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lunes, 11 de febrero de 2019

LA HORA DE LA SEDUCCIÓN

Imagen de "Eventoplus"
Por Roberto Marra
La cercanía del momento electoral, está generando nerviosismos varios, tanto en quienes gobiernan como en los sectores políticos que pretenden reemplazarlos. Las inquietudes por convertirse en quienes logren el triunfo, proviene de diversos motivos, tanto como distintos son los objetivos que se plantean para actuar frente al océano de profundas desgracias en que el presente (des)gobierno a sumido a la mayoría de la población.
Sabido es que los dueños del Poder nunca lo abandonan, y menos, voluntariamente. Más sabido todavía resulta, el hecho de la connivencia de muchos sectores políticos con esa oligarquía que viene arrastrando a la Nación hacia la tumba de la colonia desfachatada en la que siempre han deseado convertirla. Disfrazados de “estadistas” morales, saben instalar escenarios de fulgurantes porvenires, para los cuales solo deberemos confiar en sus sabidurías y en los tecnócratas que los acompañarán, que no serán otros que los eternos empleados de aquel Poder que jamás se retira del todo, acostumbrado a dejar su huevo de serpiente para regresar cuando las circunstancias se lo faciliten.
La gravedad del tiempo histórico que se transita, ha generado en quienes resultan los más persistentes opositores a las políticas nefastas del actual delegado del imperio en funciones, la necesidad de replantearse los caminos para lograr el triunfo electoral y, con ello, comenzar una nueva etapa reconstructora de la desvencijada y arrasada estructura económica-productiva, para rescatar la educación, la cultura, la ciencia, en fin: la sociedad toda.
Pero el daño corrosivo producido en las conciencias de las mayorías, prolija y persistentemente inducido por la maquinaria ideológica que sustenta desde hace décadas la conquista de la supuesta “racionalidad” despreciativa de todo lo que huela a Pueblo, ha logrado instalar una especie de pensamiento único, donde la negación de lo evidente y la aceptación de lo inexistente es regla.
El enemigo ha hecho muy bien su trabajo demoledor de la percepción de la realidad. Ha instalado paradigmas inmorales, como virtuosos, haciendo añicos las nobles utopías de sociedades igualitarias de derechos, mostrando a la equidad social como enemiga de la felicidad individual, generando viles competencias por las migajas que los poderosos van dejando en su camino de acumulación infinita.
Con ese dato fundamental, es que salen al ruedo de la persuasión quienes pretenden convencer a la mayoría de los sufrientes miembros de esta sociedad sobre la necesidad de andar otros caminos políticos, transitar por el duro sendero de la lucha o, al menos, comprender lo imprescindible del “cambio”, esta vez no como falsa retórica, sino como consigna real impulsada por la urgencia demandada por la extrema gravedad en la que se sobrevive.
Sin embargo, son múltiples las trabas que producen las estigmatizaciones que el “sentido común” ha instalado casi neuronalmente. Los atrapados en la telaraña morbosa de su propia autodestrucción, inducidos por la propaganda subliminal o abierta, además de permanente, no conciben la posibilidad de modificación alguna del “status quo”, al que apañan por considerarse parte de él, aún cuando sus situaciones relativas les demuestren la distancia que los aleja cada día más de ese sueño de pequeño oligarca sin destino.
Caen así en la negación absoluta al que intente demostrarle, con hechos probados, la realidad, esa que no ven, porque no quieren. Es entonces que aparece la necesidad de crear otras herramientas que induzcan a la reflexión a los perdidos en ese mar de mentiras programadas. Es cuando la inteligencia debe hacer añicos a los dogmas y movilizar la creatividad seductora de conciencias, movilizadora de impulsos olvidados, instigadora de dudas sobre sus propias actitudes.
La militancia “exitosa” será, entonces, la que pueda envolver cada acción proselitista con conceptos que sugieran, no que impongan; que predispongan, no que amenacen; que fascinen, no que asusten. Promover esa nueva “cultura” de comunicación con los dubitativos y los conversos, será una tarea compleja y dificultosa, porque modificar la estructura mental de quienes deben realizarla también lo es. Sincerar los errores y flaquezas también resulta imprescindible, como medio de mostrarse auténticos, y también capacitados para renovar las políticas que resultaron equívocas en otros tiempos.
Son muy pocos los auténticos líderes populares capaces de emprender tamaña empresa reinstaladora de los ideales perdidos, en la percepción de los sumisos y los negadores. Son aquellos quienes deberán dar el puntapié inicial en este partido donde se juega la vida de todos, incluídas las millones de personas que, enceguecidas por la atrapante luz de las mentiras del Poder, pueden ser capaces de patear otra vez contra su propio arco, sellando la derrota ante un enemigo que, entonces sí, no dudaría en acabar hasta con la misma noción de Patria.

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