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martes, 4 de diciembre de 2018

LA GOBERNADORA DEL FUEGO ENCARCELADO

Por Roberto Marra
La muerte suele ser una visitante asidua en las cárceles. Se presenta, las más de las veces, en forma de colchones quemados, con humos homicidas y barrotes asegurados por los pendencieros que ofician de guardias. Los hechos se dan casi siempre de igual manera, con protestas por los maltratos, las torturas permanentes, las comidas intragables, las requisas denigrantes, la droga que circula con anuencia y participación de quienes debieran impedirlo, las sanciones decididas por esos “jueces” penitenciarios que encuentran el ámbito propicio para ejercer sus perversiones.
Así se dió en una comisaría de la provincia de buenos aires, donde no debía haber detenidos, por expresa disposición del Poder Judicial, con advertencias claras a los funcionarios responsables, que no dudaron nunca en tomar sus propias decisiones, alentados por la segura impunidad que les otorga la “gobernadora de la dulzura”, la impiadosa amiga de la “seguridad” de las balas.
El cóctel del desprecio a la vida se dió como nunca, con policías burlándose de quienes se estaban quemando, con bomberos que se negaron a apagar el fuego, con barrotes que no se abrieron hasta que se hubiera consumado lo buscado, la muerte de esas “sobras” de la sociedad amontonadas para derrotar los pocos vestigios de humanidad que sostiene a esta sociedad. El regodeo por la muerte ajena expresada con la transparencia de quienes no tiene moral ni, mucho menos, capacidad para entender su significado.
Después... después vienen las conferencias de prensa, donde los lacayos mediáticos preguntarán lo que les permiten sus amos cambiemitas, con las clásicas “investigaciones hasta las últimas consecuencias”, mientras los jueces involucrados deslindarán sus responsabilidades, salvando sus pellejos e ignorando las verdades que les estallan en sus rostros de piedra.
Y está la mayor de las causantes, la peor de las malechoras, la más sucia de las culpables, la de la voz cadenciosa, trabajada por expertos marketineros para subyugar a los incautos, explicando razones imposibles como si nada, cambiando la realidad por espejitos de colores ennegrecidos por el humo de la mentira permanente. La “esperanza del cambio” bonaerense se mostrará compungida por lo que no siente, prometerá castigos a los culpables que jamás buscará, aplicará todas las recetas de los asesores de imágenes y se ofenderá por alguna pregunta necesaria de algún periodista con restos de vergüenza profesional.
No lo hacen sin resultados favorables a sus intereses. Han construído, desde mucho tiempo atrás, la cultura del odio y el desprecio al diferente, las condenas anticipadas de los jueces callejeros de la ignorancia, de los miembros de una sociedad doblegada por los martirios mediáticos y las represiones inconscientes, reductos de obsesiones vengativas sin sustentos reales ni objetivos necesarios. Ahora son solo gente, vecinos, individuos alejados de su condición de Pueblo, generando estos resultados de retrógradas consecuencias, donde la ética ha pasado a mejor vida y la vida a no ser ya propiedad del que la tiene.
Otros cuerpos se consumirán en las llamas del desprecio y la violencia incontenible de guardias preparados solo para matar. Más y más “gentes” y “vecinos” se sumarán al ejército vengador de una sociedad odiadora, atravesada por la miseria irracional del abandono y el ninguneo empobrecedor de los espíritus. Millones caerán bajo las garras del dios mediático, que sabrá sustentar maledicencias y aplastar rebeldías, asustando con enviarlos a esas comisarías de las fogatas depuradoras. Mientras allá lejos, en los confines donde el Poder asienta sus ganancias mal habidas, rien satisfechos después de haber logrado que sus sometidos gocen con la razón de sus propias desgracias.

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