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jueves, 24 de enero de 2019

LA PATRIA ES VENEZUELA

Imagen de "Cubadebate"
Por Roberto Marra
La docilidad es la virtud de los perritos falderos. Fáciles de llevar de un lado a otro, livianos y pequeños, se prestan para el manejo de sus amos, quienes pueden gozar de sus compañías casi sin que nunca se retoben a lo que se les trate de imponer. Se entregan a los juegos y siguen a donde vayan a su dueños, quienes les darán órdenes que satisfagan sus deseos, sabedores de la respuesta segura de estos animalitos.
Así, tal como esos bellos ejemplares de la raza canina, actúan esos personajes politiqueros con pretensiones de liderazgos imposibles, cada vez que sus amos se lo requieren. Son los que se resfrían ante el menor estornudo del jefe del imperio, al que sirven con la pasión propia de los vendepatrias. Rendidos ante el enemigo de su Pueblo, harán lo imposible por mostrarse sumisos con los patrones mundiales, haciendo y deshaciendo lo que aquellos les soliciten.
Obsecuentes hasta el paroxismo, incluso se adelantarán a los pedidos del amo, corriendo presurosos a colocar su piedra en el camino de los sueños populares de aquí y de más allá. Así han actuado desde tiempos inmemoriales estos patanes sin escrúpulos, sometidos ante los fuertes y arrogantes frente a los débiles, que lo están por la acción de ellos mismos y otros símiles de la oligarquía nativa a la que también sirven con fruición.
Entonces, Venezuela se les cruza en su camino de chupamedísticas comedias políticas. A su juego de “obediencias debidas” les han llamado, respondiendo tan rápido como un rayo, escupiendo sus horrendos vituperios hacia el pueblo de aquel País, representado por un gobierno cuya dignidad no podrán entender jamás, acostumbrados como están a servir al poderoso a como dé lugar.
Visitantes asiduos de la embajada de los asesinos del Planeta, conocen antes que nadie los planes de los invasores de conciencias y territorios. Sin que se les tenga que repetir la solicitud, con la docilidad de los domesticados con las prebendas de pequeños poderes locales, anticipan sus opiniones sobre lo que ni siquiera les interesa y, menos aún, conocen. Comunican sus posturas miserables como si fueran importantes estadistas, tratando de ocultar sus tristes papeles de bufones de los reyes del Mundo.
Como ellos, periodistas y opinólogos de toda laya también adelantan sus oposiciones al gobierno chavista. Siempre con la palabra democracia a flor de labios, habrán de elucubrar escenarios futuros que, no por casualidad, son los mismos que elaboran desde las agencias noticiosas del imperio. Incluso quienes suelen tener actitudes de mayor acercamiento a la realidad antes de opinar, apuran sus “convicciones” imbuídas de dudas sobre la legitimidad de un gobierno reafirmado con veinticinco elecciones en diecinueve años.
Pero la frutilla del postre de la indignidad continental la colocan algunos integrantes del movimiento político popular más importante de Argentina. Miembros del propio peronismo también lanzan sus piedras para lapidar ese extraordinario proceso revolucionario. Obnubilados por la necesidad de captar votos del mediopelo para las próximas elecciones, olvidan que fue el mismísimo Hugo Chávez quien se proclamaba “peronista”. Ignoran que Maduro hizo lo mismo, por comprensión histórica del movimiento popular más importante del siglo XX en Nuestra América.
Mientras tanto, movileros ignorantes absolutos de la realidad, reportean a los felices idiotas que creen cercano el fin de la “dictadura chavista”. Le dan voz a los enemigos de la Patria Grande representado por esos imbéciles tilingos escapados de la voluntad popular de los auténticos venezolanos, que intentan construir una sociedad donde la justicia social sea el eje sobre el que se asiente la soberanía que tratan de robarles.
Contra esos “perritos falderos”, contra esos lamebotas sin remedio, contra toda la maldad ejercida por las hambreadores apoderados del gobierno en nuestro País, deberán alzarse las voces y los brazos de quienes se consideren, de verdad, herederos de las Veinte Verdades, hijos de la auténtica Constitución popular, signatarios de un contrato no escrito, pero vigente, donde la palabra Pueblo incluye a los nadies convertidos en todo, donde la expresión “compañero” expresa mucho más que compañía. Y donde la Patria es el Otro. Y el Otro, ahora, es venezolano.

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