz y capaz de desobedecer a la
“torre de control” imperial, para cambiar el rumbo de este vuelo
que nos lleva a la desaparición nacional, para dirigirlo al destino
soñado por la mayoría consciente de sus pasajeros. Y aterrizar, por
fin, en la tierra de la esperanza perdida y la felicidad robada por
esos falsos y pérfidos pilotos, escondidos detrás de sus tormentas
inventadas y los expedientes de sus tribunales deshonrosos.
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