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jueves, 14 de febrero de 2019

PUEBLOS INVISIBLES

Por Roberto Marra
Existen lugares en el Mundo que no se los nombra casi nunca. Son rincones sumergidos en el “olvido” noticioso, desaparecido de los relatos de los observadores internacionales, que se ocupan prioritariamente de la defensa de los intereses del amo del Planeta y sus oscuros procederes mafiosos, inventando cortinas de humo que tapan convenientemente sus malicias sobre los pueblos más empobrecidos por sus políticas de sometimiento económico y financiero.
Entre esas naciones omitidas de las noticias, está Haití. Hundida siempre en el fondo de la tabla de la pobreza entre los países de América, solo resulta oportuna su mención, para los mentimedios y las agencias internacionales, cuando alguna catástrofe natural deja el tendal de miles de muertos sobre su tierra. Las menciones son simples reflejos de un oportunismo mediático al que los falseadores de la realidad tienen acostumbrados a la población de cada uno de los países donde, en nombre de eso que llaman “libertad de prensa”, ejercen su voluntad de ocultamiento de la verdad con profusión de tilinguerías adormecedoras de las conciencias.
Hace nueve años, más de trescientos mil personas murieron a causa de un terremoto que destruyó, además, la ya desvencijada situación económica y productiva de Haití. Resulta pedagógico mencionar las actitudes de los diferentes actores que se presentaron para la ayuda humanitaria en esos momentos de dramas imposibles de comprender para quienes no lo viven. Allí, como en cada lugar del Planeta que ha requerido la presencia de acciones solidarias, estuvo primero Cuba, que ya venía desde hacía más de diez años, para entonces, de acompañar a ese pueblo eternamente malherido. Un verdadero ejército de médicos y enfermeros se desplegó con las únicas “armas” que exporta la isla de la libertad: medicinas y caricias al alma.
Y allí estuvo también EEUU, pero con un extraño cargamento de ayuda “humanitaria”: miles de marines que se desplegaron para aprovechar el momento de incertidumbre y desgracias, con su tradicional método de invasiones disfrazadas de amparos... de sus intereses. Nada de lo que se necesitaba llevaron estos ocupantes, salvo la perfidia de sus actos inmorales con los inermes habitantes que buscaban sus muertos esparcidos por las calles repletas de escombros.
La prometida reconstrucción no fue tal cosa, sino simples alivios temporarios de las miserias que ofenden la condición humana. La devastación no fue producto solo de un terremoto, ni de los otros que se sucedieron en el tiempo. El avasallamiento de esa primera nación libre de Nuestra América, sede del primer levantamiento libertario de estas tierras coloniales, ha sido colosal y paradigmática.
Sometida por décadas a regímenes dictatoriales apoyados por Francia y EEUU, con los Duvalier a la cabeza, se promovieron políticas destructoras de su producción agraria nacional, terminando como importadora de alimentos que antes producía con suficiencia exportadora. Las condiciones de marginalidad de la mayoría absoluta de sus población, elevó la violencia, exarcebada con la perversión manifiesta de la guardia personal de los Duvalier, los “Tonton Macoute”, continuada en estos últimos tiempos por los famosos “Cascos Azules” de las Naciones Unidas, la denominada “Minustah”, que terminó sus días en la mitad más pobre de esa isla, acusada de haber llevado el cólera que mató a más de diez mil hiatianos y de ser responsable de innumerables actos de violaciones.
La violencia siguió y sigue siendo la protagonista principal en esa Nación irredenta. Cada día se cobra otras víctimas, que engrosarán la larga lista de “nadies” que solo pretenden ser registrados como humanos. Vulnerados hasta su casi extinción, los derechos humanos no suelen pasar por esas tierras enrojecidas con tanta sangre derramada en nombre de lo que nunca existió. Pero allí sigue la canalla mediática, asegurando el “ninguneo” de este País de buena gente arrastrada al fondo del infierno.
Nada sabremos nunca de Haití, pero estaremos al tanto de cada uno de los gritos estentóreos de ese minusválido mental que se autoproclamó “presidente” de Venezuela. Nada podremos conocer de los profundos dolores de los habitantes de esa “media isla”, pero sí se nos comunicará cada movimiento de los traidores golpistas venezolanos disfrazados de liberadores de una Nación que solo necesita que la dejen en paz, y con paz. Poco se nos dirá sobre Haití, salvo algún pantallazo de huracanes y muertos sin identidad, pero mucho oiremos, en Argentina, a los personajes de esta mala historieta llamada macrismo, rebuznando sus odios de clase sobre gobiernos populares de otros países.
Ocultar, retorcer y enterrar la realidad es la forma que se ha dado el imperio y sus enfermizos sirvientes políticos para imponer sus decisiones en cada lugar del que requieren extraer sus riquezas. Envueltos en la mentira organizada, millones de impávidos receptores de los mensajes de la prensa al servicio de la runfla financiera mundial, desconocen lo que sucede en los “rincones molestos” del planeta.
Son naciones inviables y pueblos desechables, que deben ser invisibilizados, para no ver el resultado fatal de la aplicación de sus perversiones económicas, mientras las pantallas nos completan la parafernalia obnubilante con la demente procacidad de sus entregas de “óscares”, tilinga manifestación de la irracionalidad que pretende oscurecer la maldad programada para la extinción de los últimos vestigios de humanidad.

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